Luis Velázquez | Barandal
29 de mayo de 2021
ESCALERAS: Está probado que los reporteros escriben para dos tipos de lectores. Uno, para que entre periodistas nos leamos. Y dos, para que uno que otro político, acaso un jefe de prensa, lea los textos periodísticos.
De allí pa’lante, ni modo que los indígenas, los campesinos, los obreros, la clase baja, la clase media, la clase alta, lean periódicos.
Menos, mucho menos, un libro. Más si se considera que por lo regular, un ciudadano suele leer un libro… al año.
Y siempre, un libro de autoayuda como, por ejemplo, Cómo hacerse millonario en un dos por tres
PASAMANOS: El índice de lectura de periódicos se calibra a partir del siguiente dato: el tiraje de cada día.
Por lo general, un bajo tiraje. En el tiempo del COVID, por ejemplo, además de que los rotativos están más flaquitos que nunca, mínimo tiraje. 3 mil, 4 mil, 5 mil, acaso.
Además, la devolución de cada tiraje se vuelve insólita. Por lo regular, los voceadores y estanquillos devuelven la mayor parte.
Y en tales circunstancias, el número de lectores, en caída libre, estrepitosa, hacia el fondo del precipicio.
CORREDORES: Los primeros lectores de un periódico son los reporteros. Cada uno, hojeando el diario en los siguientes hechos:
A, si su nota informativa fue publicada en portada. B, si acaso habría sido editada a 8 columnas, o en todo caso, en la parte superior y en un recuadrito.
C, si se fue a páginas interiores y a 8 columnas, claro. D, si los colegas en los otros medios le ganaron, digamos, una exclusiva.
E, si nuestras notas terminaron en el cesto de la basura tecnológica. F, la lista de políticos golpeteados en el día de referencia en las notas, pero más, mucho más, en las columnas políticas.
BALCONES: Luego, la lectura de periódicos pasa a los jefes de prensa, primero, para checar si sus boletines fueron publicados y en qué página y sección.
Segundo, para ver el tratamiento mediático en las columnas políticas a su jefe, y en automático, al resto del gabinete legal y ampliado.
Quizá, y si bien va a un trabajador de la información, algún político por ahí revise los titulares de portada de un medio y acaso, “a ojo de pájaro” una revisadita a una que otra columna política.
A partir, el periódico se vuelve como la canción de Héctor Lavoe. Noticia fresca al amanecer. Noticia diluida al mediodía. Noticia olvidada en la tarde.
PASILLOS: En el tiempo de Ricardo Flores Magón, su periódico “Regeneración” se leía hasta debajo de los árboles tomando el fresco de la mañana o de la tarde.
Incluso, y dado el analfabetismo de la época, el maestro del pueblo, el líder campesino que sabía leer, algún chico, leían el periódico a los compitas quienes escuchaban con interés las noticias, más bien, artículos publicados, pues el periodismo de entonces era opinativo.
VENTANAS: Con todo, la incidencia de un medio es relativa. Por ejemplo:
A un político local ocupa la información que un medio local publica sobre su trabajo.
Pero mucho más interesa el tratamiento periodístico que le den (para bien o mal) en la prensa de la Ciudad de México.
En tanto, a un político en la Ciudad de México interesa, cierto, la prensa defeña. Pero más, un reconocimiento o un madrazo en la prensa extranjera.
La fuerza de la palabra periodística, antes mucho antes una leyenda, ahora está diluida. Un periódico ni siquiera, vaya, sirve para matar moscas.