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“Las drogas no me dejaban abrir los ojos”

El Piñero

A los 14 años solo y sin amigos probó por primera vez marihuana.

Roberto, el menor de su familia, quien tiene 22 años de edad, hoy se encuentra sobrio y dispuesto a seguir en el programa de recuperación del Centro de Integración Juvenil Tlalpan, como lo ha hecho en los últimos cinco meses.

La respuesta a esta problemática la obtuvo desde que entendió la naturaleza de su enfermedad. A partir de ese momento decidió combatir su adicción a las drogas, que lo mantuvo en un mundo mental turbulento durante siete años.

En su familia ya había antecedentes de drogadicción, alcoholismo y desunión familiar. Entendió que las circunstancias de su vida lo llevaron a refugiarse en las drogas. Roberto recuerda como siempre fue un niño solitario y tímido.

Crecer sin autoestima, en un hogar con padres lejanos emocionalmente, sin sentirse querido y valorado lo orilló a relacionarse con gente que le ofrecía estupefacientes en la calle.

A los 14 años probó por primera vez, erróneamente, las drogas en busca de espacio y libertad. Fue marihuana.

Llegó el momento en que no controlaba su consumo, lo mismo le daba la hierba que éxtasis y ácidos. Su vida se vio mermada, desertó de la escuela y fue despedido de su trabajo. Para rematar perdió la confianza de su familia.

Reflexiona en ese momento: “las drogas no me dejaban abrir los ojos”.

Sentado frente al escritorio de uno de los consultorios del Centro, nos platica que en ese lugar ha encontrado la confianza para entender su enfermedad, pero sobre todo, aprendió a conocerse.

Pensativo nos dice: si sienten que ya no pueden, que han hecho muchos esfuerzos por tratar de salir y al final terminan cayendo una y otra vez, el CIJ es el mejor lugar para salir adelante. “No hay pastillas que curen la drogadicción”.

Recomienda a los jóvenes que, si deciden rehabilitarse, sea principalmente porque así lo decidieron, no porque los obliguen sus familiares.

El CIJ es el lugar donde se brinda atención adecuada, los guía para pensar y analizar su situación, es la manera para salir de esta problemática.

En la atención que brindan los Centros de Integración Juvenil participa un equipo multidisciplinario con trabajadores sociales, médicos, psicólogos y psiquiatras. Los jóvenes pueden llegar de manera voluntaria o enviados por las escuelas.

El tratamiento en adicciones inicia en la familia y se les brinda psicoeducación para que contribuyan en la recuperación del enfermo.

Claudia Tejeda Romero, paidosiquiatra y adictóloga de este Centro, nos comenta que la labor empieza con la sensibilización, luego se trabaja en la concientización y se les informa a los padres y los maestros sobre el tratamiento de las adicciones. Asimismo, se debe alertar sobre las situaciones problemáticas del hogar que generan el consumo.

Los conflictos familiares que vive un joven que se droga perpetúan el consumo. La adicción se debe atender desde una perspectiva asociada a problemas emocionales como la ansiedad, depresión y conductuales, o trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

Se ha observado que más del 80 por ciento de los jóvenes presentan una patología, no existe un consumidor puro. El porcentaje de éxito del tratamiento, al ser apoyados con sus familiares, es del 75 por ciento, y se tienen menos posibilidades si los jóvenes trabajan solos.

 

 

 

 

 

Obtenido de: http://www.gob.mx/salud/articulos/las-drogas-no-me-dejaban-abrir-los-ojos-roberto?idiom=es

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