Luis Velázquez Expediente 2019
05 de septiembre de 2019
Veracruz chorrea sangre. La estadística de la
muerte llega a mil 300 asesinatos en la era Cuitláhuac. Y mientras el góber
desmiente los feminicidios, por ejemplo, y sigue bailando salsa, y un niño
murió atropellado por una patrulla de la secretaría de Seguridad Pública, y los
Zetas y el CJNG se declaran la guerra y matan en Coatzacoalcos y Minatitlán,
Hugo Gutiérrez Maldonado corta plantas y limpia parques y jardines en el
Santuario de las Garzas, en Xalapa.
Y, de ñapa, claro, señala para felicidad de su
góber y del presidente de la república a Miguel Ángel Yunes Linares como
presunto autor intelectual del asesinato de la alcaldesa de Mixtla, su esposo y
el chofer del Ayuntamiento.
Quizá por eso mismo AMLO dice que somos “un
pueblo feliz, feliz, feliz”.
¡Hosanna, hosanna! ¡Y por fis, sirvan igual para
todos en Los Portales!
En las últimas semanas, “tirios y troyanos” han armado
un jelengue sobre la masacre de Coatzacoalcos y sobre los feminicidios.
Teóricos y pragmáticos pelean por el número. Incluso, hasta recurren a los
libros de Derecho para definir el concepto.
Peor aún:
Con 173 mujeres asesinadas a la fecha (12 en el night
club, El caballo blanco”) ubican los municipios polvorientos.
Xalapa, la capital. Coatzacoalcos, el infierno.
Veracruz, con sus 500 años. Minatitlán, el reino de Morena. Río Blanco, el otro
infierno. Córdoba, allí donde llegara un sacerdote exorcista para curar a los
feligreses cuando debiera estar en el palacio del gobierno del estado
exorcizando al góber para sacarle del cuerpo, el corazón, el hígado y las
neuronas al Fiscal, su peor demonio,
Y aun cuando algunos municipios lideran los
feminicidios, el secretario de Seguridad Pública anda en las nubes, dando
“palos de ciego”, pues lo prudente sería, por ejemplo, multiplicar la
vigilancia en los municipios polvorientos para ver si así pudieran, digamos,
disminuir, abatir, desaparecer el oleaje feminicida.
¡Ah!, pero más importante es tomarse la foto y
treparla al mundo cibernético cortando plantitas y limpiando parques, tarea de
cada Ayuntamiento, y en todo caso, de la secretaria del Medio Ambiente.
Claro, hay lógica.
El secretario General de Gobierno baila salsa en
Villa Aldama, su paraíso terrenal, y escribe libros.
La secretaria de Turismo viaja a España para
promover el turismo europeo y se pone un vaso en la cabeza y baila “El tilingo
lingo”, y de paso, inventa el programa esotérico de “Veracruz se antoja”.
La Contralora ordena a sus escoltas impedir el
acceso de los reporteros incómodos a un evento.
El secretario de Salud se la pasa satanizando a
sus antecesores para justificar “el orgullo de su nepotismo”.
Y el secretario de Seguridad Pública corta
planta y limpia parques. Y pasea en Palacio Nacional trepando la foto a las
redes sociales como la gran obra pública del sexenio.
“Vamos bien y vendrán tiempos bonitos, bonitos
entre los bonitos, para felicidad de mi abuelita”, ajá.
TODOS
HEMOS PERDIDO LA ESPERANZA
Siguen asesinando a mujeres. Y a niños. Y
arrasando patrullas policiacas a menores. Y en vez de una luz alumbrando el
largo y extenso túnel sórdido y siniestro de Veracruz, la cruz cargada por los
8 millones de habitantes se vuelve más pesada y el camino más kilométrico, sin
final, incluso.
Ningún ciudadano, por ejemplo, ninguna familia
de norte a sur y de este a oeste de la tierra jarocha abriga la esperanza de
que pronto las nubes negras de la inseguridad, la incertidumbre y la zozobra se
vayan.
Es más, ni siquiera pudiera apostarse con fe a
la esperanza de que, en efecto, como dijera el huésped sexenal del
palacio, en 2 años pacificaría Veracruz, cuando han pasado 9 meses y
estamos peor.
Y peor, porque Veracruz ocupa el primer lugar
nacional en secuestros y compite en los primeros lugares con los feminicidios y
los infanticidios.
Y el secretario de Seguridad, caray, cortando
plantitas y limpiando parquecitos en Xalapa, más o menos igualito cuando en
Coatzacoalcos apareciera en las primeras semanas del sexenio en una escuela
“con pistola al cincho”, porque así, dijo, ha andado toda su vida y ninguna
ley, absolutamente ninguna ley, ni la Cartilla Moral de AMLO, se lo prohíbe.
De hecho y derecho, la población debiera
acostumbrarse a vivir en medio de los secuestros, desapariciones, asesinatos,
cercenados, pozoleados, decapitados, tirados a los pozos artesianos de agua
dados de baja y en los ríos y lagunas y a orilla de las carreteras y los
cañaverales y en la vía pública en calles y avenidas, porque simple y
llanamente, el regio no puede. Está rebasado. El principio de Peter azotando
cada día.
Hora, entonces, de que los presidentes
municipales pongan a sus policías a cortar plantitas y limpiar parquecitos, y
si se puede, vigilar que las personas paseando a sus perros levantan la caca de
sus animalitos.
Y más porque es la hora de la “Vida Virtuosa”.
La hora de la Cartilla Moral. La hora de “amarnos los unos a los otros”. La
hora de purificarnos en la tierra, “no mentir, no robar, no matar y no desear a
la mujer del prójimo ni del próximo”.
Lo decía Agustín Acosta Lagunes gobernando
Veracruz en el siglo pasado:
“La violencia es inevitable, ni modo”.
FLORES
PARA LOS MALANDROS
El dios de cada quien cuide a todos. Y/o como
dice el presidente municipal de Xalapa, “cuídense unos a otros”. Y/o como dice
el arzobispo de Xalapa, “solo queda rezar”.
Cuídémonos, entonces, todos, y si es posible,
ojalá que con la revolución cívica de la Cuarta Transformación, todos, también,
a cortar plantitas y limpiar el parque más cercano a casa.
Y si queda tiempo, entonces, por fis, en nombre
de la república amorosa, cada familia adopte un migrante asiático y lo lleve a
la secretaría del Bienestar para cobrar el apoyito bimestral de 5,500 pesos. Y
entre todos, organizarse para regalar una flor a un malandro.