Luis Velázquez | Malecón del Paseo
10 de junio de 2021
EMBARCADERO: Nada hace más feliz y dichosa a una persona que tener siempre amigos mayores… Más, mucho más, cuando se inicia en la juventud… Con los amigos de la edad, los días son intensos y volcánicos… Pero con los amigos mayores, además de radiantes, llenos de mesura y cordura… Con los amigos mayores se vive el presente, pero de cara al futuro… Más, porque los mayores cuentan sus historias, vivencias y experiencias, y entonces, se viven tres, cuatro, cinco vidas al mismo tiempo…
ROMPEOLAS: Fue el caso, por ejemplo, de Héctor Fuentes Valdés… En el primer tramo de la juventud sus amigos eran los siguientes… Eduardo Pérez, comerciante en el mercado popular y presidente municipal… Francisco Cardona, músico (tocaba la trompeta) y dueño de un puesto de jugos en el mercado… Amado Beltrán, campesino y tamalero los fines de semana y quien hacía los tamales de masa más sabrosos de la región… Y David Constantino García, el presbítero del pueblo, y quien además, adoctrinaba a los chicos para hacer deporte jugando basquetbol, su pasión preferida…
ARRECIFES: Héctor Fuentes tuvo amigos en la escuela primaria… Uno, Paco Montero, quien falleciera en un accidente automovilístico cuando cursaban la secundaria… Y dos, Marcelino Espinoza, quien terminando la primaria partió con la familia a la Ciudad de México y nunca, jamás, volvieron a estar cerca… Héctor pasó la secundaria sin amigos, colegas en el salón de clases y con quienes jugaba básquet… Digamos, cumpliendo la tarea deportiva escolar… Fue cuando inició su relación amical con el cuarteto de personas mayores y quienes siempre fueron generosas, muy generosas con su amistad, confianza, tiempo y espacio…
ESCOLLERAS: Con aquel cuarteto de amigos, solía platicar de tarde en tarde… Y en todos los casos, hablaba poco, poquísimo, y escucha mucho, demasiado… De hecho y derecho, se ponía un bozal y amarraba la lengua y oía las historias de los amigos mayores… Muchas ocasiones, ellos platicaban entre ellos sus vidas y vivencias y permitían que el joven aquel permaneciera a un lado, tomando un cafecito… Ellos confiaban en la discreción y que desde entonces, enseñaron como valor supremo de la vida… En las reuniones, era el simple gusto de la amistad…
PLAZOLETA: Eran generosos y algunas ocasiones preguntaban sobre las materias cursadas en la secundaria y la preparatoria y sobre los maestros y su técnica pedagógica… Tres de ellos apenas habían cursado la primaria y aprendido a leer y escribir, pero eran autodidactas y solían leer un libro cada mes, doce al año, y luego en la tertulia vespertina se los contaban como si fuera tarea… Y entonces, todos sentían que leían cuatro libros al mes… El sacerdote de aquel grupo abastecía de
los libros al grupo y que con frecuencia compraba en la ciudad cercana con el dinerito de las limosnas…
PALMERAS: Años después, aquellos hombres mayores empezaron a morir y una parte de Héctor Fuentes se fue desgajando hasta quedar en la más canija, dura y ruda de la soledad… El último sobreviviente, David Constantino, fue premiado con una beca en Roma para estudiar Filosofía y se fue y nunca volvió al pueblo porque el destino apostólico lo llevó por otros caminos… El cuarteto de amigos viejos era de hombres, pero parecían gigantes con su grandeza humana… Todos fueron de una probada honestidad “a prueba de bomba”… Y siempre vivieron “con la medianía” de sus ingresos, y lo más importante, sin tener patrones, pues cada uno tenía su propio negocito y ejercían la libertad, la libertad económica y social, a plenitud…