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Juquila: el camino de la fe

El Piñero

 

Santa Catarina Juquila ocupa el quinto lugar de los santuarios más visitados en la República Mexicana. Enclavado en la Sierra Sur de Oaxaca, es un municipio que recibe anualmente miles de visitantes, que en peregrinación acuden a conocer, pagar promesas o solicitar favores a la Inmaculada Concepción, Virgen de Juquila, o como se le llama cariñosamente “Juquilita”.

Mi familia y yo nos encontrábamos en esas tres categorías de turistas, deudores o solicitantes  y debido a que profesamos la religión católica, decidimos programar el viaje para ir a Juquila en estas vacaciones de diciembre.

Ya que la información sobre el tema corre a raudales en medios escritos,  audiovisuales o virtuales, a continuación me limito a realizar una pequeña crónica del viaje con apreciaciones muy personales, sin que  el presente texto sea la última palabra sobre la materia.

Salimos de la Central de Abastos de la ciudad de Oaxaca a las 8:30 de la mañana con un tráfico intenso en el periférico y enfilamos el rumbo sobre la carretera 175. En las goteras de la ciudad se ubica San Bartolo Coyotepec, famoso por sus artesanías de barro negro expendidas en talleres familiares o en el mercado local. Delante de San Bartolo abandonamos la Carretera 175 y tomamos la 131.

Antes de llegar a Santa Catarina Quiané, son observables a la vera del camino, sobre las lomas inmediatas, montículos prehispánicos que delatan la ocupación antigua de estas tierras. En las proximidades de Zimatlán hallamos una locación de la película “Y tu mamá también”, específicamente donde se filmó la escena del automóvil donde los protagonistas circulan por un tramo carretero flanqueado con árboles de jacaranda. En Zimatlán hoy tocó «plaza» ya que es miércoles y sus puestos con artículos variopintos son ofrecidos al público.

Conforme Eduardo avanza en el camino –es mi sobrino y conductor del automóvil- vemos cómo cambia el paisaje, tornándose cada vez  más árido: el zacate (milpa seca a la que se le han quitado las mazorcas) contrasta con verdes manchones de alfalfa irrigada con pozos artesianos. Los cazahuates son los únicos arboles silvestres que presentan floración y los huajales muestran a su vez las vainas rojas de semillas comestibles. Sobre el rumbo de Ayoquezco de Aldama son observables tunillos, nopales y magueyes de alto tallo, así como árboles de guamúchil.

Entramos a la Sierra Sur y a través de una carretera serpenteante escoltada de encinos y ocotales, vemos a los primeros ciclistas que suben a vuelta de rueda las pendientes de la cinta asfáltica y maniobrando temerariamente en las bajadas. Es un ejercicio peligroso debido la estrechez del camino y a las curvas que limitan la visibilidad. También hallamos camiones, tráileres  y camionetas que escoltan a los peregrinos en la vanguardia o zaga de los mismos, procedentes de varios estados de la república como Puebla, Tlaxcala, Estado de México, etc. Algunos vehículos llevan réplicas de iglesias y en el centro una foto o imagen de la Virgen de Juquila.

Sola de Vega es paso obligado de los viajeros. Con una población de más de quince mil habitantes la oferta al visitante es de comida, alojamiento y lugar de descanso.

Más adelante se localiza San Pedro Juchatengo, un lugar de transición entre la Sierra y la Costa donde se expenden cocos, caña de agua y productos de tierra caliente. Coexisten los árboles de almendro –típicos de clima cálido- con palmeras de dátiles. Hacemos una pausa para desayunar.

En el Cerro del Vidrio,  el camino se bifurca hacia Puerto Escondido y Juquila. Abandonamos la carretera 131 y tomamos la segunda ruta topándonos con lo que se ha convertido también en otra tradición: niños que piden a gritos un peso a los que van de paso y quienes acompañados de sus madres intentan vender productos de palma como sopladores, escobetas, petates o bolsas.

