Ciudad de México, 1 de marzo (SinEmbargo).- La desigualdad salarial entre mujeres y hombres fue a la baja en México durante los últimos 14 años. A pesar de la tendencia, los niveles actuales de desigualdad salarial son equiparables a los de 2011, e inclusive, superiores a los de 2014, 2016 y 2017, de acuerdo con un cálculo de la Unidad de Datos de SinEmbargo, con base en las cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).
En el penúltimo año (2005) del sexenio del panista Vicente Fox Quesada, las mujeres ganaron 17 por ciento menos que los hombres. Ello implicó que cada mes, ellas tuvieron que haber trabajado 5.1 días adicionales para obtener el nivel salarial de sus homólogos masculinos.
A partir de 2006 y hasta 2008, en los años del Gobierno del entonces panista Felipe Calderón Hinojosa, la desigualdad salarial entre mujeres y hombres aumentó 30 por ciento.
En medio de una crisis financiera internacional (en 2008) propiciada por el desplome del mercado inmobiliario en Estados Unidos, las trabajadoras mexicanas llegaron a ganar 22 por ciento menos que los hombres, o el equivalente al ingreso de 6.6 días de trabajo extra por mes.
Desde entonces, la desigualdad salarial entre mujeres y hombres comenzó a bajar a paso lento hasta alcanzar, en 2011, una diferencia de 16 puntos porcentuales. Sin embargo, en 2012 volvió a repuntar y alcanzó una disparidad de 19 por ciento.
Ya en los años de gobierno de Enrique Peña Nieto, la desigualdad laboral de género subió y bajó para cerrar el sexenio en 18 puntos porcentuales. Y en el primer año del mandato de Andrés Manuel López Obrador –siguiendo la misma tendencia que en 2013, durante el primer año de Peña– la desigualdad comenzó a bajar.
De acuerdo con cifras del Inegi al cuarto trimestre de 2019, el ingreso promedio de las mujeres en México equivalió a 2.2 salarios mínimos mensuales por jornada de trabajo. En cambio en el mismo periodo, el salario promedio de los hombres fue igual a 2.6 salarios mínimos por mes.
Esta diferencia de 16 puntos porcentuales reales implica que las mujeres tendrían que trabajar 4.8 días adicionales mensuales, para igualar los ingresos promedio de un trabajador del género masculino.
Las cifras de la Unidad de Datos de SinEmbargo al cierre del año pasado coinciden con los resultados del “Segundo Informe del Observatorio de Trabajo Digno” de la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza (ACFP).
Para ACFP, la desigualdad salarial de las mujeres frente a los hombres (-16 por ciento) hace que la pobreza las afecte más a ellas que a ellos. Además indica que “México tiene un mercado laboral peor que la mayoría de América Latina […] sobretodo en la exclusión y discriminación de las mujeres”.
La desigualdad distributiva y proporcional de los salarios promedio percibidos por mujeres y hombres al cierre del año pasado está relacionada, sobre todo, con la desvalorización del trabajo de la mujer y la falta de acceso a los mercados laborales.
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El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) refirió en su “Informe de Brecha Global de Género 2020” que a pesar de que México es uno de los países con mayor mejoría en el último año, “las brechas significativas tanto en salarios como en ingresos muestran cómo las mujeres son menos valoradas que los hombres en el lugar de trabajo”.
Aunque el WEF reconoce que la mejoría se debió a que México cerró “casi por completo” sus brechas educativas y de salud por cuestiones de género, así como al “gran aumento” en el número de mujeres en altos puestos gubernamentales –tal y como sucedió en los poderes Legislativo y Judicial– que reduce la brecha de “empoderamiento político”, puntualizó que las mujeres aún luchan por alcanzar puestos directivos, además de que “no son muy activas en el mercado laboral”.
Las cifras trimestrales del Inegi refieren que una de cada tres mujeres está ocupada de manera formal, mientras que uno de cada dos hombres participa de la población económicamente activa (PEA) ocupada formal. Pero según el WEF, “sólo el 47 por ciento de las mujeres están en la fuerza laboral”, siendo que “el 26.4 por ciento de ellas trabaja medio tiempo”, no obstante que “las mujeres continúan gastando [hasta] tres veces más que los hombres en actividades de cuidado doméstico no remuneradas”.
En ese sentido, la organización internacional indicó que entre los países de Latinoamérica y el Caribe, México tiene la segunda participación más baja de mujeres en la fuerza laboral, después de Guatemala.
El cálculo de la Unidad de Datos de SinEmbargo arrojó que la diferencia salarial acumulada entre mujeres y hombres en el último año fue equiparable a una derrama económica de al menos 342.7 mil millones de pesos.
Si México aumentara su fuerza laboral femenina para que el 63 por ciento de las mujeres participara del mercado laboral en igualdad de condiciones, el impacto económico sobre el Producto Interno Bruto (PIB) nacional sería de 28 puntos porcentuales, o de 6.8 millones de millones de pesos a precios de 2019, de acuerdo con estimados del “Índice de Mujeres en el Trabajo 2019” de la firma PricewaterhouseCoopers y datos del Banco de Información Económica (BIE) del Inegi.
