Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- 1
Los policías y los carteles y cartelitos en Veracruz están jugando a las escondidas.
Y nunca se encuentran.
Y aun cuando en el sexenio anterior fue escrita la peor página de terror y horror con las desapariciones forzadas, aquellas donde polis y malandros se alían contra la población civil, todavía hoy el territorio jarocho sigue convertido en un río de sangre y en un valle de la muerte.
El secretario de Seguridad Pública fue tronante. “Tengan paciencia. Apenas estamos llegando” reviró a unas ongs, colectivos y solecitos cuando reclamaron justicia.
Simple y llanamente, justicia.
Días después, el góber azul redondeó la tesis. Dijo, por ejemplo, que “no tiene una varita mágica”.
Con todo y que en la campaña electoral juró y perjuró, entre otras cositas, meter a la cárcel a Javier Duarte en cuatro meses…, y al momento ya vamos en el tercero.
Además, un duartista, Leonel Bustos, ex director del Seguro Popular, sólo duró encarcelado en Pacho Viejo once días.
Y otro más, Arturo Bermúdez Zurita, ex secretario de Seguridad Pública, está preso acusado de enriquecimiento ilícito y según versiones, perdió los tres amparos para alcanzar la libertad condicional.
Lo peor, sin embargo, es que el duartazgo se multiplica con el fuego cruzado, los secuestros, los desaparecidos, los asesinados, los cadáveres tirados a orilla de carretera y flotando en un río, los restos óseos cercenados, con huellas visibles de tortura, y las fosas clandestinas y los feminicidios.
Por eso resulta inverosímil que en el boletín oficial alardeen que ya detuvieron a una banda de malandros (lo mismito hacía el duartazgo), y en contraparte, el tsunami de violencia se vuelve imparable.
“La muerte tiene permiso” en Veracruz diría Edmundo Valadés.
2
En 40 días, Fernando Gutiérrez Barrios pacificó Veracruz.
Cuatro caciques encarcelados en los penales de Allende y Pacho Viejo fueron suficientes para que los demás huyeran a otras entidades federativas.
Otro Fernando, López Arias, también pacificó Veracruz a partir de una campaña permanente de despistolización desde el primer día, implacable, de tal modo que en los hornos de TAMSA quemaron el arsenal incautado.
Incluso, hasta cerró un prostíbulo, “La escondida”, que era guarida de sicarios de un cacique regional y quienes sembraban el terror entre las cortesanas.
Desde campaña, la Yunicidad anunció un más amplio operativo para restablecer la paz perdida y en el que participarían israelitas, colombianos, los policías de Genaro García Luna, la Policía Intermunicipal, los marinos y los soldados.
Es más, hasta se dijo que el mismo gobernador se pondría al frente de tales incursiones por la tranquilidad social.
Basta, no obstante, leer la prensa escrita… que si se apretuja tantito sale sangre y si se sacude brotan cadáveres y si se le estremece aparecen fosas clandestinas.
Ningún rincón de Veracruz se ha salvado.
De norte a sur y de este a oeste, todo, y por desgracia, sigue igual.
La Yunicidad mostró el puño, mientras que los capos también, y por lo visto, va ganando la delincuencia organizada.
Igual que en el duartazgo repiten la misma cantaleta. Los muertos son, dice el nuevo gobierno, puros malosos, todos, en un ajuste de cuentas.
Ningún civil, ajá.
3
Las frasecitas de que “tengan paciencia, estamos llegando” y de que “no tengo una varita mágica” y que “yo tengo experiencia y pantalones” manifiestan el fracaso. Mejor dicho, la palabra incumplida.
Desde el sexenio de Patricio Chirinos Calero, 1992/98, los capos descubrieron el paraíso terrenal en el Golfo de México, apartado Veracruz.
Y si en aquel entonces, el precursor fue José Albino Quintero Meraz, poco a poco fueron mudando hasta el día de hoy en que según la Procuraduría General de la República, PGR, operan los Zetas y el Cartel Jalisco Nueva Generación.
Algunos medios, por ejemplo, publican los boletines de que una banda fue detenida.
Pero al mismo tiempo, la incertidumbre y la zozobra continúan irrefrenables.
Es más, la Yunicidad denunció que un presidente municipal era aliado de los narcos confiriéndose al secretario General de Gobierno la tarea de oxigenar la vida pública en tal demarcación.
Quizá Rogelio Franco Castán se aplicó y resolvió el pendiente pero en la absoluta discrecionalidad, primero, porque nunca trascendió el nombre del presunto, y segundo, porque jamás fue solicitado al Congreso su desafuero, y tercero, porque nunca fue indiciado.
Acaso el desplante y despliegue mediático, una debilidad por demás de la mayoría de los políticos.
El caso es que la página web de la Fiscalía sigue llenándose de sangre, pero más de horror con tantos desaparecidos reportados.
Lo dice el adagio popular: nunca será igual “ser borracho que cantinero”.