Luis Velázquez | El Piñero
21 de agosto de 2021
UNO. Los animalistas
Los animalistas son respetables. Pero más, admirables. De hecho y derecho, el amor por un animalito puede equiparse a tener un bebé siempre en casa, así sean mayores.
Igual que los niños, tienen todas las necesidades del mundo. Igual que los niños se enferman. Y lloran.
Igual que los niños han de llevarse con el médico veterinario. Y pagar consulta que por lo regular llega o rebasa los 500 pesos.
Y con frecuencia hay medicinas que cuestan hasta mil pesos. Y ni se diga, el costo de los alimentos.
DOS. El paseo diario
Y más, cuando de pronto el médico dice que ha de operarse, de urgencia.
Y como todos los niños, guardar reposo, en casa, y procurarse y estar pendiente.
Y así como los niños se sacan a pasear en la tarde tibia en el malecón o el campo deportivo o el parque, también a los perritos.
Incluso, hay personas que sacan a dos, tres, cuatro, cinco perritos a pasear al mismo tiempo.
Y cada uno con su nombre. Y cada uno apapachado y llamándole de cariño, con ternura y alegría.
TRES. La dama del perrito
Es más, hay personas que cuando pasean a su perrito les platican y les hablan y les dan órdenes como si fueran unos adolescentes.
Y les hablan con la voz enérgica, fingiendo, quizá, que el dueño de la mascota está molesto… porque es un perrito desobediente.
Nadie como Antón Chéjov enaltece a un perrito como en el cuento “La dama del perrito”, la señora casada que pasea con un perrito en las tardes a la orilla del bulevar y de pronto se aparece un galán que la seduce… seduciendo primero al animalito.
CUATRO. Ganar indulgencias
Hay animalistas que, por ejemplo, tienen en casa un zoológico. Incluso, además de los perritos comprados ex profeso, recién nacidos, también adoptan a los perritos callejeros y más cuando advierten en ellos la mirada triste del perrito abandonado habituado a la canija soledad.
Y de entrada, los llevan al veterinario para una revisadita sobre su estado de salud.
Es más, suelen ir a pasarelas de perritos callejeros y se los llevan a casa.
De seguro todos ellos tendrán muchas indulgencias en el otro lado del charco por hacer tanto bien…
CINCO. Mueven la colita…
Todos los días, los perritos comen. Y todos los días, el jefe y/o la jefa y/o los niños están pendientes.
También, claro, para el aseo y el baño correspondiente.
Todos los días, en las mañanas temprano o en la tarde tibia cuando el sol ha bajado unas rayitas el obligado paseo.
Hay perritos que por aquí son llevados el primer día al parque para ejercitarse y distraerse y dar la vuelta que al día siguiente, a la misma hora, se plantan ante el patroncito cuando aún está dormido clavando sus ojos, sin pestañear, hasta que los sacan a pesar.
Entonces, y en testimonio de gratitud, mueven “la colita” y la mueven, dichosos, contentos y felices.
SEIS. La señora K.
Hacia las 6 de la mañana, la señora K. pasea a par de perritos. Uno, un french poodle. Y el otro, un lobo siberiano. Precioso y bonito. Y al mismo tiempo, imponente, avasallante.
Da cuatro vueltas en el parque del fraccionamiento. En cada mano, sostiene la cadena de cada uno. En la derecha, la cadena del perro lobo, dueño de una fuerza descomunal, bravo, aguerrido, peleador callejero.
La señora K. también se ejercita pues mucha fuerza tiene en ambas manos. Así inicia cada día. Y se bendice.