OCUPACIÓN E INGRESO
Casi siete de cada 10 mujeres ocupadas –con empleos especificados– se desempeñaron como comerciantes y/o vendedoras, así como en trabajos de servicios personales y domésticos, además de aquellos industriales, artesanales y de ayudantía.
En estos tres grupos de actividades económicas y en promedio, ellas recibieron 33, 24 y 41 por ciento menos ingresos que sus homólogos masculinos.
Entre los empleos con más plazas registradas de mujeres al cuarto trimestre de 2019, también estuvieron los puestos de oficinista, de profesionistas, técnicas y trabajadoras del arte, así como aquellos relacionados con la educación. Sin embargo, ellas recibieron nueve por ciento menos ingresos que los hombres, en los dos primeros casos, y 13 por ciento menos salario en el último.
El resto de las actividades económicas realizadas por mujeres registró una desigualdad salarial de entre cinco y 16 puntos porcentuales, salvo en el caso de las mujeres dedicadas a trabajos de protección, vigilancia y fuerzas armadas, cuyo ingreso fue uno por ciento superior al de los hombres, al cierre del año pasado.
Las cifras oficiales analizadas por SinEmbargo también indican que los deciles con menor ingreso tienen más proporción de mujeres que los de mayor ingreso, al contrario que en el caso de los trabajadores de sexo masculino, además de que en aquellos empleos no remunerados, las mujeres tienen mayor participación porcentual que los hombres, como proporción de la PEA ocupada por género, al cuarto trimestre del año pasado.
Por un lado, el 81 por ciento de las mujeres y el 77 por ciento de los hombres tienen ingresos mensuales de hasta tres salarios mínimos (ó 9 mil 241 pesos). Por el otro, el 11 por ciento de las mujeres y el 17 por ciento de los hombres tienen salarios que van de más de tres a más de cinco salarios mínimos (entre 9 mil 241 y más de 15 mil 402 pesos) mensuales.
En el caso de los empleos sin remuneración económica de por medio, las cifras analizadas indican que la disparidad es de ocho por ciento de mujeres contra seis por ciento de hombres.
A esta situación se suma el grado de informalidad laboral y de ocupación informal.
De acuerdo con el Inegi, la tasa de informalidad laboral se refiere a la suma de personas que son laboralmente vulnerables por las condiciones de trabajo en las que están inmersas, o por la falta de prestaciones laborales ya que, como trabajadoras, no son reconocidas como tal en su fuente de trabajo. En cambio, la tasa de ocupación en el sector informal mide el número de personas que trabajan en actividades no reguladas o gravadas por el gobierno.
Hasta el último trimestre de 2019, el grado de vulnerabilidad por falta de condiciones o prestaciones laborales fue mayor para mujeres (57.6 por ciento de la PEA femenina ocupada) que para hombres (55.3 por ciento de la PEA masculina ocupada). Asimismo, la ocupación informal fue superior para ellas (29 por ciento de la PEA femenina ocupada) en comparación con ellos (26.4 por ciento de la PEA masculina ocupada).
Por estas y más razones, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) ha referido que “las mujeres que se insertan en el mercado laboral lo hacen en condiciones desfavorables: son ellas quienes asumen la carga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, por lo que buscan empleos más flexibles, y es más frecuente que ellas interrumpan su carrera profesional para atender estas actividades”.
Las cifras de ACFP refieren al respecto que “las mujeres empleadas dedican una jornada completa adicional a labores de cuidado y domésticas (43 horas)” cada semana, mientras que los hombres acaso dedican 17 horas.
“En relación con las brechas salariales y la ocupación, se aprecia que el conjunto de actividades relacionadas con el trabajo dentro del hogar como el trabajo doméstico, de cuidado, lavandería, planchaduría, choferes y cocina, presenta la remuneración más baja en comparación con el resto de categorías, así como la brecha salarial más alta en la población ocupada. Es decir, las mujeres en esta ocupación enfrentan una doble discriminación, por el tipo de trabajo que realizan y por ser mujeres, ya que en promedio su ingreso es menor comparado con el de los hombres, aunque ambos realizan trabajo dentro del hogar”, señaló Inmujeres en su informe de “Brecha salarial de género en México” (2016).
Asimismo, los datos de ACFP indican que “hay más del doble” de mujeres que de hombres desempleados. De acuerdo con sus datos, en México el 18 por ciento de las trabajadoras (ó 4.6 de 25.5 millones de mujeres) están en situación de desempleo. En contraste, sólo el ocho por ciento de los trabajadores (ó 2.9 de 36.2 millones de hombres) no tienen empleo.
Sobre este último punto, Inmujeres refiere que “la situación de las mujeres en relación con los ingresos las coloca en una condición de vulnerabilidad que afecta su autonomía y empoderamiento económico“.