Llegamos a El Pedimento, que es otra parada obligada en esta ruta de fe; hay que subir una loma en cuya cúspide se ubica una capilla con la réplica de la imagen de la Virgen. A ella acuden los peregrinos,  locales y foráneos, dando gracias por superar la dura prueba y hacen sus “pedimentos” a través de «milagritos», veladoras, y ofrendas con flores. Bajando unas escaleras a los costados de la capilla se  realiza otra petición de  lo más singular: con la arena arcillosa que existe en el lugar se modelan en bulto los afanes de la penitencia, mismos que se depositan directamente en el lugar o en unos nichos colocados en las paredes con este fin. También hay otra modalidad que es a través de grafitis –al modo de exvotos– o aplicando directamente el barro en las paredes para formar bajorrelieves. Cumpliendo con el ritual, se parte al Santuario de la Virgen, que se ubica a unos 15 km aproximadamente.

Santa Catarina Juquila es un lugar muy  bien acondicionado con calles pavimentadas o adoquinadas en donde se expende todo tipo de artículos profanos, religiosos y comida. Hay hoteles y posadas para los visitantes que deseen pernoctar. La iglesia y su espacioso atrio se ve repleto de peregrinos que acuden a misas programadas cada hora. Llegamos justamente al inicio de misa de 4; un sacerdote severo pero atinado en sus comentarios, efectúa la homilía explicando a los neófitos en cuantas partes se divide la celebración y el significado de cada una de ellas.

En 1881, el presbítero José Antonio Gay escribía en su “Historia de Oaxaca”:

“…En el lugar se ven llegar cojos, ciegos, enfermos de todas clases llenos de fé y alentados por la segura confianza con que esperan el remedio de sus males… Los unos lloran, los otros entonan alabanzas piadosas, éstos caminan de rodillas y aquellos se hieren y lastiman, haciendo penitencia de sus pecados… le cuentan con ingenuidad y a voces sus infortunios y desgracias…”

A 135 años de distancia, las apreciaciones del padre Gay siguen vigentes: las personas entran de rodillas, lloran emocionados ante la presencia de la sacra imagen y hacen sus peticiones o pagan sus promesas.

En el altar mayor, la Inmaculada Virgen de la Concepción preside el recinto, pletórica de signos e iconografía cristiana: porta corona de oro con remates en forma de mazorca, aureola con 12 estrellas que junto con una media luna evocan un pasaje del Apocalipsis, vestido de tisú que deja ver las manos en posición de oración y el monograma IHS, manto de seda azul con una paloma en advocación del Espíritu Santo,  un diminuto bastón de mando –en señal de autoridad- que se utiliza en los ayuntamientos oaxaqueños. Escoltando la Virgen puede verse  al arcángel Gabriel a la izquierda y a la derecha el también arcángel Rafael y por último, en la parte baja, portando espada, el arcángel Miguel. Posa la imagen sobre un globo terráqueo rodeado de una serpiente, en representación del mundo lleno de vida y la acechanza del maligno respectivamente.

Sobre sus proporciones, el mismo Gay da una descripción utilizando medidas antiguas:

“…Tiene una tercia de vara y el grueso de dos dedos de alto… su cabello se extiende sobre el ropaje, las manos están unidas ante el pecho y los ojos modestamente inclinados…”

Estas medidas equivaldrían en la actualidad a unos 30 cm y la cabellera, a partir de su coronación, se arregló en forma de dos trenzas, a la usanza de las mujeres indígenas.

Al término de la misa, como creyentes, salimos confortados en busca de algún recuerdo de la visita en los numerosos puestos o a comprar los productos típicos de la región; jamoncillos de coco y panela o tortillas de corozo.

En el costado izquierdo del templo católico se ubica el palacio municipal (binomio muy común de hallar en las comunidades oaxaqueñas)  en donde, ironías de la vida, una estatua de Juárez alza la mano derecha con gesto adusto.

Cansados, pero satisfechos, retomamos en la tarde la misma ruta pero en sentido inverso.

Fuente consultada: Historia de Oaxaca, José Antonio Gay. Tomo Segundo, México, 1881.

 

 

 

 

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