Luis Velázquez
Veracruz.- Los escombros caen sobre la seguridad y la justicia azul en Veracruz. “Estamos peor que antes” ha dicho Pepe Yunes. “Todos los días hay ejecuciones” dice el arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes. Pero una cosita es la incertidumbre y la zozobra, y otra, la impunidad. Y otra más, la peor, además de que en pocos, excepcionales casos se ha conocido el nombre de los asesinos físicos, nadie ha conocido el nombre de los asesinos intelectuales.
En términos generales la yunicidad, como sucede en el resto del país, inculpa a los malandros, y que nadie dudaría.
Pero… en la cancha social de la tierra jarocha, los cuatro niños asesinados en Coatzacoalcos, y los dos niños en Córdoba y el niño, con su maestra, en Tantoyuca, necesitan y merecen una explicación profunda de la que hasta anoche ha dado la Fiscalía.
Lo peor es que el río de sangre y el valle de la muerte en que mudó Veracruz están desbordado por completo.
Así, los cadáveres de cada día van olvidando en automático, sepultando, archivando, engavetando, los muertos anteriores.
En el día con día, la yunicidad va perdiendo.
Y si es grave el número de civiles muertos, van ya 6 políticos ejecutados en Veracruz, sin que nadie, absolutamente nadie, conozca el nombre de sus homicidas intelectuales.
HOMICIDAS VOLARON AL CIELO
Se dirá que la procuración de justicia es un proceso lento, tardado, burocrático, que exige y reclama tiempo.
Claro, apenas la semana anterior, la ex presidenta municipal de Alvarado, Sara Luz Herrera Cano, internada en el penal de Amatlán de los Reyes por el asesinato de su secretario particular y hermano de crianza, recibió la sentencia de treinta años de cárcel.
Pero hasta anoche, los políticos asesinados eran los siguientes y nadie ha sabido el nombre de los homicidas intelectuales en un tiempo electoral donde la maquinaria gubernamental ha de estar bien aceitada para evitar resabios:
El presidente municipal electo de Hidalgotitlán, ejecutado en su propia casa, rodeado de familiares y amigos, luego de una cabalgata.
El alcalde en funciones de Ixhuatlán de Madero (la tierra de Heberto Castillo, el gran líder moral del 68), asesinado con su esposa y tres colaboradores en Banderilla que por “La banda de las láminas”.
El ex candidato priista presidente municipal de Tenampa de Gorostiza, César Antonio García Cosquillas, asesinado en una gasolinera de la carretera federal Fortín-Huatusco en la primera semana del mes de enero.
El ex síndico de Ixtaczoquitlán, asesinado con toda la barbarie del mundo, ni más ni menos, de veinte puñaladas.
El ex alcalde perredista de Colipa, Víctor Molina Dorantes, asesinado en la segunda semana de enero. Su hermana Teresa, presidenta municipal en funciones.
Y el último caso (sábado 3 de febrero), el sobrino del ex regidor de Oluta, Pastor Cruz, Elías CR, de 19 años de edad, asesinado a escasos metros de su casa por unos sujetos a bordo de una motocicleta.
Ok.
En ningún caso, detenido un asesino físico.
Menos, mucho menos, los asesinos intelectuales para conocer las razones o los pretextos para quitar la vida a otras personas.
ASESINOS INTELECTUALES DE LOS REPORTEROS
En los hogares de Veracruz se llora a un familiar, un compadre, un vecino, un conocido desaparecido o asesinado.
Una familia de Coatzacoalcos llora el crimen de 4 niños.
Dos familias de Córdoba lloran el asesinato de dos niños.
Una familia de Tantoyuca llora el homicidio de un niño.
Pero… nadie conoce, primero, el nombre de los asesinos físicos.
Y menos de los asesinos intelectuales.
Y menos, los pretextos (ni modo que sean razones) para los crímenes.
Es el caso de los cuatro reporteros asesinados.
El 19 de marzo del año anterior, Ricardo Monluí Cabrera en Yanga, delante de su familia.
El 9 de julio, el camarógrafo de Honduras, Edwin Rivera Paz, en Acayucan, cuando filmaba un documental sobre los migrantes de su país.
El 22 de agosto, el crimen de Cándido Ríos Vázquez, en Juan Díaz Covarrubias, afuera de una tienda comercial.
Y el 19 de diciembre, para cerrar el año, el homicidio de Gumaro Pérez Aguilando, en Acayucan, del periódico “Diario del sureste”.
Okey.
Pero ¿quiénes y por qué los mataron?
Es la gran interrogante en la procuración de justicia.
Javier Duarte dejó el sexenio con diecinueve reporteros asesinados y tres desaparecidos, y en ningún caso se conocieron los nombres de los asesinos intelectuales.
Y al paso que vamos, cuando sólo faltan diez meses para que la yunicidad se vaya…
Y cuando todos los días hay ejecuciones…
Y cuando la prioridad de la Fiscalía es encarcelar al mayor número de duartistas, 315 de los cuales tienen denuncia penal acusados del desvío de 48mil millones de pesos…
Y cuando por encima de todo la gran apuesta es ganar la gubernatura para el primogénito, ninguna esperanza hay de que el llamado “gobierno del cambio” detenga, primero, a los homicidas físicos para pasar al siguiente paso como es identificar a los homicidas intelectuales.
FISCALÍA DEJA MUCHO QUE DESEAR
La yunicidad está haciendo su chamba.
700 mil despensas alimenticias cada mes con un costo de 140 pesos cada una a los pobres y “a los pobres entre los pobres”.
Apoyos extras para 150 mil madres solteras y 60 mil mujeres de 60 años de edad en adelante en el abandono familiar y social.
Anuncio de construcción de caminos y carreteras quizá para vestir como torero en tarde de luces a Julen Rementería, SIOP, camino al Senado.
Pero en todo caso, la asistencia social va por un lado y por otro camino diferente, mil años luz de distancia, la procuración de justicia.
Está visto que la secretaría de Seguridad Pública está rebasada, y con mucho, por la violencia.
Pero la Fiscalía deja mucho que desear.
Claro, mientras sirva a la razón suprema de encarcelar a los políticos pillos y ladrones, y las dependencias le sigan rascando a Fidel Herrera Beltrán como el caso del ORFIS que revelara las 139 denuncias por desvío de treinta mil millones de pesos desde el año 2007 (tiempo del Fidelato), Veracruz seguirá padeciendo la noche más fatídica de su vida, en que la inseguridad y la impunidad van juntas, gemelitas todopoderosas.