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Los animalistas; las mascotas de los políticos

El Piñero

Luis Velázquez

 

Uno. Amar a los animalitos

 

Está bien que los animalistas amen a sus mascotas. Y también, a los animales callejeros. Perros y gatos, sobre todo.

Ernest Hemingway tenía, por ejemplo, cincuenta gatos en su finca en Cuba.

Carlos Monsiváis tenía doce gatos.

Hacia el final de sus días, Nahuin Ollín (Carmen Mondragón), la primera mujer que posó desnuda en México, caminaba en la Alameda central seguida por un número incalculable de perros.

Himmler, el súper ministro de Adolf Hitler, llegaba en la madrugada a casa, se quitaba los zapatos y entraba de puntillas para no despertar a los pajaritos que tenía.

Una señora en el puerto jarocho tiene cincuenta perros en su casa.

En el panteón municipal hay unos cien gatos, todos callejeros, claro, abandonados, y los animalistas se turnan cada día para llevar el itacate.

Pero un amigo tiene una perrita que en el primer parto tuvo ocho perritas, todas hembras, y padeció las de Caín y Abel para regalarlas, pues su ingreso diario resulta insuficiente para mantener a todos.

Entonces, una amiga le sugirió que la esterilizara, y siempre le decía que “mañana, mañana, mañana”.

Así amarró su perrita en el patio de la casa para evitar, digamos, que se fuera por ahí de vaga y querendona.

Y resultó que amarrada en el patio fue embarazada y acaba de dar a luz.

Otras ocho perritas.

Ahora, su vida matrimonial es un infierno.

La perra fue rebasada por las circunstancias y en la lactancia tronó por completo.

Y el amigo todos los días y noches pelea con la esposa para que le den su mamila a las ocho perritas.

Ocho niñas.

Y como las perritas siempre están con hambre cada hora chillan y chillan y nadie duerme en casa.

Lo peor es que los vecinos ya protestaron y amenazan con la tercera guerra mundial si el amigo tiene una semana más a las ocho cachorritas.

Él, claro, ama a los animales. Y muy bien. Pero como decía León Tolstoi, “el matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso, y si uno de los dos hace algún movimiento brusco la barca se hunde”.

Y el barco conyugal del amigo está a punto de descarrilar, pues la mujer lo amenazó con el divorcio.

Él la ama a ella. Pero todo indica que ama más, mucho más, a sus perritas.

 

Dos. Truena vida conyugal

 

Los que saben dicen que las personas aceptan una mascota en casa siempre y cuando sea, y como en el caso, macho.

Las hembras, dicen, dan mucha lata, como por ejemplo, cuando se embarazan, y de pronto, zas, el parto es múltiple.

Y por eso el amigo enfrenta el pleito más terrible de su vida con su pareja.

Y más porque los dos están en el segundo matrimonio, y cuando se conocieron eran mayores de edad, y cada uno dejó hijos atrás, y por eso, el hombre se volvió animalista.

Pero ella soñaba con vivir un nuevo romance, sin el compromiso de los hijos.

Y hoy se topa con una realidad descarnada y su vida conyugal está tronando.

Y lo peor, cayó en la desesperación estableciendo plazos para que su pareja se deshaga de las ocho perritas y en automático esterilice a la perra, que desde un principio aceptó, pero sin visualizar al futuro cuando “el destino la alcanzara”.

Ella es generosa. Pero todo tiene un límite.

El marido, por ejemplo, le muestra videos en su celular sobre la ternura de los animales.

Un gatito, por ejemplo, donde su dueña le acaricia el lomo, y de pronto, lo deja de sobar y el mismo gatito le agarra la mano y se la pone en su espalda para que lo siga llenando de ternura.

También le pasó el video donde unos pajaritos miran a una persona y se alegran tanto que le cantan y luego brincan de alegría de un lado a otro de la jaula y aletean y miran a su dueña.

Pero la esposa recuerda llorando al mismo tiempo a las ocho perritas exigiendo su mamila y le entra el pánico y el terror.

 

Tres. Mascotas de políticos

 

Las mascotas son tan importantes que sustituyen el cariño y el amor humano.

Más aún: en la Ciudad de México, por ejemplo, las bandas de malandros están secuestrando a las mascotas para exigir un rescate millonario, pues así le pegan a los niños de las familias en donde más duele.

Cuando el priista Roberto Borge Angulo gobernaba Quintana Roo, un día su mascota, un perrito llamado “Simón”, se salió de su residencia y Borge llegó a la locura de publicar en la radio y en la tele unos spots llamando a Simón por su nombre y pidiéndole que regresara a casa.

Todavía más: ordenó al cuerpo policiaco que se lanzara a las calles y avenidas a buscar a Simón.

Javier Duarte tenía en la llamada “Casa Veracruz”, la residencia oficial, seis perros, y con los que lleno de ternura jugaba con ellos, uno por uno, en tanto Veracruz fue convirtiéndose en el peor rincón del país para vivir.

El amigo de las ocho perritas está en una coyuntura, como es elegir entre su esposa y las perritas.

¡Que su dios lo cuide!

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