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La población de Veracruz ya condenó a Javier Duarte; “a todos engaño”

El Piñero

  • El construyó su destino…

Escenarios

Luis Velázquez

Veracruz.- UNO. Javier Duarte, condenado

La población de Veracruz ya condenó a Javier Duarte. En el ejercicio del poder, embustero, mentiroso, abusivo. Desvío de recursos. Empresas fantasmas. Desaparición forzada de personas y cadáveres. Por eso, ahora cuando envía cartitas para declararse ángel de la pureza, sabrá Dios si alguien le crea. Quizá, su familia. Acaso, su señora madre. Karime. Algún hermano.

Pero en el sentir ciudadano, su legado es catastrófico. Bastaría referir que hasta el presidente Enrique Peña Nieto, quien lo declarara con César Duarte y Roberto Borge, el modelo de la nueva generación política, destapó la caja de Pandora y permitió que el gobernador Yunes lo llevara a juicio.

La casita de Woodlans, dice, no es mía. Tampoco el despacho en un edificio de Texas. Menos, mucho menos, clama y reclama, Karime vive con lujos en Londres. Mi familia vive con austeridad. Sin servidumbre. Y mi esposa y mis hijos viajan en el transporte público.

Y aun cuando tengo mis ahorritos, jura y perjura, mi familia y algunos amigos me permiten sostener a Karime y mis hijos en la Gran Bretaña.

Pero sabrá el chamán si de norte a sur y de este a oeste de Veracruz habrá personas, familias, que crean en su palabra.

Y es que desde hace mucho tiempo, Duarte, el político preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, perdió toda credibilidad.

El mismo, en su codicia, tuvo la culpa.

 

DOS. “A todos nos engañó”

 

La frase bíblica de su ex diputado local y ex secretario de Educación y General de Gobierno y gobernador durante 40 días, Flavino Ríos Alvarado, es simbólica, indicativa y significativa. Lo dice todo:

“Era mi amigo, pero a todos nos engañó”.

Y si “a todos nos engañó”, entonces, con sus cartitas a la opinión pública quizá estaría siguiendo el acto demiurgo del cronopio argentino, Julio Cortázar, cuando decía que “escribir purifica, pues los demonios se exorcizan”.

Duarte, claro, se purifica jugando a las cartas con un chino con quien se entiende a señales y con risitas, aun cuando nada fácil sería que ya le habría enseñado español.

También se purifica gritando una y otra vez que es inocente, aunque Peña Nieto lo dejó solo y por razón poderosa será.

Por eso cuando escribe que “de no ser por la persecución de que mi esposa y mis hijos son víctimas del gobernador Yunes… no tendría la necesidad de que vivieran en otro país”.

¡Ay, Dios mío, “los carniceros de hoy serán las víctimas del mañana”.

 

TRES. Duarte “se cura en salud”

 

Durante casi 6 años, Duarte engañó y estafó a la población. Perdió, entonces, lo más valioso en la vida de un político como es la confianza.

Se pitorreó de todos. Y con exceso. Y desdén. Y menosprecio y desprecio.

Por eso, las mismas elites priistas están seguras de una realidad: el “Efecto Duarte” es un lastre. Su nombre y su gobierno y su casi sexenio sembró demasiado, excesivo hartazgo. Coraje. Indignación.

Simple y llanamente, todos ellos “se pasaron de tueste”.

El colmo:

Preso en la Ciudad de México, treinta y cuatro duartistas internos en el penal de Pacho Viejo, orden de aprehensión contra Karime Macías, 500 denuncias penales de la Contraloría y el ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, por desvío de recursos en la Fiscalía en contra de un número incalculable de duartistas, la gubernatura, la mayoría en el Congreso y 173 presidencias municipales perdidas para el PRI, todavía Duarte sigue “curándose en salud”.

Y de ñapa, todavía profetiza, como si tuviera bolita de cristal para descifrar (y anticipar) el futuro.

CUATRO. Duarte construyó su destino

 

Y profetiza diciendo en su carta al reportero Ciro Gómez Leyva, que el 2 de julio, Miguel Ángel Yunes Linares y su familia “comenzarán a preocuparse ya que todos los abusos y arbitrariedades, violaciones a la ley, delitos que ha cometido… se le van a revertir”.

Encarcelado, se basa en un principio general de la física: “A toda acción le corresponde una reacción con la misma intensidad”, dice.

Ok.

Su lenguaje es mesiánico. Nadie, claro, por más esotérico que se crea y sienta, adivina el futuro.

Además, de por medio hay procesos penales que siguen a Duarte y los suyos y ninguna cartita exonera y purifica.

Más aún:

Carrera meteórica que en un dos por tres lo llevó a subsecretario y secretario de Finanzas y Planeación y diputado federal y gobernador (gracias, claro, a Fidel Herrera Beltrán)…

Adorado por sus barbies en turno que desfilaban en su vida como en un carrusel de caballitos en feria pueblerina…

Seductor de Enrique Peña Nieto, a quien se le metió hasta la cocina de Los Pinos…

Exonerado por el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, quien nunca procedió ante las denuncias penales de la Auditoría Superior de la Federación…

Javier Duarte y sus asesores nunca miraron el futuro.

Y destruyeron su presente y le dieron en la torre a una carrera pública que pudo haber sido brillante.

Todavía más:

De ñapa, acabó con el ciclo ascendente de otros políticos, sus compañeros de gabinete en el tobogán yunista.

Ahora, solo queda entonar a José Alfredo Jiménez porque “ya ni llorar es bueno/ cuando no hay esperanza”.

Y luego, pasar a Pedro Infante con su “Carta a Eufemia”… que a lo mejor ni recibiste… pero “ya sabrás que entre nosotros todo terminó”.

El destino se construye. Y Javier Duarte construyó el suyo.

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