- Operado ocho veces…
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. El mal de la próstata
Según el urólogo, de cada diez hombres de 60 años de edad en adelante, nueve están enfermos de la próstata.
Y el mal de la próstata consiste, primero, en unas ganas irrefrenables de ir al baño a cada rato, y luego, a que las ganas ganen, y tercero, cáncer de próstata.
Después, la muerte.
Es un mal, claro, propio de la edad, a tono cuando en la llamada tercera década que más bien constituye séptima, octava, novena década, las enfermedades de la caja de Pandora caen en el cuerpo humano.
Entre ellas, y otras peores, el Alzheimer, el mal de Parkinson, el cáncer en otras partes del cuerpo, y la depresión y que tantas muertes suele originar.
Ninguna cura hay para erradicar por completo el mal de la próstata. Acaso, dice el urólogo, puede controlarse.
Y así, más o menos controlada a base de medicina, puede conservarse la calidad de vida.
Claro, se trata de un tratamiento médico oneroso, pues, y por ejemplo, una sola medicina, que dura treinta días, cuesta mil 200 pesos.
Además, de otras dos pastillitas complementarias.
Y gastar mil 200 pesos cada quincena para un pensionado que recibe entre mil 500 a 3 mil pesos está en chino.
Bastaría recordar, por ejemplo, la vida de un anciano indígena, donde y por lo regular el pago de una jornada en el campo es apenas, apenitas, de 70 pesos.
DOS. Ocho veces operado de la próstata
Todas las enfermedades son terribles si se considera que la salud se deteriora.
En el caso de la próstata, por ejemplo, resulta angustiante sentir, de pronto, zas, las ganas incontrolables de miccionar.
Algunas personas de 60 años y más (quizá también de menor edad y que suele darse) van al baño cada media hora.
Y lo malo es que en cada idita al baño apenas, apenitas se miccionan unas gotitas, un chorrito como decía Gabilondo Soler, el grillito cantor, el Cri-cri.
Así, la vejiga queda insatisfecha y al ratito otras gotitas y así el día y la noche.
Lo más terrible es en la noche cuando cada media hora, o menos, la persona ha de levantarse al baño y por añadidura, el sueño es a medias, y al día siguiente cuando ya amaneció pareciera que la noche se pasó en vela.
Un vecino de 65 años ha sido operado ocho veces de la próstata, apostando cada vez a mejorar, pero la vida se le ha ido en medio de la esperanza.
Cada vez el urólogo le dice que solo con la operación puede curar, pero, bueno, tantas operaciones ya parecen “una tomadura de pelo”.
TRES. “Te orinaste”
Hay hombres enfermos de la próstata que de plano cargan una botellita de un litro, por ejemplo, cada vez que andan en la ciudad para si de pronto las ganas los asaltan, entonces, orillarse por ahí (con riesgo de que la policía los descubra) y miccionar, pues de aquí a llegar a una gasolinera puede perder el control y ni modo humedecer la ropa interior y el pantalón.
Otros, sin embargo, escuchan el sabio consejo, ajá, del urólogo de abstenerse de tomar agua lo menos posible para evitar la frustrante sensación.
Y más cuando acuden a una cita o salen a la calle.
El caso es que la medicina, a veces, ayuda un poco, pero por lo general, cuando la próstata ya anda con el mal encima está canijo.
El médico suele aconsejar, entonces, una operación.
Pero, en efecto, la operación ayuda un poquito, digamos, unos años, para andar por la vida como una persona normal, digamos, de unos treinta años, pero luego, el mal regresa, campeón invicto.
Lo peor es cuando en una reunión, el amigo de al lado le dice a uno:
“Te orinaste”.
Y uno, ni siquiera, vaya, lo sintió.
CUATRO. Antes como antes y ahora como ahora
La vida es así de rara, extraña y fascinante:
El mundo del joven suele ser el antro, la pachanga, la euforia y el motel.
Pero el mundo a partir de los 60 años gira alrededor del consultorio médico, la farmacia, el quirófano y la iglesia para pedir perdón al Señor Todopoderoso de tantos pecados veniales y mortales cometidos.
Simple y llanamente es ley universal.
Con todo, y sin embargo, lo importante es la calidad de vida, cierto, en la juventud, pero más, mucho más, en la llamada tercera edad, tercera década, “70 y más” como se intitula uno de los 6 mil 500 programas sociales del gobierno.
Un viejo lo dice así:
“Antes como antes y ahora como ahora”.
Y más, si se considera que la juventud es un tramo demasiado corto en la vida y la vejez una carretera sin final, donde con frecuencia pareciera atravesarse un largo y extenso túnel, sin ninguna lucecita alumbrando la oscuridad y la noche.
CINCO. Tomar cariño al urólogo
En fin, que el enfermo de próstata suele bajar todos los santos y vírgenes del cielo pidiendo misericordia para dejar de miccionar a cada rato en el transcurso del día y de la noche y nadie de la corte celestial escucha, quizá porque andan ocupados con que Corea del Norte ni Estados Unidos aprieten el botón nuclear.
Pero, bueno, mucha suerte a los 800 mil ancianos de Veracruz para acostumbrarse a vivir con la próstata enferma y de paso, solo queda tomar cariño al urólogo para tratarlo como una persona querida más de la familia.
Es el único consuelo que resta para hacer gratificantes los días por vivir.