- Horror y esperanza, ajá
Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- UNO. El Larousse del dolor
El Pequeño Larousse del sufrimiento y el dolor social en Veracruz habla de una maquinaria de la muerte.
El mes de diciembre cerrará, por lo pronto, con más de ciento veinte asesinatos, entre ellos, dieciséis feminicidios y dos infanticidios, el más duro, el crimen de la niña de doce años de edad en Santa Ana Atzacan cuando con su familia fuera rafagueada por los malandros, asegún por vender combustible robado cuando el padre era albañil y campesino.
En las páginas del Pequeño Larousse se registran secuestros, desaparecidos, asesinatos, cadáveres flotando en los ríos y lagunas y tirados en la vía pública y entre los cañaverales.
Incluso, y como en el Coatzacoalcos, el infierno social fatídico, los comensales de un restaurante asaltados al mismo tiempo que los malosos se llevaron al transportista Jorge Arturo Loya Castañón el dos de diciembre, un día después de inaugurada la Cuitlamanía, y a la fecha, sin regresar a casa.
A primera vista, resulta fácil inculpar a la yunicidad y el duartazgo por heredar el vertiginoso estado de hechos al primer gobierno de izquierda, pero al mismo tiempo, cada quien su tarea y responsabilidades, estamos en un nuevo tiempo cívico en Veracruz.
Unos cuantos medios, muy pocos, llevan la numeralia de la muerte, pero en vez de lograr una política reactiva oficial para enfrentar y combatir el tsunami de la incertidumbre y la zozobra, han sido satanizados argumentando, caray, ¡vaya ingenuidad!, que hacen mal por estar presionando al gobernador como si al jefe del Poder Ejecutivo Estatal y/o a cualquier político encumbrado se le pudiera presionar.
El Pequeño Larousse del sufrimiento y el dolor social en Veracruz sólo expresa un mundo sórdido y siniestro, casi casi como “la crónica de un sexenio fatídico”, el título que el escritor Noé Zavaleta eligiera para su libro sobre Javier Duarte.
DOS. Dos años de horror y esperanza…
Mal terminará el año. Mal seguirán los meses por venir. Quizá los años, con todo y que la Cuitlamanía ha garantizado que en los primeros dos años Veracruz será de nuevo el paraíso perdido, aquel que tanto asombrara y deslumbrara a Alejandro de Humboldt cuando desembarcara en el puerto jarocho procedente de Europa.
Pronto se conmemorarán los 500 años de la fundación de Veracruz por el sifilítico Hernán Cortés y el reino del horror y el terror a su paso de las playas de Chalchihuecan a la gran Tenochtitlán, con su estancia en La Antigua y en Cempoala para reunirse con el cacique gordo, se continúa reproduciendo en el siglo XXI.
Y más todavía, en el primer sexenio de izquierda luego de una hegemonía priista de 80 años que refundiera a 6 de los 8 millones de habitantes en la pobreza, la miseria, la jodidez, el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre.
Y de ñapa, la inseguridad y la impunidad más espantosa de todos los tiempos.
Y la peor crisis de derechos humanos.
Se explica:
De acuerdo con el antiguo titular de la Comisión Nacional de Seguridad, Renato Sales, “casi todos los carteles” del país se disputan la jugosa plaza Veracruz.
A, la autopista de sur a norte. B, los tres puertos marítimos. C, las pistas clandestinas. D, el consumo de droga en la población.
E, los negocios adicionales y jugosos también como el huachicoleo, la prostitución y los migrantes.
F, el secuestro formal y el secuestro express y el cobro del llamado derecho del piso.
G, los negocios para lavar dinero.
H, la disputa de los carteles por el territorio nacional y quedarse como grandes jefes de plazas regionales.
I, las alianzas con los policías, jefes policiacos y políticos.
J, adueñarse del manejo de las comandancias policiacas y hasta de la obra pública en algunos Ayuntamientos con alcaldes frágiles, y hasta bajo sospecha.
Por eso, una estrategia de la delincuencia organizada es el terror y el horror en la población, asesinando niños y mujeres para “poner los pelos de punta” a la ciudadanía.
Y, bueno, los carteles llegaron a Veracruz desde el sexenio de Patricio Chirinos Calero, 1992/1998, y ahí siguen.
Ningún gobernador priista ni panista los pudo lanzar del territorio local, con todo y que cuando Luis Ángel Bravo Contreras tomara posesión como Fiscal carnal de Javier Duarte exclamara festivo que los carteles huyeron aterrorizados con su nombramiento a las cuevas de las montañas en algunas entidades del sureste mexicano.
TRES. Maquinaria de la muerte
El Pequeño Larousse del sufrimiento y el dolor social en Veracruz retrata una maquinaria de la muerte más, mucho más poderosa que el aparato gubernamental.
Por aquí, de norte a sur y de este a oeste han caminando soldados, marinos, Policía Federal (algunos de sus mandos asesinados), Fuerza Civil, policías estatales y municipales, y ahora, anunciada ya la famosa Gendarmería Civil de AMLO, el presidente.
Y no obstante, Veracruz en el infierno.
La población (8 millones de habitantes), las víctimas y que antes, mucho antes, hacia el Chirinismo, sólo eran hombres, y ahora, niños y mujeres.
Los niños asesinados en el tiempo de Cuitláhuac García Jiménez.
Los niños asesinados en el bienio de Miguel Ángel Yunes Linares.
Los niños asesinados en el sexenio de Javier Duarte, cuando, oh paradojas, Veracruz alcanzó el infierno más profundo con los llamados “Escuadrones de la muerte”, integrados con policías, comandantes y malandros, tiempo cuando los cadáveres eran arrojados a la barranca de la muerte conocida como “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata.
Los secuestros, desaparecidos, asesinatos y fosas clandestinas forman parte de la cultura popular y los niños, que antes jugaban a los tiros con pistolitas de agua, están habituados.
Es el paisaje urbano, suburbano y rural.
El Veracruz de las elites políticas encumbradas.
“La muerte tiene permiso” escribió el novelista Edmundo Valadés.
“Aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer” exclama un personaje de Carlos Fuentes Macías.