- Los hijos desaparecidos
Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- UNO. “Los buscadores” de Noé Zavaleta
El segundo libro del corresponsal de Proceso en Veracruz, Noé Zavaleta, en coautoría con seis reporteros, circula ya.
Autor de “El infierno de Javier Duarte, crónicas de un sexenio fatídico”, el maestro Zavaleta está jugando en las grandes ligas del periodismo, más allá de la aldea, el rancho, y lejos de la cómoda provincia en que no pasa nada.
En el libro “Los buscadores”, ediciones Proceso, Noé publica ocho reportajes y crónicas sobre los desaparecidos en un Veracruz en el primer lugar nacional en secuestros, infanticidios y feminicidios, y con las fosas clandestinas más grandes de América Latina como Colinas de Santa Fe.
Mucho, muchísimo se ha publicado sobre el drama, el genocidio y la crisis humanitaria causada en cientos, miles quizá de hogares adoloridos con el secuestro y la desaparición de los hijos.
Pero en el segundo libro hay un Noé que cumple a plenitud con el rigor informativo y la pulcritud literaria.
Pero más, mucho más, un Noé maduro que alcanza el más alto grado de conciencia, conciencia social y conciencia de sí mismo como ser humano, como era la utopía y el legítimo sueño de don Julio Scherer García, el fundador del semanario Proceso.
A esa escuela, por cierto, pertenecen otras grandes figuras de la crónica y el reportaje en el país, entre ellos, Ignacio Ramírez, Q.E.P.D., Elías Chávez de García, Francisco Ortiz Pinchetti, Ricardo Ravelo Galo, Pepe Reveles y Carlos Marín.
Y es que don Julio decía porque él mismo lo practicaba que para ser buen reportero primero ha de ejercitarse como mejor persona humana.
Y mejor persona significa, entre otras cosas, tener conciencia, primero, de las capacidades, pero más aún de las tentaciones de la vida como son la ambición, la codicia, las tentaciones materiales, el rencor, el odio, la venganza, la egolatría, la superficialidad, etcétera.
Y segundo, ejercitar todos los días en el dominio de tales pasiones, pues ningún reportero puede trascender si antes, mucho antes, no se domina o intenta dominarse a sí mismo.
Y más, como en el caso, cuando se ejerce un periodismo crítico que por lo regular se vuelve un periodismo incómodo e indeseable para la generación política en el poder.
DOS. “Veracruz, la gran narcofosa”
Hemos de detenernos por ahora en el capítulo intitulado “Veracruz, la gran narcofosa”, donde el maestro Noé Zavaleta cuenta varias historias, entre otras, la historia de la señora Victoria Delgadillo Romero, a quien el 28 de noviembre de 2011, el primer año del desgobierno de Javier Duarte, desaparecieran a su hija Yunery Citlally Hernández Delgadillo.
Pero, además, al mismo tiempo que Yunery fue desaparecida también lo fueron otras doce chicas, de las cuales ninguna ha aparecido al momento, luego que fueron contratadas como edecanes para una fiesta en un rancho de Actopan, donde acudiría “gente importante de la política”… y narcos.
La historia quizá será conocida, pero el corresponsal de Proceso ha mirado el bosque más allá del árbol y encaramado en la azotea social para ver mejor el mundo logrando en plática con la madre de Yunery grandes revelaciones donde la autoridad queda, una vez más, bajo sospecha y en entredicho.
Por ejemplo, en el Ministerio Público, le decían:
“¿Qué ha investigado usted?”.
Y luego le reviraban:
“Usted tiene que aportar información a la investigación”.
Dice:
“La licenciada Julieta Suárez, de la procuraduría, me pidió una foto de mi hija que la iba a subir a la plataforma de la PGR y al pizarrón. Un mes después ni la subieron a la procuraduría ni al pizarrón. Luego pasaron los meses y nada”.
Un año después la madre reflexionaba así:
“Ni una sola persona ha declarado por la desaparición de mi hija. Las hojas y oficios sellados de recibido seguían intactos. Sólo maltrechos con polvo, humedad y telarañas. No había nada en el expediente”.
“La madre de Yunery tuvo que persuadir y presionar para que le hicieran una prueba de ADN a fin de buscar compatibilidad en los cuerpos hallados en fosas clandestinas”.
TRES. La madre ha enfrentado a todos los políticos
El reportero y escritor cuenta que la madre “ha increpado a senadores, diputados federales, delegados de la PGR, funcionarios de la SEIDO, gobernadores y otros políticos, siempre cargando la lona con la foto de su hija y la leyenda: “¡Ayúdale a regresar a casa”.
Entonces, describe el dolor, pero también el desencanto, el desengaño y la frustración:
“Nunca pensé llegar a la Ciudad de México, estar en la SIEDO, la PGR, en la Policía Científica, que te expliquen y hablen de restos óseos, de cómo van a realizar los estudios. Nunca me imaginé empezar a conocer todo eso”.
Lo peor de todo es la gran estafa, sin piedad ni misericordia para el sufrimiento humano, el desdén, el menosprecio y el desprecio, la negligencia, la indiferencia, la apatía:
“Yo nunca hubiera pisado esos sitios. Siempre nos ponen cara, nos dan el avión y es bien difícil. En una ocasión le dije a la licenciada Aurea Cortés (fiscal especializada en Búsqueda de Personas No Localizadas) cuando sólo nos daban largas: “Usted ni siquiera es mamá. Por eso no sabe el dolor que sentimos”.
Se trata, además, de un dolor múltiple y que es de un montón de madres y padres de familia en igualdad de circunstancias con hijos desaparecidos y andar tocando puertas y puertas y puertas en el mayor número de dependencias sin una respuesta satisfactoria, mejor dicho, justa:
“Otras madres y padres que andan buscando a sus hijos en Veracruz han recibido amenazas, mensajes de texto de celulares inactivos, llamadas telefónicas hechas desde casetas públicas o intimidaciones de la propia autoridad ministerial.
Por eso algunos padres de personas desaparecidas acaban por bajar la guardia y le dan prioridad a proteger al resto de su familia”.
Es la mirada de un reportero como Noé Zavaleta quien mira el árbol hacia arriba llena de ramas y hojas, pero también el árbol hacia debajo de la tierra lleno de raíces sueltas y desperdigadas y que él va atando y desatando para un gran reportaje, una gran crónica, en su segundo libro, “Los buscadores”.
Noé, alcanzando la madurez periodística.
Su alumno lo saluda de pie y con respeto y admiración.