Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. Los candidatos según el Obispo
En el gobierno municipal de Carolina Gudiño, el reportero Ignacio Carvajal salvó de morir ahogado al obispo Luis Felipe Gallardo cuando una tormenta avasallante y nocturna inundó Veracruz y el nivel del agua subió, parece, un metro y medio.
Entonces Ignacio Carvajal llegó al palacio para cronicar el hecho insólito y en vez de acopiarse de datos para su crónica cuando miró al obispo abrazando una columna del palacio temeroso de que las aguas lo arrastraran el reportero lo cargó a “pilonchi” y así lo llevó a su casa frente al Paso del Malecón.
Y desde aquella fecha, el obispo afianzó su tarea apostólica en la vida.
Por eso ha levantado su voz y tronado en contra los candidatos a gobernador y presidente de la república a quienes dicho, primero, que están actuando como “hadas madrinas” creyendo que los graves pendientes sociales se resuelven “con una varita mágica” (AVC, Juan José García).
Peor tantito:
Les ha dicho, sin rodeos ni medias tintas, como si se tratara de una homilía, que ni siquiera tienen idea de la estrategia o la metodología o el perfil financiero para ejecutar un proyecto y lanzan slogans “a tientas y locas”… “para ganarse la confianza electoral”.
Es la voz de un ministro de Dios.
El pastor. El obispo en edad ya de jubilarse, pero sigue defendiendo a su feligresía.
Palabra del Señor.
DOS. “Sean honestos, candidatos”
Desde luego, el obispo es decente, quizá, considerando que “lo cortés no quita lo valiente”.
Más aún:
Los candidatos “se cortan las venas” asegurando que ellos sacarán de la pobreza “en un dos por tres” a los 6 millones de habitantes de Veracruz en la miseria, la pobreza y la jodidez, cuando “es imposible que en un dos por tres las cosas se compongan”.
Y más, como en el caso en que la desigualdad económica y social, educativa y de salud, de seguridad y de justicia data, por citar una referencia, desde el año 1800 cuando el barón Alejandro de Humboldt entrara al país por el puerto jarocho y que aquí se quedara el tiempo suficiente para quedar azorado con la terrible y espantosa desigualdad.
Sean honestos, pide el obispo a los candidatos, aun cuando también les dijo que “dejen de ser corruptos”.
Tal, entonces, se derivaría constituye la imagen que el obispo tiene de los políticos de todos los partidos y de todas las siglas.
A: Demagogos. B, Deshonestos. Y C, corruptos.
La encuesta de Latinobarómetro sigue ubicando a los políticos en la misma escala de los policías como entes corruptos.
TRES. Nadie escucha al Obispo
En tiempos históricos, se creía que cuando un medio criticaba a un político en automático habría una purificación.
Luego, y cuando el ciudadano advirtió su error, entonces pensaba que si un ministro de Dios (sacerdote, obispo, arzobispo, cardenal, etcétera) sometía a un político al escrutinio público y desde la homilía le predicaba sus verdades, el político enmendaría la plana y se volvería un hombre honesto.
La realidad, sin embargo, es que de nada sirve.
Luis Felipe Gallardo Martín del Campo habla de ideales, valores, principios, criterios éticos, como eje de vida pública, y el proverbio bíblico de que “muchos son los llamados y pocos los elegidos” se cumple “al pie de la letra”.
Mejor dicho, nadie lo escucha.
Queda claro, entonces, que los ministros de Dios van por un lado al lado de la población, y los políticos por otros, regidos quizá por la regla universal de que el paraíso celestial es tarea de la iglesia y el paraíso terrenal de ellos.
En todo caso, “lo que es de Dios de Dios y lo que es del César del César”.
6 de los 8 millones de habitantes de Veracruz en la pobreza, la miseria y la jodidez.
Uno de cada tres jefes de familia llevando la torta a casa con el ingreso del changarro en la vía pública vendiendo picadas, gordas, tamales, tostadas, tacos, tortas, café y refrescos de cola.
Un millón de paisanos en Estados Unidos como migrantes ilegales.
Un millón de indígenas en la miseria más canija.
800 mil seniles de los cuales 600 mil sin seguridad social.
Veracruz, tal cual.
Y los candidatos a gobernador creyéndose “hadas madrinas” con “una varita mágica” en la mano y en su lengua ofreciendo “las perlas de la virgen.
CUATRO. Arar en el desierto
Los obispos de Veracruz y el arzobispo de Xalapa han publicado cartas pastorales llamando a los políticos al bienestar común.
Una y otra ocasión, por ejemplo, han girado alrededor del más grave pendiente social como es la incertidumbre, la zozobra, la inseguridad y la impunidad.
“Todos los días hay ejecuciones” han dicho.
Incluso, el obispo de Córdoba, Eduardo Patiño, tan leal a la población, ha encabezado varias marchas con los feligreses clamando y reclamando la paz pública.
Y sin embargo, pareciera que aran en el desierto, sin un oasis, ni de espejismo, en el camino.
Así, y cuando la voz de los ministros de Dios es desoída y desdeñada, mirada y tratada con menosprecio, la población queda descobijada, a la deriva, indefensa, a la suerte de Dios.
Y si la mirada del obispo Gallardo cae en el vacío significa la derrota de la esperanza cuya única resultante son ciudadanos sin fe electoral, pesimistas, agnósticos, engrosando, de paso, el gran Partido Abstencionista.
Y lo peor, atrapados todos en lo que los filósofos llaman la más alta dimensión del individualismo, donde sólo importa el bienestar personal y familiar, sin ninguna incidencia social.