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Londres y Juchitán un puente insospechado

El Piñero

¿En qué se parecen William Blake y Francisco Toledo? En estos días se han escrito todo tipo de reseñas y biografías del artista juchiteco. Constantemente aparece el nombre de William Blake como uno de los personajes significativos en la obra del mexicano. Para Toledo, Blake era un ser fascinante. Y no es de extrañar, no se puede echar un ojo a la obra del artista inglés sin quedar absolutamente arrobado con los vastos universos de arte, poesía y pensamiento que creó. Una retrospectiva de su trabajo se expone actualmente en la Tate Britain en Londres; un museo en el que además se pueden visitar los paisajes desbordantes, tumultuosos, llenos de violencia, pero también de luz de Turner y, en otra sala, a los prerrafaelitas, una banda de jóvenes artistas emergentes, rebeldes y llenos de vida, de sensualidad y de pasajes trágicos narrados en su obra, allá por los finales del siglo XIX.

Un paseo por ahí, me ha hecho pensar en la amplitud y universalidad de la obra de Toledo. No es una exageración, William Blake y el artista oaxaqueño son absolutamente equiparables. Cada uno en su individualidad, en su originalidad, sin dar muestras de semejanzas obvias, pertenecen al universo único de los genios. En cada sala a lo largo de la exposición de Blake podemos sentir y palpar su libertad creadora. Un símil de Toledo: ambos rebeldes, con gran intelecto, creadores de un imaginario incalculable contenido en un extenso cuerpo de obra, por lo general en pequeños formatos. Los temas, a pesar de la diferencia de tiempos y geografías que habitaron, parecen relacionarse: la belleza extraña, perturbadora, la obsesión por construir un lenguaje que solo a ellos pertenece. Los paralelismos en la forma de explorar el mundo y el arte, de pensar la vida, los guiños que aparecen entre los personajes, unos muy Blake, otros muy Toledo, nos llevan a adentrarnos en una nueva forma de entender la poesía visual, la literatura y la ilustración. William Blake murió en 1827, Francisco Toledo nació en 1940, ¿cómo es posible que hablemos de sincronía entre ambos?

Desde muy joven Blake vivió obsesionado con imágenes que solo él podía ver. Crítico irredento, al mismo tiempo que obsesionado por el catolicismo, amante del gótico inglés, se dejó influir por las muchas lecturas que hizo desde niño; su delirante manera de entenderlas le permitió conformar una mitología única. Hay que entender por mitología la raíz de un pensamiento lógico que liga una serie de relatos y les confiere unidad: la Biblia, el Libro de Urizen, La Divina Comedia (todos ellos ilustrados por Blake), fueron cobrando un peso mitológico. Los seres que habitan el imaginario de Toledo tienen una carga mítica, no necesitan ser explicados porque responden a su propia lógica, ahí están, aparecen y desparecen y no queda constancia de ellos, son furtivos y juegan con nuestra inteligencia. Los personajes de ambos artistas podrían encontrarse, algo semejante les permite coexistir unos con otros, con ritmo y pulsión afines.

La pasión por la lectura de Toledo lo llevó a crear figuras que se ligaban con las palabras, las mismas palabras que Blake supo enlazar para configurar personajes. Tanto en Blake como en Toledo los colores y la técnica de la acuarela ofrecen una gama infinita de posibilidades, son líquidos, son diáfanos, velos que pueden llegar a la oscuridad absoluta, que van cubriendo y dando intensidad hasta donde el papel lo resista.

Estudiando cuidadosamente las técnicas del grabado ambos artistas lo volvieron un soporte para su obra. Ahí está Newton, ajeno al espectador pensando una nueva teoría, las hijas de Albión, Job, todos salidos de la imaginación de Blake. La muerte y los insectos, las bestias y los microorganismos que crecen desmedidamente, el perro topil, el coyote, todos conviven en el bestiario de Toledo.

