PIÑATAZO| Editorial
La renuncia de Mariana Benítez al PRI para sumarse a MORENA y, en específico, a Claudia Sheinbaumtocó los terrenos de la polémica y no le ha ido nada bien.
De entrada, los morenistas de cepa la han rechazado por ser parte de lo que, en su momento, Obrador calificó como “La mafia del poder”. Y que ahora, viendo su famélica posición, busca, primero, congraciarse con la dama que busca la candidatura presidencial y, segundo, mantenerse en el poder.
Y no sólo los morenistas le han minado su inminente llegada sino, también, aquellos y aquellas priístas que calificaron su escape como una traición, una bajeza, ajá, dicen, al partido que le dio fama pública, pero, sobre todo, poder, ese poder que ha disfrutado desde que llegó a la Procuraduría General de la República (PGR) en tiempos de Peña Nieto y que ha sido condenada por el actual gobierno de oscurecer el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, aún desaparecidos.
Mariana, en ese entonces, era subprocuradora, y su paso quedó estigmatizado. En la actualidad, su entonces jefe, Jesús Murillo Karam, está detenido y vinculado a proceso por acusaciones de desaparición forzada y tortura en el caso Ayotzinapa.
Pese a este “estigma”, Benítez Tiburcio se le ha ofrecido a Claudia Sheimbaum como una aliada que, lejos de ayudar, por el contrario, ensombrece su política mediática pues, por cualquier arista que se le quiera ver, en lugar de sumar, resta. Y aún más en tiempos en que el Pueblo ya no quiere nada que huela a ese PRI que busca, por todas las vías, mantenerse en el poder a costa de lo que sea.
Mariana, dice Alejandro Avilés Álvarez dejó al PRI por 43 razones, las mismas por las cuales MORENA, también, la rechaza.