Redacción El Piñero
Oaxaca, México.- La pandemia ocasionada por la COVID-19 arrebató a Oaxaca y al mundo la oportunidad de admirar la cultura milenaria que es Oaxaca y que se proyecta a través de los bailes que ahí se presentan.
El cerro del Fortín y la rotonda de las azucenas, lucieron vacíos, en silencio, con una añoranza por los acordes de música y pasos que a los que están ahí les enchina la piel y a los que están lejos los transporta a sus raíces.
Pero la Guelguetza no solo es una ventana para mostrar lo que fuimos y somos como estado a nuestros paisanos, también es para admirar a visitantes de todo el mundo y a publicó de geografías tan lejanas como Europa y Asia.
La COVID-19 impidió que delegaciones de todas las regiones llegaran a Oaxaca capital, inundaran de alegría las calles de la colonial Oaxaca y que el mezcal, café, chocolate, pan, jugo de piña, y otras ‘guelaguetzas’ hablaron de qué son esos pueblos y ayudaran a construir amistades que nunca terminan y que esperan con ansias encontrarse cada julio frente a Santa Domingo.
Sin embargo, la tecnología ayudó para que este año, nuestros corazones no estuvieran faltos de Oaxaca, y que a pesar de que como dice canción Mixteca ¡Qué lejos estoy del suelo donde he nacido!, pudimos vibrar con nuestros lunes del cerro a través de distintas trasmisiones.
Oaxaca, está detenido, preparándose para que el centro se llene de colores, música, sabores y olores, para que el cerro del Fortín como hace siglos y hace un año vibre con los visitantes y vida a través de la música y los pasos de baile, y se convierta en el escenario de un mosaico cultural como lo es Oaxaca a través de la Guelguetza, este vocablo zapoteca que engloba lo que es nuestro estado.