VICENTE BELLO/TREN PARLAMENTARIO
México.- Hoy comenzará en Washington las conversaciones entre México y Estados Unidos en torno del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que a punto estaría de desjarretar Donald Trump. Y en seis días, los presidentes de los dos países se reunirán en aquella misma ciudad. En vísperas de esas dos reuniones, un rayo de pesar bajó como un relámpago en los territorios del Congreso mexicano. Y en la República toda. La mortificación no disminuye, sino se agudiza. Conforme se acercan los días, la desconfianza en la capacidad de Enrique Peña Nieto, para hablar de tú a tú a Donald Trump, lacera y aflige verdaderamente a todos.
En lo que fue el segundo y último día del foro Donald Trump: El Día Después, celebrado en la Cámara de Senadores, ahora fue Carlos Heredia, académico del Centro de Investigación y docencia Económicas (cide) quien afirmó que la pretensión de Donald Trump de construir un muro “es un acto hostil”. Y arengó al Senado a que así lo exprese, así lo exponga ante todo el mundo, y que no sólo salga a decir que se oponen y que no se va a pagar.
E incluso Carlos Heredia ha planteado que el Senado de la República, “con facultad constitucional para coadyuvar en política exterior, salga a decir que no hay negociación posible, de buena fe, no hay renegociación que pueda tener lugar ante un acto hostil”.
Refulgía este foro como muy pocass veces suele brillar en los territorios del Congreso mexicano una exposición de ideas y posicionamientos. Senadores y diputados han quedado callados, amordazados quizá por sus partidos políticos, que en todo le ven cálculo político. Por eso llamaron tanto la atención ayer estos académicos participadores del foro de marras.
Emilio Álvarez Icaza, exsecretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, aseguraba que “para México viene una especie de tsunami debido a la ausencia de una estrategia para defender a los migrantes mexicanos en Estados Unidos e impedir su deportación”. Pero además, lamentó, “existe la percepción generalizada de una falta de defensa, de firmeza y de dignidad”.
Álvarez Icaza consideró que a pesar de ello, hay “muchas posibilidades de desarrollar estrategias de litigio contra las deportaciones como en algunos momentos se ha hecho; inclusive, se han contratado despachos para defender a mexicanos en territorio estadounidense”.
Otro profesor e investigador del Cide, el académico Jorge Durand, expuso una bifurcación: “Se pueden prever dos escenarios: uno malo y otro catastrófico. En el primero, se puede considerar un incremento importante de deportaciones de los llamados ‘criminales’ desde el interior de la Unión Americana, es decir, procesados, pandilleros y personas que cometieron faltas mayores o menores”.
Durand agregó: “Y en el escenario catastrófico, se pueden presentar leyes más severas contra los migrantes, las cuales podrían ser aprobadas por el Congreso. A esas medidas se sumarían organizaciones civiles antiinmigrantes que, de algún modo, estaban controladas y reprimidas, pero que ahora pueden desbocarse”.
¿A quién se refería el estudioso del Cide si no es que a grupos hitlerianos como el kukluxklan, a cuya filosofía da a entender que responde, o coincide alegremente, el presidente Donald Trump?
El kukluxklan es xenofóbico, homofóbico, racista, anticomunista, es promotor de la supremacía de la raza blanca… y muy violento.
El PRD salió ayer a a confrontar al presidente Enrique Peña Nieto, cuando le ha dicho que es un tipo que inspira desconfianza en la forma como sugiere enfrentar a Trump.
En conferencia, el PRD en voz de Jesús Zambrano dijo en San Lázaro: “Para cumplir con estos deseos, necesitaríamos un presidente nacionalista, patriótico, que crea y quiera profundamente al País, que rescate la dignidad de los mexicanos y que tenga la capacidad de comprender que se requiere de un cambio de modelo económico para enfrentar las amenazas de Donald Trump”.
Más allá de las verdades que dijo a Peña, el PRD no pudo escapar de la desconfianza que ya se le tiene, por su ruindad en la firma del pacto por México, del que derivaron males mayúsculos para el país, como la reforma energética y la reforma fiscal. Pareciera que Zambrano sólo pretende engañar a la gente con fines electorales.
No ha sido así con Manuel Bartlett Díaz, el senador del PT identificado con Morena y con Andrés Manuel López Obrador.
Cuando ayer Luis Videgaray Caso –un canciller bajo la sospecha de que fue la primera imposición que habría hecho Trump en México-, se apersonaba en el Senado para, más que hablar de su estrategia ante los Estados Unidos, tratar de arroparse con el Congreso, en víspera de una reunión que hoy sostendrá en Washington, para la revisión del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, el senador Bartlett exigió al secretario de Relaciones Exteriores, a “defender con firmeza la violación indigna de las libertades y nuestra soberanía y a no consentir que como política de estado se pretenda atentar contra la dignidad y los intereses legítimos de los mexicanos”.
E insistió Bartlett a un Videgaray de rostro azorado que debe sostener ante los representantes del gobierno estadounidense una postura digna y de defensa de los mexicanos y de la soberanía nacional.
Pero también el senador opositor hizo un reclamo muy airado sobre los acuerdos interinstitucionales “con los que el gobierno de Peña Nieto, y el Pan y el Pri pretenden darle la vuelta al Senado para trabajar con instituciones norteamericanas. Y arengó a sus colegas a recuperar, para el Senado, la rectoría de la política exterior mexicana.