- “En nadie confiaba”
- El dictador frustrado
Diario de un reportero
Luis Velázquez
Veracruz.- DOMINGO
El nuevo Juárez
AMLO, el virtual presidente, trae en su cartera una estampita de la Virgen de Guadalupe, es cristiano, y se cree y siente el Benito Juárez, el Francisco Ignacio Madero y el Lázaro Cárdenas del siglo XXI.
Sin embargo, está más cerca de Juárez, pues de los tres ex presidentes de la república en el siglo pasado, a cada rato lo evoca y convoca.
Quiere entrar a la historia como el Juárez del nuevo siglo.
El presidente electo ha dicho, por ejemplo, que el único desliz de Juárez fue haberse reelegido durante 15 años y que hiciera por encima del gabinete legal, aquellos hombres de la Reforma “que parecían gigantes” y le renunciaran
Entre otros, Francisco Zarco, el periodista, diputado y Ministro de su gabinete, el más cercano.
Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, el más ferozmente crítico y el primero que dimitió cuando a Juárez le entró la tentación del poder absoluto.
Ignacio Manuel Altamirano, el más universal y con una mayor perspectiva histórica.
Melchor Ocampo, quien junto con Juárez fueron encarcelados en las mazmorras del castillo de San Juan de Ulúa por órdenes de Antonio López de Santa Anna.
Pero…Juárez cometió muchos más errores, otro más, citado por Francisco Bulnes donde escribe que apenas tomó la presidencia de la república nombró a sus tres yernos en cargos públicos.
LUNES
“En nadie confiaba”
El historiador Enrique Krauze lanzó su nueva “Biografía del poder”, revisada, actualizada y la definitiva.
De Juárez cuenta, por ejemplo, que para los mestizos “Juárez es casi un Dios, un nuevo emperador, un nuevo tlatoani, un presidente sagrado”.
La población tenía en Juárez “un fervor religioso que llegaba a la idolatría”.
Y es que Juárez, por ejemplo, igual que AMLO ahora, “vivió su mandato como un pastor llamado por Dios para conducir el desordenado rebaño hacia una ribera de emancipación”.
Todo mundo, por ejemplo, en los días que corren, atiborra su oficina, la mayoría con una lucecita prendida “en el rayito de esperanza” ya buscando chamba para el jefe de familia, ya para el hijo desempleado, uno de los más graves pendientes del país.
Pero, dice Krauze, Juárez, nunca, jamás, “abandonó el poder”, por una sencillísima razón, “en nadie confiaba”.
Jamás “le movió la ciega ambición del mando”, igual como a cada rato cacarea AMLO, sino “el antiguo imborrable misticismo del poder”.
Habría entonces de revisar si AMLO a cada rato convoca a Juárez también es como él y “en nadie confía”, y en todo caso, si ha nombrado a su gabinete legal es porque el ritual así lo establece, y ni modo de llegar a Los Pinos sólo como, digamos, anduvo Jesucristo (su otro héroe mítico) con únicamente doce pescadores, uno de los cuales, Judas, lo traicionó, y otro, san Pedro, lo negó tres veces.
MARTES
Juárez imponía gobernadores
En el ejercicio del poder, Juárez violentó la soberanía de los Estados, y de igual manera que el otro oaxaqueño, Porfirio Díaz, su alumno, por cierto, imponía su voluntad a la clase política de entonces, incluidos los gobernadores y los caciques.
Juárez, por ejemplo, dice Krauze, “ponía gobernadores… según era el grado de acatamiento y las protestas de las personas”.
Pero más aún, de acuerdo con su eficacia y eficiencia en los manejos electorales, es decir, el fraude en las urnas.
Fue el caso de los Pesqueira en Sonora, y los Terrazas en Chihuahua y los Álvarez en Guerrero, dueños de tales entidades federativas.
El abuelo de Octavio Paz, Ireneo Paz, escribió un soneto a Juárez donde le dice que “¡Catorce años en el poder… ya van para largo!”.
