Luis Velázquez/Primera Parte/ Barandal
PASAMANOS: Primero, Leticia Rodríguez Audirac se puso a la defensiva. Después, negó todo. Y cuando Enrique Levet Gorozpe seguía describiendo los errores en la Universidad Veracruzana con Sara Ladrón, se redujo a escuchar, digamos, a la expectativa.
La secretaria Académica escuchaba la vocecita tibia y volcánica del líder estatal del FESAPAUV mientras leía un documento que siempre adujo era de la autoría del sindicato que aglutina a unos 6,500, 7 mil maestros de la Universidad Veracruzana, UV.
El documento está engargolado con pasta negra y en cada hoja que Levet leía, Audirac pretendía, quizá, interpretar un significado de cara a la elección de rector que este año se efectuará y cuando la rectora ha anunciado que buscará reelegirse, de igual manera, digamos, como Levet se reeligió por enésima ocasión, más de veinte años que cumplirá en el mando, sin que nadie se insubordine.
Pero en realidad, “el libro negro de la rectora” había sido investigado y escrito por el doctor en Finanzas Publicas y doctor en Ciencias Políticas y master en Economía y master en Administración Pública, Alfonso Velázquez Trejo, académico en la UV.
Un día, Velázquez platicó con un amigo maestro sobre los desaciertos de Sara Ladrón en los últimos cuatro años en la rectoría y como es un hombre acostumbrado a probar con hechos, datos y estadísticas sus cosas de la vida le mostró el documento.
Y le dio una copia.
Y el amigo se lo llevó a Levet Gorozpe, quien deslumbrado y atónito con el contenido lo tomó como su dinamita de cabecera.
Y un día, así como Kakfa convirtió a Gregorio Samsa en un insecto en el amanecer de un lunes, Levet empezó a contar que el documento era del FESAPAUV, mejor dicho, de él…en sus horas de reflexión.
BALAUSTRADAS: El documento consta de 14 páginas y se llama “Resultados de la gestión de la doctora Sara Ladrón de Guevara González. Elementos para evaluar el desempeño de su gestión universitaria”.
Con un par de doctorados y un par de maestrías, Velázquez Trejo se sustenta en el juego económico y político más sencillo y genial del mundo: revisó con lupa la estadística oficial de la UV y de la ANUIES, que aglutina a las universidades públicas de la nación, y la cotejó con la realidad.
Y en ningún momento, digamos, su objetivo fue para torpedear a Sara Ladrón ahora cuando sueña con reelegirse ni menos, mucho menos, para tomar partido por algunos de los aspirantes a la rectoría, sino porque desea la grandeza de la máxima casa de estudios de Veracruz.
Así, ni está con el doctor Jorge Manzo Denes, director del Centro de Investigaciones Cerebrales, “el brother” del doctor Porfirio Carrillo, derrotado por Sara Ladrón hace 4 años, y cuya soberbia intelectual y su falta de capacidad política fue y es manifiesta.
Ni tampoco está con la doctora Rocío Córdoba, una experta en tema de géneros, con una filosofía social cercana a MORENA, y quien apuesta al intelectualismo, en tanto Sara Ladrón está cerca del elitismo.
Y menos está, dice, con la doctora Rocío Ojeda Callado, a quien de plano ni conoce.
Alfonso Velázquez es un académico libre. Sin ataduras. En la plenitud de la vida magisterial y como estudioso del sistema.
Y lo más importante, sin aspiraciones políticas de por medio…, que lo distraigan de su quehacer fundamental, como es el salón de clases y la investigación y crear y crear la inteligencia en las tareas del espíritu.
Digamos que simple y llanamente, le ocupa y preocupa el destino de la UV, porque como establece en “el libro negro de la rectora”, fue incorporada al CUMEX, Consorcio de Universidades Mexicanas de Excelencia, y que se obtiene cuando el 90 por ciento o más de los Programas Educativos han sido evaluados y acreditados.
Pero la UV llegó al CUMEX luego de que veinticinco universidades estatales lo obtuvieran, lo que muestra y demuestra el atraso de la principal universidad pública estatal del territorio jarocho.
Y todo…por culpa de Sara Ladrón.
ESCALERAS: Más allá del documento filoso que habría provocado una taquicardia a Rodríguez Audirac por culpa de Levet, que así deseó ganar una batalla, el maestro Velázquez advierte, además, una parálisis en la UV.
Y una parálisis derivada de una circunstancia del alma, del espíritu y de las neuronas, como es el trato deferente de la rectora con la comunidad académica.
Por un lado, el menosprecio, reflejo, digamos, de la superioridad en que vive.
Y por el otro, la actitud privilegiada para los suyos, entre quienes figuran Carmen Blázquez, José Velasco Toro (hermano que es del doctor Rafael Velasco Fernández, QEDP, exrector de la UV) y Ricardo Corzo, miembro estelar de la Junta de Gobierno.
Y, por añadidura, el caos académico:
Uno. Cada uno de los vice-rectores en los campus… con sus grupos académicos y políticos.
Dos. Programas académicos incumplidos, sin que a nadie le importe, la mayoría girando en la inercia.
Tres. La UV con sus timoneles sin visión académica ni administrativa.
Cuatro. La mala distribución de los recursos.
Cinco. La insatisfacción académica en una UV fuera de control.
Seis. El autoritarismo de la rectora para castigar a quienes se atrevan a expresar un punto de vista diferente.
Siete. Los Príncipes de la UV, entre ellos, algunos funcionarios del gabinete estelar de la rectora y vice/rectores que andan “como perros y gatos” con los directores de las áreas.
Ocho. En el casi cuatrienio, la rectora dejó de evaluar y acreditar los programas académicos y ahora, de cara a la reelección, y “a tambor batiente”, apretando tuercas para cubrir la indolencia.
Nueve. Una UV para elites académicas, donde privilegian a los investigadores por encima de los profesores, en quienes descansa la enseñanza y la calidad educativa.
En resumidas cuentas, Sara Ladrón, la humanista de la UV, “dando en la madre a las Humanidades” dice Alfonso Velázquez.