Se trata originalmente de la historia de dos personajes regiomontanos que se asumen predestinados al éxito y la fama pública, y que eligieron crear un medio de comunicación como la plataforma para difundir la buena nueva.
El impulso creador provino de Ramón Alberto Garza. El dinero llegó de la cartera del empresario Alfonso Romo. La convicción de ser dos emprendedores audaces, visionarios irresistibles, así como su desbordada ambición, los engarzó tanto como sus propios egos, tan robustos que tarde o temprano no podrían caber en el mismo proyecto.
Garza fue formado como periodista en la casa editorial “El Norte” de Monterrey, propiedad de la familia que encabeza Alejandro Junco. En 1994 el grupo incursionó en la capital del país con “Reforma”, bajo la conducción de Ramón Alberto, quien ya entonces se hallaba animado por una vocación empresarial que años después lo hizo entrar en colisión –personal y legal- con la empresa a la que décadas antes había entrado por la puerta de un taller para reclutar jóvenes promesas.
A su salida de “Reforma”, Garza navegó por varios ámbitos con más pena que gloria, pero sin dejar de reclamar para sus tareas reflectores y chequera abierta. En al menos dos casos su estilo lo llevó nuevamente a dirimir discrepancias en los juzgados, ora como demandante, ora como demandado. Sus resultados fallidos lo hubieran conducido a un desvanecimiento de sus pretenciones, pero se topó con Romo y sus propios sueños de notoriedad.
Uno de los productos de la sociedad entre ambos –hubo otros, más extravagantes, como querer comprar el registro de un partido político nacional- fue “Reporte Índigo”, en su inicio un muy novedoso proyecto de periodismo digital, con notable innovación tecnológica, sólido capital humano y gran campaña de promoción…, pero sin un modelo de negocio que ofreciera el retorno de lo invertido.
Como el campo digital no atraía suficientes ingresos publicitarios ni por suscripciones, Garza convenció a Romo de llevar a “Reporte Índigo” al papel para crear un diario. Desde ahí lanzaron golpes periodísticos que muchas veces mostraban más animosidad que rigor profesional. A los malos balances de resultados financieros se sumaron las tensiones políticas. Para Romo fue demasiado. Cerró su chequera y abandonó el barco.
Pero Ramón Alberto Garza no perdió un gramo de su ánimo público. Convocaba a sus periodistas para anunciar inversiones frescas y un fortalecimiento del proyecto. A sus editores y otros invitados clave los paseaba por amplios viñedos de su propiedad en las afueras de la capital regiomontana, para demostrar cómo él, de origen modesto, se había convertido en potentado. Nada podía fallar.
En el escenario apareció Antonio Navalón, periodista, analista político y promotor de negocios forjado en el Grupo Prisa español que es propietario del diario “El País”. Tras la muerte de don Jesús de Polanco, cabeza de Prisa y soporte de la amplia influencia de Navalón, éste ha sido gestor de diversas compañías ibéricas en América Latina.
Garza y Navalón se asociaron en “Reporte Índigo” para la incorporación de nuevos inversionistas, de los que nunca se supo mucho. En los primeros años de esta década, José Murat, ex gobernador de Oaxaca, se ostentaba como el nuevo dueño del diario y luego dijo a quienes quisieron escucharlo que se había salido del negocio por no serle rentable.
Entonces, hacia el 2013, apareció en el horizonte el Grupo Mac, propiedad de la familia Maccise, originaria del estado de México y con documentada cercanía con el presidente Enrique Peña Nieto. Extraoficialmente se dijo que habían comprado 70% del diario pero que sus propietarios, Garza y Navalón, se conservarían al frente.
Regresaron los anuncios festivos en la Redacción del periódico. Garza proclamó antes sus colaboradores que se habían subido a un “transatlántico” porque los Maccise recibirían la concesión de una nueva cadena de televisión. Se anticipaban ya nuevos programas de televisión a cargo de los periodistas más destacados en el proyecto. Venían días de vino y rosas. Se multiplicaron las reuniones en lujosos departamentos de Polanco y en oficinas de Las Lomas, desayunos en el “Four Sesons”…
Al final, el Grupo Mac ni siquiera participó en la subasta por la nueva cadena. El sueño se derrumbó.
Ramón Alberto Garza se separó discretamente de “Reporte Índigo” –presumiblemente vendió sus acciones-. aunque su nombre siguió apareciendo en el directorio por un lapso largo. El proyecto quedó a cargo de Antonio Navalón, que siempre fue el conducto con Grupo Mac.
Pero la iniciativa luce hoy a la deriva. Con baja circulación y escasa publicidad. De acuerdo con fuentes cercanas al Grupo Mac, “Reporte Índigo” ha entrado en agonía, en un proceso que parece ligado a los tiempos de un sexenio que también vive sus últimas etapas.
“EL HERALDO DE MÉXICO” arranca sus actividades en medio de expectativas varias, especialmente sobre el futuro que le depara a este medio impreso que decidió incursionar en el mercado cuando la sucesión presidencial está a la vista. Sólo el tiempo demostrará si ello explica la iniciativa de un grupo de inversionistas que en los meses previos se fue ampliando con rostros más cercanos a la política que a la vocación empresarial y periodística. Un factor que profundiza el enigma de este proyecto ha sido la función que en el mismo tiene, entre otros hombres públicos, el senador panista Roberto Gil Zuarth, que ha hecho tarea de cabildeo con diversos gobiernos estatales para despertar simpatía y generosidad hacia el nuevo diario.
RICARDO ANAYA, dirigente nacional del PAN, se sumó al club de políticos mexicanos que en la última década han mostrado precipitación para congraciarse con los barones de la televisión y la radio, con la esperanza de ser correspondidos en sus ambiciones políticas.
Valiéndose del diputado Federico Döring- acreditado como peón de causas oscuras-, el precandidato presidencial Anaya hizo el trabajo sucio a fin de que PAN, PRI y Partido Verde sacaran adelante en San Lázaro, el 27 de abril, una legislación que mutila las atribuciones del Instituto Federal Electoral para regular a los concesionarios en múltiples temas con implicaciones políticas y comerciales.
No fue necesario que Televisa o que Televisión Azteca dedicaran mayor tiempo a imponer una ley que los beneficia. Los coordinadores parlamentarios Marko Cortés, del PAN; César Camacho, del PRI; la diputada Lía Limón, ex panista y ahora verde, supervisados todos por el consejero jurídico de Los Pinos, Humberto Castillejos, asumieron con mansedumbre la función de “telebancada”. La palabra la tiene ahora el citado IFT, cuyos integrantes pueden alegar ante la Corte que la minuta aprobada por la Cámara de Diputados se opone a la Constitución. La duda es si mostrarán la entereza para hacerlo o si nuevamente se dejarán ganar por la cobardía y la conveniencia personal.
con información de lasillarota.com