Índice político, por Paco Rodríguez
Cuando fue verdadero rey de Oaxaca, no de Ítaca, Ulises Ruiz tuvo una actuación lejanísima a las prácticas democráticas. Fue, más bien, un autócrata. Un tirano.
Más de 200 asesinatos de activistas y maestros pesan en su conciencia. Millones de pesos del erario desviados a su peculio personal y familiar. Represión. Ingobernabilidad. Puras joyas antidemocráticas.
Y hoy al frente de una “Corriente Democrática” –no se ría, por favor—se alza como el adalid que va a recoger los despojos del PRI, tras su estrepitoso desfonde electoral del domingo más reciente.
Mapache de muchas elecciones que dieron triunfos fraudulentos al Revolucionario Institucional, Ruiz tiene acusaciones en la Corte Penal Internacional, en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que se están solventando, y una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que lo declara responsable de violaciones graves a las garantías individuales.
Cuatro de los siete ministros consideraron que el mandatario estatal no cumplió con su obligación de mantener el orden público y que su omisión derivó en desorden generalizado en la capital del estado y su zona conurbada de mayo de 2006 a enero de 2007 y en julio de 2009.
Con estos graves antecedentes, ¿puede Ulises Ruiz salvar al PRI?
¿O los priístas, como siempre, ya lo amnistiaron?