Por eso, Porfirio Díaz se levantó en armas en su contra con el Plan de La Noria con un lema contundente: “Sufragio efectivo, no reelección”.
MIÉRCOLES
El dictador frustrado
Una angina de pecho y que lo llevara a la tumba salvó a Juárez de entrar a la historia como un dictador más, igual o peor que Porfirio Díaz.
Para entonces, la oposición política denunciaba que en cada elección Juárez compraba el voto.
Además, se hacía llamar “Su Majestad Benito I”.
Todos los hombres de la Reforma, “ferozmente independientes y libres”, sus amigos, le habían renunciado.
Los militares liberales, entre ellos, la generación de los chinacos a la que pertenecía Porfirio Díaz, él mismito que lo defendiera en la batalla de Puebla en contra de Maximiliano de Habsburgo, estaban en su contra.
Irineo Paz le publicó otro poema. Decía:
“Suéltanos por piedad, querido tata/ ya fueron catorce años de cicuta/ ¡Suéltanos, presidente garrapata!”.
JUEVES
Juárez represor
El país estaba lleno de asaltantes, bandidos, plagiarios, abigeos, ladrones, rateros, pillos.
Era “el caos de la guerra civil”.
Y Benito Juárez “integró un grupo especial de acción represiva, ‘los rurales’, compuesto por antiguos bandoleros”.
Además, recurrió a los caciques indígenas y sus huestes de norte a sur y de este a oeste de la república.
Los caciques yaquis, por ejemplo, en el norte del país.
El temible Manuel Lozada, “El tigre de Alicia”, en la región de Nayarit.
Los caciques mayas, que “atizaban su guerra implacable contra el blanco”.
Incluso, fue implacable contra los caciques, los jefes militares y los gobernadores que se le rebelaban.
Un caso fue el de Santiago Vidaurri, poderoso cacique militar de Monterrey y Coahuila, a quien primero perdona por simple “cálculo político, no por simpatía”, y luego ordena a sus fuerzas leales atacarlo para acabar con él.
El cacique militar “defecciona y se pasa al bando imperial”.
Su poder era omnímodo y le valía la soberanía de los estados.
VIERNES
Juárez invocaba a Dios
Juárez gobernaba Oaxaca. Entonces, “hablaba como obispo, rodeaba su investidura pública de una aureola religiosa, buscaba la cercanía legitimadora del clero, invocaba a Dios y a la Divina Providencia y acudía puntual y devotamente a las solemnidades religiosas”.
El 3 de julio de 1850, el periódico oficial, “La crónica”, publicaba “el terrible azote del cólera morbus” causando muerte y desolación.
La elite eclesiástica organizó una procesión para invocar la misericordia de Dios y detuviera el cólera.
Juárez, en primera fila. Incluso, y en un acto esotérico, “recorrió algunos tramos en cruz para imitar al Divino Salvador y murmuró plegarias y cayó de rodillas ante el tabernáculo mientras los sacerdotes entonaban el Miserere mei Deus”.
Un día, el obispo de Oaxaca le pidió que prohibiera la circulación de un libro impío. Y Juárez accedió.
Iba a misa “y tomaba asiento bajo el presbiterio, sobre tarima alfombrada, con reclinatorio y cojines y un capellán le rezaba la confesión y el credo y le daba la paz”.
Así fue Juárez, el héroe número uno de AMLO.
Y, bueno, ha de referirse la descripción sicológica del poder político:
Uno, es el político de izquierda arengando en la plaza pública.
Otro, el político convertido en candidato presidencial por tercera ocasión.
Otro, el presidente electo.
Otro será el presidente de la república en funciones y otro y otro y otro en el primero y segundo y tercero y cuarto, etcétera, año de gobierno.
El poder, dice el viejito del pueblo, enloquece y marea, y el poder total y absoluto enloquece de forma absoluta.
También, claro, dueño del día y de la noche el político, sin ningún contrapeso, el poder corrompe.