Barandal
Luis Velázquez
Veracruz.- PASAMANOS: Hay una ley mordaza en Veracruz. Igual que en Estados Unidos con Donald Trump. Igual que en Rusia con Vladimir Putin. Igual que en Cuba con Raúl Castro.
Desde el poder azul, igual que Trump, el Fiscal ha caído en el mesianismo. Ustedes son, dijo el magnate inmobiliario y exshowman, a los reporteros asignados a la Casa Blanca, “los más deshonestos del mundo”.
Igual que Trump, a quien un fármaco para evitar la caída del pelo le causa alteraciones síquicas, el Fiscal profesa una religión. Se llama el culto a la personalidad. El culto a sí mismo. Egolatría. ¡Pobrecito! Se cree dueño del mundo.
Ni siquiera, vaya, en los peores tiempos del duartazgo.
La ley mordaza empezó de adentro para afuera.
Primero advirtió a los funcionarios públicos que sólo él, únicamente él, está facultado para dar información a los medios.
Y cuidado quien se rebele porque en automático arriesga la chamba.
Ahora se manifestó hacia afuera. Con los medios. Lo dicen 83 reporteros en una cartita al gobernador.
Uno: opacidad en la información oficial que es patrimonio social.
Dos: ocultamiento de hechos.
Tres: silencio ante las liberaciones de funcionarios públicos, caso Leonel Bustos, ex director del Seguro Popular.
Cuatro: falta de información.
Cinco: exclusión informativa, pues mientras abastece a sus consentidos, hace a un lado a los demás, la mayoría.
Se viven, pues, tiempos malos. Y aun cuando pudieran ser buenos que así se muestra la Yunicidad, son peores.
Peores, inclusos, que en el sexenio innombrable, que ya es demasiado.
Apenas, apenitas, han transcurrido dos meses y cinco días de la Yunicidad, y el Fiscal se ha convertido en una piedrota en el zapato para el góber azul.
Una de dos: el Fiscal actúa con el visto bueno del jefe del Poder Ejecutivo, o se está yendo por la libre, creyendo que así queda bien y se gana su voluntad, como cuando en vez de procurar la justicia se dedicó a tomarle selfies.
BALAUSTRADAS: Porfis, que luego de la carta de los 83 reporteros en contra del Fiscal, nadie diga que el Fiscal es autónomo.
Se vería mal. Causaría pésimo efecto social. Además, nadie lo creería.
Por una sola razón: igual que con Javier Duarte y Fidel Herrera y Miguel Alemán Velasco, etcétera, hay en Veracruz una gubernatura imperial y faraónica de color azul. Absorbente. Dueña del día y de la noche y del destino común. Perdona/vida. Jefa de los poderes Legislativo y Judicial. Jefa máxima de las finanzas públicas y de las corporaciones policiacas. Y de los penales y los agentes de Tránsito. Y de parte fundamental de los líderes sindicales y de la elite eclesiástica y de los medios.
Y por añadidura, sería inadmisible decir que el Fiscal actúa por la libre.
Significaría un desacato a la voluntad impetuosa del Yunes azul.
Un pecado mortal.
Por eso, incluso, el silencio de la mayor parte del gabinete legal y ampliado. Y el manejo discrecional de los boletines de prensa. Y los secretarios sumidos y callados. Y un montón de funcionarios de quienes dos meses y 6 días después, se ignora si todavía despachan en sus oficinas.
Ley mordaza, pues, en la Yunicidad.
Más o menos como la llamada “Ley Bermúdez” aquella que prohibía las marchas pacíficas bajo la advertencia de quienes las efectuaran se condenaban en automático a cinco años de cárcel.
Por eso la otra ley Bermúdez que fue congelada en la LXIII Legislatura de que los organizadores de cada marcha debían solicitar permiso con seis horas de anticipación para ver si las autorizaban.
Por eso la ley Gina, en que otorgaban publicidad a los medios… a cambio de la impunidad total y absoluta, cierto, para Javier Duarte, pero también para el gabinete legal.
Dinero pagado, dijo el góber azul, “a cambio de tirar incienso”.
Pablo Neruda nunca se equivocó en su poema XX, aun cuando hablaba del amor. “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”.
La Yunicidad está terminando, mejor dicho, ha terminado igual, o peor, que Duarte.
Ley mordaza.
ESCALERAS: Por eso mismo, los 83 reporteros firmantes de la homilía dominical al Yunes azul dicen que han sido obligados a recurrir a las llamadas “fuentes extraordinarias”.
Súper.
Felicidades. Muchas felicidades.
Sólo así florece el buen periodismo porque obliga al gremio a desarrollar toda su capacidad y que únicamente gira alrededor de un único hecho: el político esconde la información y el reportero ha de rastrear su pista.
Tal cual ha sido en la historia del mundo. Y si ahora los colegas denuncian las tropelías del Fiscal, bendito sea que al mismo tiempo rastrean pistas y convocan a sus relaciones, contactos, amigos, políticos y a la burocracia inconforme y molesta, y a los partidos de oposición y a los académicos, y a las víctimas del estilo personal de ejercer el poder y gobernar, etcétera, para que les abastezcan de información.
Ya lo dijo el director editorial de The Washington Post, Martín Barron:
“Dejaremos en evidencia a Trump… cada vez que no diga la verdad.
Y aunque el presidente tenga sus reglas para relacionarse con la prensa, nosotros también las tenemos”.
Ahora únicamente resta que los 83 reporteros firmantes de la homilía a Yunes se integren en un solo frente para reportear la Fiscalía, pero también, al resto del gabinete.
Y si los magnates periodísticos se negaran a publicar el resultado de sus investigaciones bastaría recordar a Rodolfo Walsh, el gran reporterazo de la dictadura militar argentina, quien cuando los medios le cerraran las puertas, él imprimía sus crónicas y reportajes en mimeógrafo y las repartía de casa en casa en el buzón del cartero.
El ejercicio de la imaginación ante el poder dictatorial dirían los estudiantes del 68 en la Universidad de Nanterre, en París.
La vida… por el ideal periodístico.