Por: Roberto POLO | El Piñero
Loma Bonita, Oaxaca.- El temporal no da tregua en esta ciudad piñera. La lluvia se cuela por todos lados, como si tuviera voluntad propia, y no discrimina ni techos ni paredes. Hoy, el Super Che, ese coloso de láminas y ofertas, se ha convertido en un campo de obstáculos, donde las cubetas y los estantes comparten protagonismo.
Al entrar, la vista del cliente es sorprendida por cubetas por doquier. Desde lo alto, entre rendijas del techo metálico, el agua pluvial desciende en gotas que parecen perfectamente alineadas con los pasillos de la tienda. Cubetas, botes y todo tipo de recipientes improvisados han sido distribuidos estratégicamente por los empleados. Las gotas, con su propio ritmo, caen en cada recipiente con un eco hueco, mientras los clientes navegan entre ellos como si fueran boyas en un mar agitado.
—”Llueve más adentro que afuera”— dice un curioso mientras esquiva una de las cubetas en el pasillo de los vinos. Y no le falta razón. En algunos puntos del Super Che, las goteras han ganado la batalla, con cubos llenos al borde de desbordarse. Los empleados, con la mirada alerta, hacen rondas rápidas, vaciando los recipientes antes de que se conviertan en mini tsunamis que inunden el lugar. “Cuidado, por favor”, advierte una joven del equipo, mientras con un trapo improvisa una barrera contra el agua que amenaza con tomar el pasillo de los detergentes.
Sin embargo, ni las goteras ni las advertencias de precaución frenan la marea humana. El temporal ha hecho de este día lluvioso el escenario perfecto para una estampida de compradores. El Super Che está abarrotado. Familias enteras cargan carritos repletos, preparándose para refugiarse en casa mientras la tormenta continúa su asedio. Los pasillos se convierten en un ir y venir constante, donde la gente compra lo necesario con la urgencia de quien no planea salir de nuevo en días.
—”Caminen con cuidado”— repiten los empleados, ya con un aire resignado, mientras los clientes hacen lo que pueden para evitar una caída que convierta la visita al súper en una visita al hospital. Las ventas suben, sí, pero también lo hace el riesgo de que alguien acabe en el suelo, resbalando entre una cubeta desbordada y un charco traicionero.
Es un día más bajo el temporal, donde las goteras no discriminan ni espacios ni compradores. Pero en este Super Che bajo tormenta, la escena es tan absurda como real: el agua que inunda la tienda, las cubetas que la atrapan, y los clientes que, entre risas y precauciones, siguen su curso, tan inevitable como la lluvia misma.