Luis Velázquez | El Piñero
17 de agosto de 2021
UNO. Fanatismo religioso
El fanatismo político, social, religioso y cultural que el presidente de la república despierta en la población llega, incluso, a los intelectuales.
Los hombres pensantes, hijos de la ideología y de los ismos (obradorismo, peñismo, calderonismo, foxismo, zedillismo, salinismo, etcétera), divididos, como siempre, en dos frentes encaramados en el ring.
Unos en contra y otros a favor del presidente, igual, igualito como con los antecesores.
La historia la ratifica el doctor en sociología por la Sorbona, Roger Bartra, en su último libro. ”Regreso a la jaula, el fracaso de López Obrador”, de la editorial Debate.
DOS. A favor y en contra
En el corazón, las neuronas, el hígado y la lógica presidencial únicamente están los intelectuales que estuvieron y se la jugaron a su lado y los intelectuales conservadores al servicio de las tribus priistas y panistas, los anteriores dueños del poder presidencial.
Por ejemplo, Roger Bartra y Enrique Semo fueron amigos entrañables, casi casi hermanos.
Pero mientras Semo se fue con López Obrador, Bartra dudó del triunfo de López Obrador y, según López Obrador se fue con la oposición.
Entonces, y como para AMLO lo importante y decisorio es habérsela jugado a su lado desde antes, entonces, Bartra fue satanizado y quedó fuera del paraíso obradorista.
TRES. Intelectuales en la 4T
Desde el primer capítulo del libro, Bartra cuenta la historia de los intelectuales en el sexenio de la 4T.
Por ejemplo, Enrique Semo y Paco Ignacio Taibo II, el director general del Fondo de Cultura Económica, del lado de López Obrador.
Bartra, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Leo Zuckerman y Denisse Dresser, entre tantos otros, además de los periodistas Raymundo Riva Palacios, Ciro Gómez Leyva, Carlos Marín y Carlos Loret de Mola, en contra.
CUATRO. La corte de aduladores
Roger Bartra cuenta que “a tiro por viaje” y cada vez cuando la circunstancia se da, el presidente va en su contra.
Bartra llama a los otros “la corte de aduladores” para referirse, entre otras cositas, además del autoritarismo presidencial, “a la enorme hambre de poder del presidente”.
López Obrador, por ejemplo, tuvo la ocurrencia de arreglar una nueva sala de juntas en Palacio Nacional, “decorándola con fotografías y cuadros”.
Entonces, invitó a su intelectual orgánico, Enrique Semo, y le consultó, digamos, sobre sus otros héroes de la patria para colgar fotos.
Entre ellos, mencionó a don Julio Scherer García y José María Pérez Gay, ambos fallecidos.
Luego López Obrador aprovechó el viaje para despotricar en contra de Roger Bartra.
CINCO. Cercanía con el Príncipe
El presidente trae a Bartra “entre ceja y ceja”. Por ningún motivo le perdona, ni menos olvida, que se la jugara por los otros.
Incluso, Bartra llama a Semo “el ideólogo de la corte”.
Son los intelectuales disputando la cercanía con el Príncipe, como llamaba Octavio Paz a los presidentes de la república.
Nada tan maravilloso, entonces, como estar en el primero, el segundo, el tercer círculo del poder presidencial, pues la vida se vuelve placentera.
SEIS. La tentación del poder
Los intelectuales, pues, sucumbiendo al encanto presidencial. Siempre. Toda la vida. Digamos, la mayoría.
En la teoría política se afirma que un intelectual es, ha de ser, un analista frío, totalmente frío, de las pasiones políticas.
Pero en el pragmatismo concreto, específico y macizo resulta que se vuelven más fanáticos que Juan Diego.
Es la tentación del poder. Más cuando se trata de un líder populista dividiendo la población entre quienes están con él y en contra.