Ciudad de México.- Familias, profesores y alumnos se han adaptado a las clases en línea desde el cierre de las escuelas el pasado marzo en Estados Unidos debido a la pandemia de coronavirus. Pero sin ginmasia ni la oportunidad de correr en el recreo, los niños pasan sus horas lectivas sentados frente a una pantalla. Una situación tentadora para picotear comida entrehoras y que preocupa a los expertos en obesidad infantil: si a menudo aumentan de peso durante el verano, ahora lo harán sin duda, incidiendo en un problema de salud pública que ya es grave.
“El peso ganado cada verano se acumula año tras año, ya que los niños generalmente no lo pierden cuando regresan a la escuela”, explica Andrew Rundle, que dirige el proyecto de investigación de obesidad infantil en el Centro de Salud Ambiental Infantil de Columbia (Universidad), a The Washington Post.
“Básicamente, hemos duplicado su tiempo fuera de la escuela, y todos los factores de riesgo de aumento de peso que vemos en el verano se verán agravados por el cierre”, añade.
Los niños que pertenecen a minorías raciales y étnicas corren un mayor riesgo de aumento de peso cuando están fuera de la escuela, según la investigación. No solo están fuera de las aulas, el distanciamiento social también mantiene a muchos confinados.
“Esta pandemia tendrá múltiples impactos en la salud y el desarrollo de la infancia, colocando a los niños en mayor riesgo de sufrir obesidad. Es probable que esto tenga un impacto duradero a lo largo de sus vidas”, señala Rundle.
Un estudio de 2016 reveló que la obesidad aumentó del 8.9% al 11.5% durante los dos veranos entre el jardín de infancia y el final del segundo grado, mientras que el sobrepeso aumentó del 23.3% al 28.7%, sin aumento durante los años escolares.
El aumento de la obesidad tras casis seis meses de cierre de las escuelas podría resultar en un aumento de 4,8 puntos porcentuales en la obesidad infantil, según Joseph Workman, profesor asistente de sociología en la Universidad de Missouri en Kansas City y uno de los autores del estudio “Este sería un caso de una crisis de salud pública que exacerbaría otra crisis de salud pública”, añade Workman.
La obesidad afecta en Estados Unidos a 13,7 millones de niños y adolescentes de entre 2 y 19 años (o al 18.5%), según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Desglosado: el 13.9% entre los niños de 2 a 5 años, el 18.4% de 6 a 11 años y el 20.6% entre los 12 y 19, según los CDC.
Los hispanos y los afroamericanos son los que sufren las tasas más altas de obesidad frente a los niños blancos, según la investigación. En concreto un 28,5% y un 22% respectivamente, en comparación con los blancos, que la sufren en un 14,1%, según los CDC. El estudio sugiere que estas disparidades son debido a la genética, la fisiología, la cultura o al estado socioeconómico.
“La obesidad infantil es lo que me gusta llamar la pandemia insidiosa”, afirma Joan C. Han, profesora asociada de endocrinología pediátrica de la Universidad de Tennessee. “A diferencia del coronavirus, que rápidamente se convirtió en una amenaza mundial, la obesidad infantil se ha extendido más silenciosamente, triplicando gradualmente su incidencia a lo largo de décadas, pero lo que se podría argumentar es aún más mortal y debe tomarse muy en serio”, argumenta.
Según las investigaciones, la tasa de obesidad infantil se ha más que duplicado en las últimas décadas entre los niños en edad preescolar, así como entre los 12 y los 19 años, y se ha triplicado entre los 6 y los 11 años.
“Cuando comienzan las vacaciones de verano os niños ven mucha más televisión, y eso ocurre especialmente en familias de bajos ingresos. La televisión es un importante predictor de obesidad”, apunta Paul von Hippel, profesor asociado de política pública, sociología y estadística en el Universidad de Texas en Austin. El investigador agrega que aún no está claro si la influencia de la televisión alienta a los niños a hacer menos ejercicio o a comer más.
El confinamiento junto a padres que están teletrabajando desde casa probablemente contribuya al disminuir la actividad física “especialmente para los niños que viven en áreas urbanas con acceso limitado al espacio exterior seguro para el distanciamiento social”, agrega Eliza Whiteman Kinsey, investigadora postdoctoral de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia.
Además, los ciudadanos están adquiriendo menos alimentos frescos y más productos procesados como galletas o bollería, que no suelen ser saludables, pero duran más, según los expertos. “En un supermercado pude ver los estantes de verduras y frutas intactos”, recuerda Rundle.
Muchas familias sin recursos dependía de los menús escolares para alimentar adecuadamente a sus hijos. Con las escuelas cerradas y el país sufriendo una dura recesión económica que ya ha dejado más de 33 millones de desempleados. “Los alimentos más baratos se encuentran entre los menos saludables. Esto contribuye al riesgo desproporcionadamente mayor de obesidad entre los niños en situación de pobreza”, explica Han.
Diferentes estudios han demostrado que la obesidad infantil augura consecuencias peligrosas para la salud en la edad adulta. “El aumento de peso poco saludable, incluso a partir de los 5 años, crea una trayectoria de aumento de peso durante toda la vida”, recuerda Rundle, Hipertensión, diabetes, enfermedades cardíacas, cáncer y derrame cerebral, son algunas de las enfermedades relacionadas, señala el profesor.
Los expertos instan a los padres a alimentar a sus hijos con más legumbres verduras y frutas, descartando productos procesados, bebidas carbonatadas y dulces. “Llegamos a esta situación sin un plan. Y no sabíamos cuánto duraría. Puede ser divertido comer pasteles durante una semana o dos, pero a medida que las semanas se convierten en meses, se necesita un plan más sostenible”, concluye von Hippel.
Récord de obesidad en 2030
Se estima que casi la mitad de la población de EE. UU. será obesa y una cuarta parte tendrá problemas de obesidad severa en 2030, según estudio de la Harvard T.H. Chan School of Public Health publicado a finales del año pasado.
En diez años, se proyecta que 29 estados tendrán poblaciones mayoritarias obesas y un 35% de la población de estas áreas sufrirá esta enfermedad. Los estados con las tasas de obesidad más altas proyectadas para 2030 son: Oklahoma, Alabama, Arkansas, Mississippi, West Virginia y Louisiana.
Zachary Ward, autor principal del informe, agurmentó que los estadounidenses necesitan “cambios estructurales reales y de política a nivel local, estatal y nacional para revertir las tendencias de la obesidad”. “El cambio de comportamiento individual no ha funcionado hasta ahora. Hemos estado hablando de la obesidad y de decirle a las personas que pierdan peso durante años, pero sigue aumentando año tras año”, concluyó.
Con información de Telemundo