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La pretensión del PRI de acalambrar a todos con chantaje y miedo

El Piñero

Vicente BELLO/TREN PARLAMENTARIO

Ciduad de México.-El Partido Revolucionario Institucional (PRI) pretendió ayer, una vez más, espantar al país con el petate del muerto. Si no hubieran aumentado los precios de las gasolinas -dijo ayer, día de sesionar de la Comisión Permanente, el coordinador priísta César Camacho Quiroz-,  entonces se hubiera requerido elevar impuestos, aumentar la deuda externa o desaparecer programas sociales como el Prospera, o incluso eliminar las campañas de vacunación.

Le buscaron los priístas. Ya. Ya. Y se colocaban exactamente en el mismo terreno que, en la calle, habían estado roturando sujetos embozados para sembrar el pánico en la población mediante el rumor y el saqueo.

En la Cámara de Diputados, ayer, durante la sesión de la Comisión Permanente, el PRI pretendía también inyectar el miedo, a través de las voces mordientes de sus diputados y senadores.

“No habría cómo sufragar la pensión para adultos mayores, el seguro popular, los apoyos económicos a productores agrícolas o tampoco habría recursos para construir carreteras, dar mantenimiento a caminos”, arremetió también, en conferencia, Camacho Quiroz buscando inocular en el alma de los mexicanos ese veneno que tantas veces el PRI ha utilizado para amorcillar a la sociedad: el veneno del temor.

Discurso con inobjetable cariz intimidante el de César Camacho Quiroz. “Recortar el gasto público para seguir subsidiando la gasolina”, insistió el capataz que Enrique Peña Nieto impuso a la diputación priísta de San Lázaro, “equivaldría al doble del presupuesto de la Secretaría de Desarrollo Social, a la mitad del presupuesto anual del IMSS”. Y el redoblamiento de la admonición: “Por todo esto (el gasolinazo) resultaba inevitable”.

Rengueaba (figuradamente) César Camacho Quiroz durante el sesionar de la Comisión Permanente. Una espina muy grande traía clavada en el calcañal: el senador priísta de Chihuahua, y exgobernador, Patricio Martínez, acababa de dar a conocer una carta que le había enviado a su dirigente nacional, Enrique Ochoa, en la que pide sea revertido el aumento de los precios de las gasolinas, “y escuchar a los ciudadanos que, en todo el país, han expresado su descontento por la medida”.

Esta determinación del PRI de infundir el miedo hizo que todos los priístas, al final de la sesión, convocaran a los medios a conferencia. Y ahí, como el apostille en un cuento de terror, volvían a inocular ese veneno que tantas y tantas veces les ha funcionado para acalambrar a los mexicanos: el miedo, siempre envuelto éste en la amenaza velada. O directa.

“Gastábamos cerca de 200 mil millones de pesos al año para mantener un precio artificial”, dijo otra vez César Camacho Quiroz. “Y sostenerlos un año más habría tenido implicaciones, (como) la elevación de los impuestos, el aumento de la deuda…” Y toda la letanía aquella.

Lo que el PRI buscaba, como primera intención, era justificar el brinco de casi cuatro pesos que Enrique Peña Nieto hizo que diera el precio de las gasolinas y el diesel; sin contar la no menos irritante, sádica, subida del precio del gas doméstico (en la ciudad de México, un tanque de 20 kilos que costaba en diciembre 260 y tantos pesos, amaneciendo enero se disparó a los 325. ¿Así, en esa proporción se disparaba en los 31 estados de la Federación? Por la reacción más que airada de la gente, se temía que sí.

Pero del gas no se hablaba ayer en la Permanente. Tampoco del alza de la tarifa de la luz, anunciada, la víspera del año, así: más de 4 por ciento para empresarios, y más de 2 por ciento para uso residencial.

César Camacho, en su conferencia, no aceptó preguntas… Pero, impune, hubo dicho también: “quienes militamos en el PRI e integramos el Congreso de la Unión (se refería por supuesto a diputados y senadores priístas), asumimos con responsabilidad esta medida y expresamos nuestra completa solidaridad con el presidente Enrique Peñas Nieto con las medidas que ha adoptado”.

Hacía unos instantes, en el sesionar de la Comisión Permanente estalló el primer debate del año. Un debate a todas luces irritante para el PRI. Tan no le gustó al PRI que eran casi las nueve de la noche y la Cámara de Diputados todavía no bajaba la versión estenográfica de una sesión, la de la Permanente, que había concluido desde las tres y pico de la tarde.

Diputados del Morena, PRD y Movimiento Ciudadano les habían metido “una soberana chinga” en la tribuna, haciéndolos ver como unos cínicos, traidores a la Patria, traidores a la gente; unos infames sujetos (hombres y mujeres) que optaban por obedecer ciegamente a Peña Nieto.

Un presidente de la República que ante el clamor creciente de la población, ha preferido echar mano de las herramientas del facismo (el terror) para la continuación de una reforma energética que ahora comienza a mirarse huérfana.

Excepto los diputados y senadores de Morena y PT, y en lo individual algunos del PRD y de Movimiento Ciudadano, el resto de los legisladores (PRI, PAN, la mayoría perredista, la dirigencia del PT, el primer círculo de Movimiento Ciudadano, todos los infames del Pvem, y del Panal) habían votado en   favor.

Los saldos de la Comisión Permanente fueron controlados por el PRI: no permitieron éstos que el Pleno convocase a un periodo extraordinario para revisar y modificar las leyes que hicieron desembocar en el mega gasolinazo.

Apenas el Pleno consiguió un acuerdo para que se reúnan los titulares de Hacienda, Energía, Pemex y otros cuatro de segundo pelo relacionados con la energía, para que expliquen el aumento.

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