- Feminicidio, un tsunami
Luis Velázquez/ Barandal
Veracruz.- ESCALERAS: El penúltimo feminicidio en Veracruz fue en Huiloapan, a un ladito de Orizaba, el domingo 2 de septiembre.
La mujer, ejecutada en un predio de la colonia Donato Guerra, fue, además, maniatada de los pies y manos y con un vendaje en la cabeza.
Tirada atrás del cementerio, digamos, como un hecho simbólico.
El cuerpo, putrefacto. Incluso, con huellas de mordeduras de animales carroñeros, sobre todo, en las partes blandas.
El último feminicidio fue en Coatzacoalcos, el infierno. El 5 de septiembre. Una pareja, integrada por Aarón Ayuzo Collins, activista de Rocío Nahle, la Senadora de la República, Morena, y su pareja Kristell, fueron ejecutados en la Colonia 24 de octubre hacia las 7 de la noche.
La madre de Aarón, María Sandra Collins, es directora de Programas Sociales (el operativo que más ocupa y preocupa a AMLO, el presidente electo) en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos, donde despacha como presidente municipal un militante de Morena.
Ninguna autoridad, tampoco las ONG, tampoco la iglesia con las marchas de los feligreses clamando un alto a la violencia, menos la prensa radiografiando los días y las noches, detiene el fatídico tsunami del feminicidio.
Habría de preguntarse si como decía el escritor Julio Cortázar, pasado un ratito hemos de acostumbrarnos a tal realidad.
PASAMANOS: Según la ONG “Semáforo Delictivo”, aun cuando el feminicidio gravita en el norte y el sur y el este y el oeste de Veracruz, el centro del infierno se ubica en las regiones de Córdoba (alcaldesa panista, Leticia López Landero), San Andrés Tuxtla (feudo de los Garay y Jorge Carvallo junior), Isla (parcela de Érick Lagos Hernández), Río Blanco (allí donde matan a niñas), Tierra Blanca (el paso de migrantes de América Central) y Xalapa, la capital.
Y, bueno, si el feminicidio está ubicado en regiones concretas y específicas, el ciudadano común y sencillo ha de preguntarse las razones por las cuales la yunicidad ha dejado de centrarse en tales localidades para, digamos, enfrentar y confrontar a los malosos.
A, con la policía municipal y estatal. B, con la policía federal. C, con los soldados. D, con los marinos. E, con la Fuerza Civil. F, con el equipo multidisciplinario que cada 8 días sesiona los días domingos “para medir el agua a los tamales”.
Cierto, la versión universal es que los malandros caminan.
Pero si ellos caminan, entonces, y ante la política reactiva del gobierno han de seguirse y perseguirse por todos lados.
Raro y extraño que los feminicidios estén ubicados en latitudes geográficas y ninguna acción oficial exista de por medio.
CORREDORES: La población, todo indica, y ante el fracaso de la política de seguridad, se está haciendo o desea hacerse justicia por su propia mano como reza el clásico.
Por ejemplo, la noche del domingo dos de septiembre, en el poblado Arroyo del Arco, del municipio de Papantla, trascendió que los vecinos estuvieron a punto de linchar a tres civiles considerados presuntos robachicos.
De pronto, zas, y ante la versión de que intentaban robarse a niños, los vecinos salieron a la calle. Los ubicaron en el taxi número 104. Lo rastrearon. Los bajaron de la unidad y prendieron fuego al automóvil.
Eran una mujer y dos hombres.
Una turba enfurecida los amarró y en la intensa y ardiente “sicología de las masas” (las masas son irracionales escribió Gustavo Le Bon), hubo quienes azuzaron a los demás para el linchamiento.
Hacia media noche llegó la policía. Y los rescataron. Y detuvieron a cuatro pobladores de Arroyo del Arco.
Al día siguiente, la yunicidad extendió un boletín solicitando que nadie haga caso a los rumores “en las benditas redes sociales” (así les llama AMLO, el presidente electo) de que en Veracruz hay robachicos.
Con todo, expresa la sicosis a que se ha llegado con la incertidumbre, la inseguridad y la zozobra en donde los vecinos se organizan para defender la vida en común.
De seguir igual, y sin entrar en profecías, un día llegará en que “el México bronco” del que hablaba Jesús Reyes Heroles, despierte en toda su dimensión y que, bueno, despertó el primero de julio con la elección.
BALAUSTRES: El boletín de la Fiscalía (el Fiscal que será llevado a juicio político en la LXV Legislatura) acepta que en los seis meses se registraron 135 asesinatos de mujeres y de los cuales apenas, apenitas el 30.37 por ciento fue considerado feminicidio, en tanto el resto, a tono quizá
con el secretario de Seguridad Pública (achicado desde su paseo en una calandria en Estados Unidos). fue visto como violencia intrafamiliar.
Ese mismo día, la policía winckleriana festinó la captura de un feminicida en Tlaxcala, presunto asesino de la joven Ashley Malixi, asesinada en Papantla en el año 2017, “resultado (sorpresa gigantesca que da la vida) de un trabajo de inteligencia”.
Ok.
Pero… la muerte sigue teniendo permiso en Veracruz. La muerte, claro, de mujeres, niños, ancianos, jóvenes y hombres maduros.
Por fortuna, el Comité del Carnaval jarocho tuvo la genial ocurrencia de invitar, ajá, a Salma Hayek y Adriana Abascal como embajadoras internacionales para que el llamado “carnaval más alegre del mundo”, encima de Brasil, suene y resuene en los cinco continentes.
Falta, claro, que acepten, pues todo indicaría que el presidente Luis Antonio Pérez Fraga fumó mota y de la mala.
Habría de recordar, por ejemplo, cuando el gobernador Miguel Alemán Velasco alardeaba que su amigo Michael Douglas asistiría a su toma de posesión y ni en cuenta.
Y que su otro amigo, Bill Gates, había donado cinco mil computadoras para las escuelas de Veracruz y él mismo las entregaría y nunca, jamás.
Pura vacilada. “Tomadura de pelo”.
Pero si así sean solo 135 las mujeres asesinadas en un semestre en Veracruz, Salma Hayek ni Adriana Abascal, ocupadas en otras prioridades de sus vidas, borrarán de la memoria colectiva la sórdida y siniestra lista de feminicidios en la tierra jarocha, “la noche tibia y callada” que mirara Agustín Lara, el paraíso terrenal de Pepe Guízar, el refugio de Chabela Vargas en su casita a la orilla del Golfo de México en Antón Lizardo.