- El crimen de la esperanza
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- Uno. La víbora chillando…
El sacerdote José Alejandro Solalinde (apóstol de la Teología de la Liberación, defensor de los migrantes, paladín de los derechos humanos, el uno y el dos con Andrés Manuel López Obrador) pasó por aquí y “dejó la víbora chillando”.
El miércoles 22 de marzo dijo en Xalapa:
“Me consta que un obispo de Veracruz recibió favores de Fidel Herrera y Javier Duarte”.
Tiró la piedra y escondió la mano. Omitió el nombre del obispo. Sembró la sospecha en la feligresía. Y se fue a la entidad federativa siguiente.
Bueno y malo.
Bueno, porque ha dejado constancia de que la jerarquía eclesiástica del Golfo de México, asentada en Veracruz, paraíso que fue mudado en un infierno cotidiano, siempre tuvo conocimiento de las fosas clandestinas y calló, guardó silencio, se volvió omisa y occisa.
Y malo, porque Solalinde fue demasiado generoso al soslayar el nombre del obispo, aun cuando “nada en la vida mata más que la sospecha”.
Por eso, incluso, anunció que ahora cuando “El peje” anda en el territorio jarocho haciendo proselitismo para ganar el mayor número de presidencias municipales, formará una Comisión de la Verdad para Buscar Justicia por los Desaparecidos.
Además, integrada con presencia internacional, pues desde hace un ratito Veracruz brincó a los primeros lugares nacionales de desaparecidos, y en donde los policías (quizá uno que otro político) fueron corresponsables.
El anuncio trasciende más, porque ya existe una Comisión en la Fiscalía concesionada a un joven abogado, que habría obtenido hasta el cuadro de honor en la facultad de Leyes, pero inexperto, sin conocimiento de causa y sin la formación social ni la sensibilidad que el asunto merece.
El sacerdote también insistió en un tema por ahora soslayado por la Yunicidad con Arturo Bermúdez Zurita, ex secretario de Seguridad Pública, preso en el penal de Pacho Viejo.
El duartista ha de ser llevado a un proceso penal por desaparición forzada, “un delito de lesa humanidad” que, de entrada, lo refundiría en la cárcel para el resto de su vida.
Dos. Obispos cercanos al poder
Solalinde se queda con el Jesucristo que lanzó del templo a los mercenarios a base de latigazos, irritado, molesto, encabritado.
El Jesús que enfrentó a los fariseos. El Jesús que siempre estuvo con los pobres y los jodidos. El Jesús que vivió con la modestia y la austeridad más insólita del mundo.
Por eso, su latigazo al obispo de Veracruz que recibió favores tanto de Fidel como de Duarte.
Cada lector de periódicos, cada feligrés incluso, le habría puesto nombre al obispo referido por Solalinde.
Y el círculo se iría cerrando a partir de un eje universal: los obispos y arzobispos más cercanos al poder.
Por ejemplo, desde aquí se tiene la certeza de que los obispos de Córdoba y Veracruz son intachables, pues en todo momento han sido solidarios con el dolor y el sufrimiento de los familiares de los desaparecidos.
Además, en la homilía sigue evidenciando la política de seguridad del gobernador en turno.
Todavía más: al frente de feligreses han encabezado marchas en sus ciudades cargando el Santísimo para exigir a la autoridad garantice la seguridad en el diario vivir.
Más aún: desde que fueron nombrados obispos por el Sumo Pontífice de la iglesia católica han mantenido su misma actitud crítica ante la incertidumbre y la zozobra en Veracruz.
Pero, bueno, ojalá que más adelante, Solalinde cumpla con integrar su Comisión de la Verdad y pudiera, digamos, lograr el milagro de la solidaridad de los obispos y arzobispos, cuya pastoral tanto curaría las heridas sociales, pero más aún, unidos todos, y de manera sistemática en cada homilía, en cada rosario de la tarde, para exigir hechos y resultados a la Yunicidad y recuperar el paraíso perdido.
Tres. El crimen de la esperanza
En Xalapa, Solalinde llamó sinvergüenzas a Fidel y Duarte.
También refirió que en una junta estelar con Duarte varios funcionarios le confesaron que eran católicos y leían la biblia. “Yo tengo una biblia grande”, dijo uno.
Pero todos ellos nunca experimentaron el amor a Dios que en su esencia básica consiste en el amor al prójimo y al próximo, pues en todo caso la iglesia como la política están empeñados en el bienestar común.
El sacerdote puso en el mismo costal de pecados mortales a los políticos del sexenio anterior como al obispo de marras, aun cuando ante el silencio de la jerarquía eclesiástica sobre las fosas clandestinas significa que más de uno habrían recibido favores de Duarte y Fidel, con todo y las cartas pastorales firmadas al alimón por ellos.
Y es que para Solalinde las fosas clandestinas de Veracruz significan, más que una desaparición forzada, un genocidio.
“Ha de seguirse, dijo, el rastro del crimen organizado, pero también de las complicidades políticas” (La Jornada Veracruz, jueves 23 de marzo, 2017).
La justicia, el cerco a la impunidad, depende y con mucho de la pastoral eclesiástica. Una iglesia al servicio de los pobres, los miserables y los jodidos que en el caso de Veracruz son seis de cada 10 ciudadanos según el CONEVAL.
Y si los obispos y arzobispos cohabitan y son felices con los políticos, entonces, se asiste al crimen de la esperanza y de la fe y de la caridad social.