Por: Roberto Polo Hernández
Loma Bonita, Oaxaca.– No hubo más, no hubo nada. Tomás perdió todo. Cuatro hectáreas de piña se huelen podridas y a merced de animales silvestres que devoran el trabajo y sueño de lo que no se pudo vender.
Décadas atrás, en esta fecha, su campo estaba “rasurado” y listo para otra exitosa siembra; hoy, con la impotencia a ras de las lágrimas, sus piñales se prepararon como desperdicio y alimento para vacas y cerdos.
Para Tomás Flores Rosas, pequeño productor de piña del ejido Zacatixpan, llegar al último ciclo de vida, la tercera edad, es haber llegado también a la peor crisis piñera que ha pulsado su destino en los últimos años.
“Esta vez ya no hubo comercialización, no hubo venta (…) es la peor crisis que he tenido en toda mi vida (…) todo se perdió”, responde a pregunta expresa de este reportero.
Hace todavía diez años –recuerda– diez hectáreas de piña se vendían sin problema, pero hoy se quedaron sin cortar y podridas porque ya no hubo mercado; ahora representa doble trabajo pues tiene que cortarla para malbaratarla y comercializarla como desperdicio para vacas y cerdos.
EL GOBIERNO NO NOS APOYA
En la década de los setentas, Loma Bonita definió a la piña como su fruta reina por su pujante venta, dinamismo económico que hizo catalogarla como la capital mundial de la piña. Pero esa época quedó en el anecdotario popular como reseña histórica. A cincuenta años de ese paraíso comercial, la piña quedó reducida a un respiro industrial que intenta sobrevivir frente a un mercado globalizado.
Guadalupe Arroyo, pequeño productor de la comunidad de Guadalupe Victoria, señala que “el ánimo está bastante desgastado al ver tanta piña podrida; pagamos arrastre, cortador, escalera, y no nos queda nada (…) el gobierno debería ver esto, si tiene intención que no haya delincuencia debería apoyar, ya no voy a tener piña, ya no tendré recurso, necesitamos que nos eche una manita”, refirió.
“Necesitamos el recurso, créditos, para sembrar (…) yo pido que se nos apoye para que podamos salir adelante. Hoy sobrevivimos a los rempujones (…) el gobierno nos dice que nos va a ayudar pero nunca llegan las ayudas”.
UNA FAMILIA SIN SUSTENTO
Para la familia de Ricardo Guadalupe Ruiz, que depende directamente de la cosecha de la piña, este 2018 significó la debacle de su economía al no poder comercializar sus frutos. “Mi familia depende de las cosechas y sirven para mantener a mis hijos que están pequeños (…) a mí se perdieron cinco hectáreas (…) ahora voy a buscar ayuda”, relató.
Ante el adverso escenario, Ricardo tendrá que recolectar la piña podrida, tratar de venderla o simplemente buscarle un lugar donde amontonarla para aventurarse, otra vez, a sembrar para el próximo año, esperando que la suerte le favorezca y logre venderla pues –confiesa– sembrar y vender la piña ha sido su razón de vivir.
UN CEMENTERIO DE PIÑAS
Actualmente por una tonelada de piña, la máxima ganancia que puede aspirar un pequeño productor es de 200 pesos. Según Mario Avendaño Hernández, pequeño productor, ya no hay quien compre sus piñas. “Por una tonelada nos están dando 200 pesos libres, no hay ganancia, solo para sacar mediodía de trabajo”.
Argumenta que para llevar a comercializar sus piñas a la ciudad, previamente tiene que pagar un canastero que cobra 200 pesos por tonelada, un estibador que cobra 200 pesos el día, la renta de una escalera en 100 pesos y el flete que oscila entre los 250 y 300 pesos, según el volumen.
Por tal motivo –dice– sale más barato dejar podrir la piña en el campo que tratar de cosecharla y venderla en un mercado que se les cerró y que solo ha estado abierto para los grandes capitales, aquellos productores que han estrechado lazos económicos fuertes con los gobiernos a través de programas inalcanzables para ellos.
“Pedimos que el gobierno haga algo por nosotros, somos bastantes compañeros que nos dedicamos a esto porque no tenemos otro trabajo y manera de vivir”, destacó.
DEL CAMPO A LAS MANOS DE LA DELINCUENCIA
Jonathan Arroyo Ortiz, líder de pequeños productores de piña, pronosticó que si el debacle de la piña se agudiza, en próximos años la delincuencia penetrará con tal fuerza que los campesinos no tendrán otra alternativa para llevar el pan a su casa.
En virtud a la difícil situación que están pasando y aunado a la falta de empleo, Arroyo Ortiz estableció que muchas personas han tenido que enlistarse a las filas de la delincuencia en sus distintas modalidades. “En lo personal, recientemente, fui víctima, me robaron tres vacas; y nos han reportado el desmantelamiento de potreros por personas desconocidas”, reseñó.
Estimó que en Loma Bonita son aproximadamente 10 mil hectáreas las que no se cosecharon debido a que los productores no encontraron rutas de comercio, quedando las piñas sembradas y podridas, exhibiéndose así un cementerio de la fruta reina.
De acentuarse la crisis piñera -auguran- las amplias hectáreas de los pequeños productores van en ruta a convertirse en campos improductivos y amén de la suerte.