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El infierno de los migrantes en Veracruz; encadenados de pies y manos, terrible desdén yunista

Staff El Piñero

Luis Velázquez

 

PASAMANOS: El peor infierno lo están viviendo y padeciendo los migrantes. Aquí, en Veracruz y México, y en Estados Unidos. Todos siguen marchando ante los empleos precarios y mal pagados. Salarios de hambre les llamaba Ricardo Flores Magón en 1910. Y lo peor: el desdén oficial.

En el Valle de San Quintín, en la frontera norte, por ejemplo, según la secretaría de Trabajo federal hay unos diez mil jarochos. Todos, reclutados, en campos, digamos, de concentración.

Con otros miles han caminado de Baja California a la Ciudad de México. Se han sublevado en sus campos agrícolas. De nada ha valido.

En el cruce de México a Estados, ya por el río Bravo, ya por el desierto, otro infierno peor. Decenas de películas han filmado del camino al Gólgota. “Desierto” se llama una. La más espeluznante. La cacería de personas. Gael García en papel estelar.

En Estados Unidos, otro infierno, ahora con Donald Trump.

Un migrante lo cuenta así:

“Nos encadenan de pies y manos. Y nos pasean en el poblado donde nos tienen. Te dan ganas de llorar. Es degradante. Es deprimente” (La Jornada México, 15 de abril, 2017).

Dice otro: “Tuve que pedir dinero en la calle como si fuera un mendigo para completar para el pasaje de regreso a México”.

El colmo: tanto desdén hay en el bienio azul de Veracruz, que en la secretaría General de Gobierno, encargado del área, nadie tiene el número concreto y específico de los paisanos migrantes en el otro lado.

Además, claro, de que ni a la secretaría de Desarrollo Agropecuario (Joaquín Guzmán Avilés) ni al secretario de Desarrollo Económico (Alejandro Zairick) interesa el asunto. Ni para bien ni para mal. Simple y llanamente, indiferentes. El desdén total. El menosprecio y el desprecio. La indiferencia. Allá ellos. “Son pobres porque quieren” diría el secretario de Desarrollo Social de Javier Duarte, Marcelo Montiel Montiel, cuya fortuna los amigos calculan en dos mil millones de pesos.

 

BALAUSTRADAS: En Reynosa, Tamaulipas, reposa en un albergue el jarocho Delfino Luis Treviño. Le dieron una golpiza del tamaño del infierno. Fue “un coyote”. Todo, porque el paisano no lo contrató para cruzar a Estados Unidos.

Ha de recordarse: cada fin de semana parten de Veracruz a la frontera norte ene número de autobuses con migrantes. Y llegando allá, cada quien a su suerte.

Oh paradoja: las remesas se han convertido en el sostén de la economía local. Por encima, incluso, de los ingresos derivados de la caña de azúcar, los cítricos y el café.

Y ni así, el trabajo oficial ni para abrir la posibilidad, digamos, de empleos temporales, ni tampoco para ofrecer en EU una asesoría jurídica, por ejemplo, a los migrantes con muchos años para evitar la deportación.

Ya ni se diga para que la SEDECO aliente con hechos y resultados la creación de empleos. Sería temerario escribirlo, pero al momento, cinco meses y cinco días después de la Yunicidad, nada se sabe ni conoce del trabajo del titular. Menos, de la creación de un solo empleo.

Además, la realidad avasallante: en la mayor parte de los trabajos salarios de hambre. Un dato: hay periódicos donde pagan 4,500 pesos mensuales. Y lo peor: les prohíben alternar con otros medios. Quieren la exclusividad. La exclusividad de la inicua explotación laboral.

Por eso es que, entre otras razones, Veracruz se mantiene como el primer lugar nacional en producción y exportación de trabajadoras sexuales. Mujeres que han de vender su cuerpo para llevar el itacate a casa. Y en la lista, tanto mujeres como hombres. Basta leer el anuncio sexual los fines de semana en algunos medios. Insólito el número.

Es el Veracruz azul. El Veracruz de la Yunicidad.

 

ESCALERAS: José Luis Guerrero González es un migrante. Llegó a Estados Unidos en 1988. La policía de Donald Trump lo acaba de deportar. En el estado de Virginia quedaron su hija de 12 años, un hijo de 27, cuatro nietos y su nuera.

A él le prohibieron regresar en veinte años, bajo la advertencia fatídica: si regresa será encarcelado.

La otra cara de la migración. El retrato atroz de la desintegración familiar. Todo, porque aquí, en el México de Enrique Peña Nieto, en el Veracruz de Miguel Ángel Yunes Linares, las oportunidades laborales escasean. Mejor dicho, son nulas.

Un millón de indígenas y dos millones de campesinos soñando con una vida mejor.

Y mejor significa tener empleo, tener salud, tener educación. Vivir, pues, al día, sin la posibilidad de construir el futuro. Sólo hoy. El presente. Mañana, Dios dirá.

El otro drama, atroz y espeluznante: los hijos tratando de ingresar a EU para alcanzar a sus padres. La simple necesidad sentimental y espiritual de vivir y estar con los padres.

Y en EU, Donald Trump amenazando con hechos, más allá de las palabras, de separar de sus padres a los niños que sean detenidos, según la Casa Blanca como estrategia para desalentar la migración.

Ya lo dijo el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra: con muro o sin muro, los migrantes seguirán intentando llegar a EU.

Un investigador de la Universidad Veracruzana dice que en EU hay un millón de jarochos.

He ahí, entonces, el tamaño del drama humano que a la Yunicidad (secretarios General de Gobierno, SEDARPA, SEDECO y SEDESOL y hasta el DIF, por los estragos familiares) le vale.

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