Luis Velázquez /Expediente 2019
19 de septiembre de 2019
En Coatzacoalcos, Ciudad Olmeca, la población se hizo justicia por mano propia. Luego de una golpiza estuvo a punto de linchar a un presunto ladrón de casas habitación. Fue sorprendido en cámaras de vigilancia de los vecinos cuando saqueaba un departamento. Y los vecinos amotinaron Y esperaron afuera de la casa. Y cuando salía lo sometieron.
Y lo amarraron con una cuerda. Y le dieron tremenda madriza durante una hora en la vía pública. Y cuando estaban listos para su linchamiento llegó la policía naval avisada por otro vecino. Y se lo llevaron.
La población, harta, molesta, irritada, encabritada, furiosa, con el Estado Delincuencial en Veracruz.
Incluso, por más república amorosa, la población se ha deslindado del gobierno y de la autoridad. Y cada vez en la tierra jarocha toman la decisión de sus vidas. La única estrategia para garantizar la seguridad es integrarse en comités vecinales, guardias comunitarias, autodefensas, etcétera, antes, mucho antes, de que Veracruz se vuelva el peor infierno del país.
La historia de la resistencia pacífica inició en Soledad Atzompa cuando los vecinos detuvieron, lincharon y quemaron vivos a 6 secuestradores de maestros. Y a la fecha, y por fortuna, vaya sabiduría social, ningún detenido, ningún acusado, ningún señalado con encender a la turba, pues de lo contrario, las aguas estarían desbordadas peor que una inundación en el río Papaloapan, por ejemplo.
Y si Carlos Marx adoptó al topo como el animal simbólico para otear los vientos políticos y sociales, entonces, el viejito del pueblo jarocho adoptaría a una mula enmulada para expresar el sentir general de la mayoría quizá de los 8 millones de habitantes de Veracruz con el oleaje, mejor dicho, tsunami, de violencia, incertidumbre y zozobra.
Cada vez resulta más difícil vivir en Veracruz. Y cada vez la población apuesta a hacerse justicia por mano propia, totalmente desencantada de la incapacidad oficial para garantizar el llamado Estado de Derecho.
Y lo peor, cada vez más desilusionada con el desdén, el menosprecio, la soberbia y la petulancia de la clase dominante.
PALOS DE CIEGO
En las carreteras, por ejemplo, inverosímil los asaltos a los autobuses de pasajeros, pero también, a los tráileres cargando de Veracruz a la Ciudad de México y el interior del país y viceversa.
Hay casos donde, por ejemplo, se han robado hasta el tráiler completito.
Más todavía, donde han asesinado a los choferes. Y secuestrados. Y aun cuando el patrón ha cubierto el pago del rescate los han asesinado.
Entonces, nada mejor que integrarse en una gran voz colectiva para enfrentar a los malandros y a los capos de la droga y a los capos de los policías y jefes policiacos y políticos.
Lo dijo Seguridad Nacional: en Veracruz, los policías siguen de socios y cómplices de los carteles.
Y si hay elites políticas asegurando que el tiempo de Javier Duarte y su gabinete de seguridad en la desaparición forzada pertenece a la historia, todos están equivocados. Todavía están.
Y por eso mismo, la población integrada en una gran vigilante del orden común para defender, primero, sus vidas, y luego, sus bienes.
La sublevación ciudadana ya nadie la detiene. Todos estamos hartos con “el mundo color de rosa” pintado desde el palacio de MORENA en Xalapa.
Simplemente, no pueden. Están rebasados. Perplejos y atónitos, ignoran el siguiente paso. Y dan “palos de ciego”. Improvisan y se equivocan.
Primero, inculpan a los antecesores. Luego, “se lavan las manos” con la Guardia Nacional. Y se excusan diciendo que la Fiscalía General de la República atrajo las matanzas. Y ellos, tan campantes.
RIESGOS DE SEGUIR EN EL INFIERNO
Se ignora si en Soledad Atzompa y luego del linchamiento del sexteto de malandros, el pueblo estará y vivirá en paz.
Si, por ejemplo, los malosos se abstendrán de seguir moreando en Atzompa. De si habrían reculado en sus operativos. De si mejor conservar la distancia de un pueblo iracundo, capaz de enfrentarse a todo y con todo para vivir en tranquilidad.
Pero si así fuera, entonces, y como en Ciudad Olmeca, de Coatzacoalcos, y otros pueblos, sólo resta a la población integrarse en la defensa común. Nada de rezar. Nada de buscar a los carteles para decirles que se acuerden de “sus mamacitas” como dice AMLO y se porten bien.
Por el contrario, el mejor camino, parece, las guardias comunitarias, las autodefensas, los comités de barrio, las redes colectivas con una alarma general en las casas de todos, calle por calle, avenida por avenida, de colonia en colonia.
Es el único camino que el gobierno de Veracruz está dejando. Y es la hora, por añadidura, de la gran solidaridad, más que social, por defender entre todos la vida de todos. En ningún momento sería por el bien de una familia, sino de todos, absolutamente de todos.
Los años siguen avanzando en la incertidumbre y la zozobra. En los últimos 9 meses y medio, más de mil 400 asesinatos. Primer lugar nacional en feminicidios y secuestros. Primeros lugares en extorsión. Y robos a casas habitación y negocios y asaltos en carretera.
Y ante la desintegración familiar, los jefes de manzana y de cuartel están obligados a formar comités vecinales.
La secretaría de Seguridad Pública y la Guardia Nacional y las policías municipales y la estatal, no pueden. Están rebasados. El principio de Peter las ridiculiza. Los carteles siguen imponiendo la agenda pública. Y la autoridad se refocila con ocurrencias.
Sólo así (no hay otra salida), la tranquilidad será restablecida en Veracruz, pues en Coatzacoalcos quedó probado que la resistencia pacífica de parte de la población con caminatas, plantones frente a palacio, cartas a la ONU, Plataforma Ciudadana, protestas en la oficina del Gobierno de Veracruz en la Ciudad de México, etcétera, valieron para nada.
Y más cuando luego de un ratito, así como aparecieron… bajaron la guardia.
Cada barrio, cada colonia, cada pueblo, se organiza para defenderse entre todos y con todo, o de lo contrario, seguiremos en el infierno.