En los primeros días de 2009, en pleno verano austral, hice una breve visita a Montevideo. De esa ocasión rescato dos episodios que se sucedieron el mismo día: me presentaron a Jorge, un amable uruguayo que había sido embajador en Costa Rica representando al gobierno conservador de Batlle.
Sin ningún preámbulo, me hizo saber que admiraba profundamente a nuestro presidente en turno, que lo consideraba un patriota, con una valentía a toda prueba que inspiraba a todo el continente americano.
Le dije que la percepción de la gente en México era muy distinta, que el gobierno de Calderón había desatado la guerra contra el narcotráfico de manera selectiva. Que se combatía a unos cárteles, pero que otro, el más poderoso, desde la época de Vicente Fox, era intocable. Que el gobierno federal y muchos estados, estaban penetrados por ese grupo y los dos presidentes panistas pasarían a la historia como simples testaferros del narcotráfico que ejercía el poder “tras el trono” en una porción importante del país.
Percibí su contrariedad y desilusión pues él esperaba una opinión que reafirmara su información y convicciones.
Un par de horas más tarde, abordé a tres personas que se encontraban platicando en una sombreada banca del centro Montevideano para que me orientaran sobre alguna librería y un sitio recomendable para comer.
Tomó la iniciativa en la respuesta un hombre rubio y calvo que se encontraba en medio de una atractiva mujer de edad madura y un joven muy sonriente: “la librería la tenés aquí a media cuadra, y para comer el “mercado del puerto”. ¡Era el gran Eduardo Galeano!
Genaro García Luna, un ingeniero mecánico habilitado como policía, fue el creador y director de la temible Agencia Federal de Investigación en el gobierno de Vicente Fox, entrando en complicidad de inmediato con el narcotráfico.
Felipe Calderón, premió sus “habilidades” incluyéndolo en su gabinete como Secretario de Seguridad Pública distinguiéndose como el hombre fuerte de un gobierno débil inmerso en la corrupción.
A partir de estos puestos, dio una protección total al cártel de su preferencia, que incluía nombramientos de jefaturas afines, acompañamiento policiaco en las cargas de narcóticos, persecución de otras mafias y mediatización del propio ejército mexicano. Esta determinante complicidad permitió se “inundara” el mercado de drogas en los Estados Unidos.
El fiscal general de los Estados Unidos, Donohue conoce y se refiere a los delitos que García Luna cometiera en perjuicio de las leyes americanas. La condena insinuada (cadena perpetua) podemos ver, es equiparable a la que recibiera el “Chapo” Guzmán lo cual demuestra la extrema gravedad de sus faltas.
Sin embargo, las violaciones legales que en México cometió este sujeto no son por si mismas lo peor. La traición a la gente que había depositado su confianza para salvaguardar sus bienes y vidas, se hizo patente.
Alentó y fomentó la violencia de forma creciente y minuciosa encontrando como beneficiarios materiales exclusivos a Vicente Fox Quezada, Felipe Calderón Hinojosa y un conjunto de apátridas similares.
Durante los gobiernos panistas surgieron innumerables testimonios y pruebas documentales que incriminaban a García Luna y a los propios presidentes pero fueron violentamente desestimados.
En una reciente entrevista, el panista Diego Fernández de Cevallos señalaba que “Calderón era responsable políticamente y probablemente en el ámbito judicial, porque él puso al Secretario de Seguridad, y es INVEROSÍMIL que desconociera el comportamiento de su secretario, y si no lo supo pues fue un idiota…”
¡La historia se empieza a escribir tardíamente sobre los gobiernos emanados de Acción Nacional. Esperemos contenga los juicios a sus expresidentes!