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Los 100 días de Cuitláhuac en un Veracruz encabronado

El Piñero

 

Luis Velázquez

Veracruz. 13 de marzo de 2019 -ESCALERAS: Pasaron, ya tan pronto, agua que escurre sin dejar huella y sin lavar las piedras ni las cañerías, los cien días del sexenio de la izquierda en Veracruz. Ha de preguntarse entonces el significado de gobernar, ajá, desde la izquierda.

Y es que, el teórico de la esquina, dice que hay izquierda de la izquierda, izquierda del PRI, izquierda del PAN, izquierda del PRD, izquierda del PT y Movimiento Ciudadano.

Hubo un tiempo en América Latina cuando todos los jóvenes eran de izquierda. Fue cuando Ernesto “El che” Guevara sedujo con su barbita, sus melenas, su cachuchita, su puro, su pipa y su asma… que lo llevó a la heroicidad.

 

PASAMANOS: La izquierda de la izquierda, por ejemplo, está a favor del aborto, el matrimonio homosexual y la adopción de hijos.

Pero en el caso de Veracruz una diputada local de MORENA interpuso una iniciativa de ley para despenalizar el aborto y de los 26 legisladores solo cinco se unieron.

Y la iniciativa está, estaría, condenada al archivo histórico.

Ya lo dijo el diputado José Magdaleno Rosales Torres que de aprobarse dividiría a MORENA, y lo peor, la descarrilaría entre la población electoral, y de ñapa, el furor de la iglesia en contra.

 

CORREDORES: En su libro, “Hija de revolucionarios”, Laurence Debray, la hija de Regis Debray, el filósofo francés amigo del Che Guevara, Fidel Castro y Salvador Allende, revela que pronto se desencantó de la izquierda de Hugo Chávez cuando llegara al poder político en Venezuela en 1999.

Primero, por la creciente ola de inseguridad, y segundo, “por una rápida degradación de la vida social y económica”.

Su idilio con la izquierda descarriló luego enseguida.

Además, y luego de una comida solas con Hugo Chávez, “imposible no desconfiar de aquel populista de elocuencia enardecida”.

Es el caso del gobernador de Veracruz.

A, la inseguridad. B, la degradación social y económica de la población de Veracruz. Y, C, su discurso mesiánico, sin sentido, ridículo: “Vendrán tiempos bonitos. Muy bonitos. Lo bonito entre lo bonito” y, en contraparte, Veracruz chorreando sangre cuando, y por ejemplo, además de la población civil, están matando a líderes sindicales, políticos y policías.

Y de ñapa, varios pueblos se están haciendo justicia por mano propia linchando y quemando vivos a los malandros.

 

BALCONES: Claudia Sheinbaum es jefa de Gobierno de la Ciudad de México y se ha definido una política de izquierda.

Y en su agenda ha anotado “la diversidad cultural, el medioambiente, los pueblos originarios de la capital y los derechos reproductivos de la mujer”.

Cien días después se ignora la agenda del gobernador de Veracruz.

En tres meses y una semana, además de cacarear como lorito el discurso de AMLO, su único trascendido es “soy fifí, sabadaba y salsero”.

Y aun cuando la Ciudad de México está flageada por los carteles locales de la droga, la Sheinbaum se ha vuelto en tan poco tiempo un referente de la izquierda en América Latina “en la conquista de los derechos civiles” y que data desde antes.

 

PASILLOS: La más alta identidad de la izquierda está con los pobres y “los pobres entre los pobres”.

Insólito: en cien días, varios pueblos indígenas y campesinos se están haciendo justicia por mano propia en el caso de la ola de violencia estableciendo, incluso, una agenda pública.

Soledad Atzompa. Seis malandros acusados del secuestro de profesores linchados y quemados vivos.

Minatitlán. Las guardias comunitarias cazando, deteniendo y linchando a un hombre que baleó a su esposa por la espalda.

Maltrata. Un pueblo amotinado frente a la comandancia policiaca que pretendía liberar a un par de ladrones de una escuela con la consigna ejemplar de “si los sueltan… los linchamos”.

Además, claro, del atropello a los elementales derechos humanos como el caso de los siete vecinos de Actopan sobajados por la Fuerza Civil.

Más la emboscada a los migrantes de Guatemala en los límites de Isla y Rodríguez Clara con una mujer asesinada y cuatro heridos, un menor entre ellos.

He ahí la izquierda gobernando Veracruz.

 

VENTANAS: En todos los rincones del mundo, la izquierda significa una revolución pacífica en la cancha política y social.