El trabajo de ambos artistas es comparable a los Iluminados Medievales, son obras de enorme fastuosidad, grandiosas en pequeños formatos. Blake siempre rehuyó a la grandilocuencia, eso también le ocurrió a Toledo, no solo en los tamaños de las obras, también en la forma en la que trataban uno y otro los temas. A pesar de que podrían ser descomunales en su profundidad, en los dos hay un respeto y dignidad por la forma. Blake y Toledo nos embelesan por la rigurosidad con la que fueron construyendo sus iconografías, no quiere decir esto que se les entienda; son complejas y son crípticas y requieren un estudio profundo para siquiera poder vislumbrarlas. Siempre existe el riesgo de contemplar a ambos artistas tan solo desde la superficie. Y es que el que entra al mundo de Blake como al de Toledo, ya no sale igual. Los dos creadores son de una exigencia desmedida y ya no pueden cohabitar con otros lenguajes insuficientes. Toledo y Blake utilizan la imagen como parte de una expresión que abre puertas a una nueva comprensión poética. Blake no solo era un gran dibujante, también era un poeta que conocía el peso de las palabras, los silencios; se nota en cada una de las escenas que van narrando en sus poderosas épicas. Toledo conoce como pocos el valor de la carcajada y hasta dónde llega; sabe también de las cuevas llenas de misterios y silencios oscuros.

Cada libro ilustrado por Blake es una biblia en sí; el vasto simbolismo y la riqueza que emplea para darle fuerza a cada relato nos lleva a vivir el espectáculo de la belleza, me atrevería a decir Blakeana. Toledo tomó de la tradición oral zapoteca una serie de historias y las ilustró dotándolas de un cuerpo que jamás habían tenido, ¿qué otra forma puede tener Pinocho, el sapo, los murciélagos si no la que les otorga Toledo?

Los prerrafaelitas tienen mucho que agradecer a Blake, le tomaron prestada su capacidad crítica, su desdén contra la moral victoriana respirada en Inglaterra para cubrir la promiscuidad acomodaticia. Cada capítulo del Infierno de Dante podría ser un retrato en género fantástico de las calles infestadas de ratas y perdición de Londres. Sin embargo, todo en la obra de Blake es luz; va más allá de la realidad mostrándole al hombre como dejar de ser mediocre. El camino de la pintura mexicana muestra un antes y un después de Toledo. Consciente o inconscientemente los artistas de las siguientes generaciones han sido influidos por la obra, la personalidad o el pensamiento del juchiteco. Cada obra es una invocación al paisaje del dolor humano y a la risa del goce de la vida. Sus raptos violentos son tan generosos como sus momentos de locura y sensualidad, ese es el mundo que nos dejó Toledo.

Blake sufrió por la insuficiencia de los seres que lo rodeaban. Jamás quiso ceder ante los sistemas y construyó un universo propio al lado de su esposa, Catherine Boucher. Con ella logró crear un taller en el que la técnica del aguafuerte se volvió una especialidad. Sus trabajos pueden compararse con los de Goya y hoy con los de Toledo. Para Blake la lucha social no se separaba del arte, siempre se manifestó en contra de la esclavitud y el maltrato de personas, era un combativo por la igualdad sexual y racial. Toledo luchó a brazo partido por que hubiera más justicia en nuestro país, en Juchitán su tierra. Y, como Blake, también él creó un taller de grabado gracias al cual la gráfica mexicana recuperó la trascendencia que había perdido. El legado de ambos es comparable: nos dejan asomarnos al infinito sueño de los pueblos olvidados.

Toledo enfrentó al sistema, ese era su error opinaban los demás; pero no podía más que enfurecerse en contra de las injusticias y la falta de respeto de los políticos con el pueblo. Vivió y amó. Sus hijos, todos son artistas. La fama le incomodó siempre, la usó cuando se trataba de una causa. Sus amores fueron escandalosos, pero él no ostentaba el papel de seductor. Simplemente era un hombre que ejercía sus pasiones.

El poder del arte es tener la capacidad de romper con el tiempo como nos es contado, como la suma de sucesos que transcurren entre pasado, presente y futuro. En el arte el pasado no es solamente lo que ya ocurrió, tiene un papel fundamental como centro de la memoria, es el registro que está más allá de los datos y de las razones inmediatas. La sincronía en el arte es de ida y vuelta, no necesariamente ordenada. Un artista del pasado puede influir a uno actual, pero el artista de hoy nos puede hacer ver cosas en el pasado que de otra manera nunca hubiéramos intuido. El arte nos deja ver a Toledo y a Blake, sentados en una mesa hablando de los grandes temas, o simplemente dibujando.

«La imaginación no es un estado: es la existencia humana en sí misma»

Blake

www.susancrowley.com.mx

@Suscrowley

https://www.sinembargo.mx/20-09-2019/3648736

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