Redacción El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca.– Esta mañana, nuestra querida ciudad despertó envuelta en un manto blanco, como si alguien hubiera dejado abierta la puerta de un sueño.
La densa neblina convirtió las calles en una película en blanco y gris. Algunos conductores se tomaron la molestia de encender las luces, otros —con la audacia que solo da la costumbre— siguieron como si nada, desafiando la escasa visibilidad.
Por supuesto, la neblina no duró mucho. Hacia media mañana, el sol, con su paciencia de siempre, comenzó a deshilachar ese velo blanco, dejando tras de sí el paisaje habitual. Pero durante unas horas, la ciudad se convirtió en un lugar distinto: uno donde lo conocido se volvió incierto y lo cotidiano, un poco más poético.