- Gran periplo familiar
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- Uno. Un jarocho en Moscú
Durante 18 días, el ingeniero Marco Antonio Torres Hernández y su familia caminaron en Londres, Moscú y Petersburgo. Incluso, con tiempo, hasta se puso a estudiar ruso, digamos, lo elemental y básico. Quedó sorprendido, pues, además, conserva la frescura de la imaginación, él, que tanto ha viajado por el mundo.
En Moscú, por ejemplo, una vez más quedó sorprendido, como en Bielorrusia, de que las mujeres más bellas del mundo viven en la tierra de Fédor M. Dostoyeski, Antón Chejón, León Trotksy y Lenin, pero también de José Stalin.
“El odio a Stalin, dice, todavía está fresco”, y más si se recuerda que el dictador confinó, igual que los zares, 300 años de hegemonía de los Románov, a los rusos incómodos, críticos y disidentes en los campos de concentración en Siberia.
En la patria de Vladimir Putin, el policía y espía convertido en estadista, quedó asombrado con las estaciones del Metro, pues todas, sin excepción, fueron convertidas, oh paradoja, por Stalin, en museos de arte.
Así, cuando la población utiliza el Metro, entre ellos los obreros para ir y regresar del trabajo, se topan con los museos, de tal forma que, por ejemplo, todas las paredes están forradas de pinturas de artistas famosos, además del museo mismo.
Un simple viaje por el Metro resulta insólito para los turistas del mundo y necesitarían varios días para visitar museo por museo.
El Kremlin (en ruso significa fortaleza) es el gigantesco, inverosímil palacio de gobierno donde Putin despacha y en donde a un ladito de su oficina tiene un helipuerto para aterrizar, sin que nadie perturbe su tranquilidad, con tantas muertes de los incómodos, entre ellos, reporteros.
Dos. Lenin glorificado
En Moscú está la famosa plaza Roja, donde está embalsamado el cadáver de Lenin, el ideólogo de la revolución y que fue amigo de John Reed, el legendario reportero norteamericano que muriera de tifus a los 33 años de edad en Rusia.
En su primer viaje a los países socialistas, Gabriel García Márquez escribió y publicó un libro con tal título, y en donde cuenta la historia de los días que pasó “haciendo cola” ante el museo a Lenin para entrar en fila india y mirar y admirar su cadáver.
Varios días después, por fin, pudo entrar y descubrió, entre otras cositas, que Lenin tenía manos de mujer.
Marco Antonio Torres también vivió la misma angustia cultural y turística por entrar al mausoleo de Lenin, y por desgracia, nunca pudo entrar, pues, y por ejemplo, le tocó el festival mundial de guitarras y las colas para ver a Lenin era el doble o el triple de multitudinarias.
Sólo alcanzó a tomarse fotografías frente a la entrada al museo, y de paso, claro, lógico, tomar una secuencia gráfica a las rusas.
No obstante, comprobó que los restos mortales de John Reed no están en la Plaza Roja como siempre se ha afirmado, pues el museo es únicamente para glorificar a Lenin.
Una parte de su viaje, por ejemplo, de Moscú a Petersburgo en tren, se la pasó tomando gráficas de los pueblos que atravesaban, y en donde comprobó la pobreza y la miseria y la jodidez del pueblo, donde en la mayor parte de los campos las mujeres son las jornaleras agrícolas.
Todos ellos viven en conjuntos habitacionales tipo Infonavit, en tanto la clase media media y media baja habita gigantescos edificios que les fueron otorgados en el tiempo socialista, y de gratis, tiempo aquel cuando se soñaba con la llamada “dictadura del proletariado” y en donde todos los rusos eran iguales y los satisfactores sociales a cada quien de acuerdo a sus necesidades familiares.
Tres. Viajar como estudiantes
Una hija de Torres Hernández vive en Alemania y por eso el viaje le salió ultra contra súper barato.
Además, de que caminaron por Londres, Rusia y Turquía (Budapest), tipo estudiantes, y los gastos se redujeron por completo.
Y como tanto Marco Antonio y su esposa y sus hijos tienen el cosquilleo del Rocinante, entonces, son viajeros perpetuos.
En su tiempo de diputado federal, en que fuera compañero de Ivonne Ortega, Miguel Ángel Osorio Chong, Miguel Ángel Yunes Linares y Víctor Flores Morales, viajó en comisiones legislativas por los cinco continentes, aun cuando desde entonces miraba el mundo como una aldea global.
Ahora, se ha reinventado a sí mismo como empresario, con tanto éxito que sus productos comerciales caminan en varias ciudades del país y le permiten, entras cositas, seguir viajando.
Así, suele regresar de un periplo turístico y apenas se está bajando del avión va planeando el siguiente.
Su celular, por ahora, está lleno de fotografías de su periplo en el otro extremo del mundo y uno se pasa el tiempo contento y feliz mirando las fotos haciendo el mismo recorrido, con él como guía de turistas.