Malecón del Paseo
Luis Velázquez
Veracruz.- EMBARCADERO: Hay dos fotos preciosísimas… Son tres escritores, los tres, muertos, el último falleció apenas la semana anterior… Sergio Pitol, 85 años… En una foto, el trío aparece cuando son jóvenes, muy jóvenes, promesas ya de la literatura… Están sentados en el piso de una librería quizá, acaso de una oficina, recargados sobre un librero con muchos papeles… En medio aparece Sergio Pitol… En el lado derecho, Carlos Monsiváis Aceves, y en el lado izquierdo, José Emilio Pacheco… Monsi (así le llamaban los amigos del primer círculo) tiene un libro abierto en la mano izquierda y Pitol y Pacheco miran la página… Los tres leen… Pitol y Pacheco, vestidos informales, con saco, pero sin corbata… Raro y extraño, Monsi con traje y corbata… Pitol es el único que fuma, tiene un cigarro en la mano… Pacheco tiene las manos entrelazadas… Monsi se acaricia un pelo de la cabeza con la mano derecha…
ROMPEOLAS: La otra foto habla de la vida muchos, muchísimos años después… En la foto están (en el mismo orden que la foto de cuando eran jóvenes), Pacheco, Pitol en medio y Monsi en el lado derecho… Pacheco platica con Pitol que escucha con la mirada perdida en el horizonte, digamos, masticando las palabras, las ideas, los datos de Pacheco… Y Monsi mira enfrente a un espectador que aparece fuera del primer plano fotográfico… José Emilio Pacheco habla, serio, y Pitol escucha abstraído… Monsi sonríe… La sonrisa irónica de siempre… El espíritu crítico, el pitorreo, la sorna, la burla, nunca, jamás, el escarnio… “Los ricos, decía Monsi, me friegan por su dinero y yo me los friego por mi inteligencia”… Pitol y Pacheco fueron Premio Cervantes de Literatura… A Monsi le faltó tiempo, pues murió en el hospital, entre otras cositas, porque leyó muchos, muchísimos libros viejos, llenos de ácaros, humedad y polvo, y le pegó duro en los pulmones…
ASTILLEROS: La foto honra a los tres… Primero, por inquebrantable fidelidad a su vocación literaria…Segundo, porque honraron la amistad, pues amigos de jóvenes llegaron de amigos a la vejez, incluso, a la antesala de la muerte… Por ejemplo, Octavio Paz y Carlos Fuentes fueron condiscípulos en la UNAM, y desde entonces, amistad a prueba de fuego… Un día, en la revista Plural, Enrique Krauze publicó ensayo furibundo en contra de Carlos Fuentes… Fuentes habló por teléfono a Octavio Paz, director, para en nombre de la amistad, primero, reprocharle el ensayo, y segundo, que ni siquiera le había dado la oportunidad de avisarle, y tercero, que en todo caso si su decisión era publicar el texto, el legítimo derecho a una réplica en el mismo texto… La amistad se rompió… En el lecho de muerte, Paz pidió a un amigo común convenciera a Fuentes de visitarlo… Carlos Fuentes seguía indignado y nunca aceptó el reencuentro… La vida, ni modo, es así, y ni modo, qué le vamos hacer, exclama un personaje novelesco de Fuentes… Pitol, Monsi y Pacheco, amigos siempre, pues, como reza el proverbio popular, “el único patrimonio de los hombres es la amistad”…
ARRECIFES: Por la edad, Pitol debió pertenecer a la generación de Juan Vicente Melo, Julieta Campos, Salvador Elizondo, José de la Colina y Elena Poniatowska, entre otros, nacidos en la década de los treinta… Pero Pitol (nacido en Puebla, arraigado en Córdoba desde que a los 4 años de edad perdió a sus padres ahogados en una playa del puerto jarocho) era muy tímido… Y se negaba a publicar… “Necesitó viajar al extranjero para perder el pudor y publicar” (El País)… A los 25 años publicó sus primeros cuentos en una revista dirigida por Juan José Arreola, quien fue el gurú de un montón de escritores… Y se empató con la generación de José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis… Una vez, la Poniatowska (Poni para los amigos) dijo que “por 25 años no supimos de él sino a través de sus cartas”… Anduvo de funcionario diplomático en varios países… En su periplo están China, Bulgaria, Hungría, España, Francia, la Unión Soviética y Checoslovaquia… Y por aquí viajaba y por aquí escribía y publicaba, claro, hasta vencer por completo su timidez y pudor…
PLAZOLETA: A los 5 años de edad, Pitol había sufrido las peores desgracias de la vida… Sus padres, ahogados… Y la muerte de su hermana menor… Su salud, quebrantada por un paludismo que lo tiró en la cama durante largas y extenuantes temporadas… Entonces, y debido a la enfermedad, descubrió el paraíso terrenal en casa de la abuela en un ingenio azucarero de Córdoba… Fue la lectura de libros, novelas, cuentos, poemas… Decía: “Leí todo lo que cayó en mis manos… Y llegué a la adolescencia con una carga de lecturas bastante insoportable”… La abuela lo rescató, mejor dicho, lo salvó… Fue el caso, entre tantos otros, de Gabriel García Márquez, quien formó parte de once hermanos, y los padres lo dejaron con los abuelos… Y el abuelo, el general Aureliano Buendía, le descubrió el mundo, empezando aquel día cuando lo llevó a conocer la forma en que hacían el hielo en una fábrica… Y a partir de entonces, la leyenda…
PALMERAS: Decía Sergio Pitol: “Cada libro es más una crónica de la felicidad… De la felicidad vital que da la buena lectura… Los amigos, los amores, los viajes y los momentos de vida que son privilegiados”… Siempre ligado a la Universidad Veracruzana, UV, como tantos otros, entre ellos, Sergio Galindo y Carlos Fuentes, por ejemplo, Pitol prestigió el tiempo académico del doctor Raúl Arias Lovillo… Fue aquel rectorado cuando un equipo editorial, coordinado por el autor de “El desfile del amor” y “La vida conyugal”, seleccionaba a los clásicos eran publicados en libros baratos y los regalaban a los estudiantes de recién ingreso a la máxima casa de estudios, de igual manera que cuando José Vasconcelos, secretario de Educación de Álvaro Obregón, lanzó aquel movimiento cultural sin precedente de imprimir a los clásicos y regalar a los alumnos, campesinos y obreros…