Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. Feminicidio incontenible
El feminicidio en Veracruz está fuera de control. Simple y llanamente, la yunicidad llegó, desde hace ratito, a su principio de Peter. No puede, pues ni modo que no quiera. Y más en el tiempo electoral huracanado que se vive.
Decir, por ejemplo, que el asesinato de mujeres se debe a la violencia intrafamiliar como lo ha remachado el secretario de Seguridad Pública sería ofender la inteligencia de la población.
Culpar al machismo y el alcohol y la furia irracional masculina de los crímenes significaría un kamikaze político y social.
Peor tantito, expresaría la edad mental del gabinete policiaco, social y político del bienio azul.
El fin de semana, por ejemplo, además de las tres mujeres asesinadas (una por día) en Tlapacoyan, dos feminicidios más.
Una, la estudiante de Enfermería de Cosocomatepec, 19 años, Anayeli Torres Morales, estudiante en la Universidad Politécnica de Huatusco, arrojado su cadáver en la barranca de la muerte, la barranca de Coscomatepec siguiendo el modelo de la barranca de la muerte “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata, tiempo, entonces, del duartazgo, tiempo ahora de la yunicidad.
Desapareció el viernes. Apareció sin vida el domingo.
Su cuerpo, a más de 40 metros de profundidad.
19 años. Soltera. Estudiante. Y ni modo creer en la palabra del secretario de Seguridad Pública que pudo deberse a la violencia intrafamiliar.
Basta ya, entonces, de satanizar a las mujeres.
Diecinueve meses después, la yunicidad ha fracasado con su estrategia y metodología y técnica y política de seguridad pública.
DOS. Por ti, unidos todos
Por eso, los vecinos de Coscomatepec, igual que los de Tlapacoyan, salieron a la calle en una marcha silenciosa, llena de indignación y coraje social.
En las “benditas redes sociales” (así descritas por AMLO), proclamaron:
“Salgamos a las calles de Coscomatepec a exigir justicia.
Mejores garantías para nuestros ciudadanos.
Hoy Anayeli fue encontrada muerta, a medio año de la presente administración del presidente municipal, Serafín González Saavedra.
Hemos visto la inseguridad en aumento.
Por ti y tu familia salgamos a exigir lo que el gobierno debe de darnos: seguridad”
En las redes sociales, todos los amigos, vecinos, conocidos y paisanos condenaron el feminicidio.
Nadie, pues, está seguro.
Nadie, entonces, puede cantar victoria de que ya libró.
La vida convertida en un infierno.
Un infierno llamado Veracruz… que así también fue llamado Veracruz cuando Agustín Acosta Lagunes gobernara, 1980/86, con su “Sonora Matancera”, los precursores de los malandros.
TRES. Dos niñas en la orfandad
La semana pasada otra joven fue asesinada. Ahora, en Paso del Macho, allí mismo donde aún está impune la desaparición de un matrimonio y dos amigos secuestrados en el puerto jarocho, acusados de que ellos tuvieron la culpa porque habían asistido a una fiesta swinger… con malandros.
Fue el miércoles 6. Ella era empleada de un restaurante. Madre de dos niñas.
A: Asesinada.
B: Degollada.
C: Arrojada a las aguas del río Jamapa, a la altura del paraje Cuatro Caminos, cerca del puente de la carretera Paso del Macho-Zentla, donde apareció su cuerpo flotando y maniatado.
Se llamaba Jennifer Pachuca Solís. 22 años.
A las 21:30 salió de trabajar, pero nunca llegó a casa.
Apareció muerta al día siguiente.
Dos niñas dejó en la orfandad.
CUATRO. Deterioro de la vida cotidiana
La calidad de vida en Veracruz ha bajado. Todos los días se vive con el miedo “y el miedo al miedo”. Y más, si se recuerda, por ejemplo, la pesadilla del sexenio anterior. Según las ONG de Colectivos, Javier Duarte dejó la gubernatura con unos treinta mil desaparecidos.
Más los asesinados.
Más los secuestrados.
Más los sepultados en las fosas clandestinas.
Más los cadáveres tirados en los ríos y en los pozos artesianos de agua dados de baja.
Más los cadáveres tirados en la barranca de “La aurora”.
Más los cuerpos arrojados en la vía pública, en calles, en carreteras, en medio de los cañales y a orillas de los caminos vecinales.
Más los desaparecidos y asesinados en la yunicidad.
Nunca antes en la historia local, las páginas rojas estuvieron llenas de femicidios… como ahora.
Se dirá que los malandros se recrudecieron en la disputa por la jugosa plaza Veracruz.
Se dirá que hay una carrera desbocada en el terrorismo de los carteles para multiplicar el terror y el temor en la población, y por añadidura, presionar a la elite gobernante.
Se dirá que las redes sociales exageran la plana.
Se dirá, en todo caso, que las altas temperaturas originan el tsunami incontrolable de violencia.
Etecé, etecé.
Pero el espectro feminicida ha llevado a Veracruz al primer lugar nacional según el Secretariado Nacional de Seguridad Pública y arrastrado a la tierra jarocha en una historia sórdida y sombría sin precedente.
En Tlapacoyan y Coscomatepec, los vecinos se fueron a la marcha pública y tronaron en contra de los presidentes municipales.
Cierto. Son el primer contacto, el contacto directo, con la población.
Pero también son corresponsables en la tarea de gobernar y el ejercicio del poder.
Otra parte salpica al gobierno del Estado.
Y otra más, al gobierno central.
Los feminicidios han dinamitado la tranquilidad social y la paz pública.
Y cuando uno, dos, tres, cuatro, cinco, etcétera, pueblos se sublevan, y se organizan para la protesta social, entonces, aunque sea mediodía “es hora de prender las farolas”.