➡️ Todas en busca del mismo salvavidas: las tarjetas del Bienestar. Un plástico que no es solo un pedazo de banco en sus manos, sino un respiro, un alivio, una promesa de que esta vez sí alcanzará para la comida, la escuela, los medicamentos.
Redacción El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca.- Formadas, inquietas, mirando el reloj, con los pies firmes sobre el asfalto caliente de la avenida Roberto Colorado, entre Jorge L. Tamayo y Manuel Hernández. Algunas llegaron al amanecer, otras acaban de aparecer en escena, y unas más—con el aliento entrecortado—corren para no quedar fuera.
Bebés en brazos, mochilas al hombro, bolsas llenas de papeles bien doblados y fotocopias listas. Jefas de familia, jóvenes madres, abuelas con miradas de hierro. Todas en busca del mismo salvavidas: las tarjetas del bienestar. Un plástico que no es solo un pedazo de banco en sus manos, sino un respiro, un alivio, una promesa de que esta vez sí alcanzará para la comida, la escuela, los medicamentos.
El sol sube, la fila avanza, la burocracia gira sus engranajes. Paciencia, murmullos, ansiedad contenida. Es la espera ritual de cada programa social, el teatro de la necesidad, la coreografía de un país donde las esperanzas llegan firmadas y selladas… pero siempre después de una larga fila.