En Veracruz, el resentimiento y el odio. ¡Vaya pifia con la destitución del Fiscal!

Y en contraparte, ningún golpe de timón político, social, económico, educativo, de salud, de seguridad y de procuración de justicia, tipo AMLO, en cien días.

El gobierno del estado, flotando por inercia, porque de por sí, bien o mal, el aparato gubernamental camina, por lo pronto, solo, aceitado como está.

Pero con tanta inercia e indolencia, y desdén incluso, cualquier embarcación se hunde… por más y más que pueda zozobrar un tiempo.

En cien días, ningún manotazo.

Ni siquiera, vaya, vendiendo esperanzas con suficiente capacidad de convencimiento.

La izquierda, desdibujada.

Ahí va, expresándose, digamos, como una mera administradora del recurso público, oficina de pagos de la burocracia.

 

PUERTAS: En cien días, el góber ha perdido su identidad, digamos, ante un líder avasallante de izquierda.

AMLO lo ha eclipsado.

El presidente de la república ha engullido al jefe del Poder Ejecutivo Estatal.

En el lenguaje político de la sumisión priista y panista, “El país de un solo hombre”, era, quizá, permisible.

Pero ahora, la izquierda al mando, la filosofía política es, ha de ser otra.

Y más, por una verdad inapelable: por encima del presidente están los 8 millones de habitantes de Veracruz, 6 millones de los cuales, en la miseria, la pobreza, la jodidez, el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre, y de colofón, flagelados todos los días y noches, a toda hora, por los carteles y cartelitos, sicarios y malandros, dueños de la agenda pública.

 

CERRADURAS: En 1999, en su viaje a Venezuela, la tierra de su señora madre, Laurence Debray descubrió que Fidel Castro ejercía un dominio total sobre Hugo Chávez, y por añadidura, la izquierda convertida en una faramalla.

Escribió:

“Ver a tu patria naufragar resulta tan doloroso como ver apagarse a un ser querido. He sufrido ambas cosas con amargura”.

En Veracruz, ya tan pronto, el desencanto social por la izquierda que entró al palacio de gobierno lanzando al PAN y lanzando al PRI.

Bien lo decía el campesino rústico, Eufemio Zapata, el hermano de Emiliano:

“La silla del palacio está embrujada porque a todos enloquece”.

Hasta a los políticos que se pavonean como militantes de izquierda.

 

PATIO: A veces, muchos años después, a los seres humanos se les cae la máscara. Y aun cuando el misterio pueda dilucidado, también suele ocurrir que se vuelve más impenetrable.

Impenetrable, por ejemplo, las decenas de máscaras de Javier Duarte. Todavía ahora, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, continúa sorprendiendo. Más de quince duartistas, en la mira de la Fiscalía General de la República y de la Fiscalía General de Veracruz.

La máscara enmascaró más a los priistas. Peor sería, podría ser, con la izquierda, porque estarían engañando con la verdad.

En el tiempo panista y priista de Veracruz, el gobernador en turno y el gabinete legal eran glorificados. Ellos eran los héroes. Los jefes máximos. Los elegidos. Los enviados de Quetzalcóatl. Los iluminados. Dueños del día y de la noche y del destino común.

Pero los héroes son la población, cada jarocho, cada ciudadano de Veracruz, porque ellos con su diario trabajo, sencillo y común, discreto, con bajo perfil, lejos de las candilejas, construyen cada día y al mismo tiempo, aguantan vara.

Y todavía, con un amplio sentido del humor y alegría de vivir.

Vaya a ser que ahora con la izquierda en el palacio de Xalapa también las elites, como todo indica, quisieran ser idolatradas. Culto a la personalidad también se llama. Egotismo diría Octavio Paz y que significa la vanidad y la soberbia juntas. “El país de un solo hombre”, el hombre que manda, diría Enrique González Pedrero.

Veracruz es un pueblo que baila aunque todo vaya mal. Pronto, llegará el Festival de la Salsa en Boca del Río, su sede original. Y todos a bailar con los hijos de Héctor Lavoe, porque la noche de su entrada a La Habana a la caída del dictador Fulgencio Batista, los barbudos de Fidel Castro, incluido Ernesto “Che” Guevara, se la pasaron bailando salsa hasta el amanecer, y al día siguiente, jugando béisbol que por eso Cuitláhuac García ya fue declarado un gobernador beisbolero, qué caray…

Desde entonces, bailar salsa en América Latina hermana a la gente de izquierda…

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