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Los elegidos en Veracruz; los líderes pri/vilegiados

El Piñero

 

Luis Velázquez /Escenarios

Veracruz.- 07 de julio de 2017 -.Uno. Fueron pobres, son ricos Hay una elite social en Veracruz. Son los privilegiados, digamos, de la fortuna. En el lenguaje popular les llamarían “los vivis” y que de acuerdo con la Real Academia Española significa “viejos vividores”.

En un Veracruz donde seis de cada diez habitantes están en la miseria, la pobreza y la jodidez según CONEVAL, ellos son los tlatoanis, los jefes de jefes, que si alguna vez padecieron “las cornadas que da el hambre”, ahora luchan cada día para mantenerse en el poder y nunca, jamás, volver.

Ellos son, entre otros, los siguientes:

Víctor Flores Morales. Más de veinte años como dueño del sindicato ferrocarrilero. Los amigos calculan su fortuna en unos dos mil millones de dólares.

Pascual Lagunes Ochoa. 26 años en el trono sindical de TAMSA. Sus amigos dicen que posee mil hectáreas en los estados de Veracruz y Campeche, 900 cabezas de ganado y seis caballos de carrera, de los que cuatro juegan en el Hipódromo de las Américas, en la Ciudad de México.

Enrique Levet Gorozpe. Dueño del sindicato del FESAPAUV desde hace veinte años. Compró un ranchito en San Cenobio, municipio de Manlio Fabio Altamirano (que en el tiempo de Benito Juárez se llamaba “La purga”) y lo rebautizó con el nombre de “San Cenobio de Fidel Herrera”.

Juan Nicolás Callejas Arroyo. 34 años dueño de la sección 32 del SNTE, fue cinco veces diputado local y federal y poco le faltó, aun cuando ejercía el mando, desempeñarse como secretario de Educación.

Víctor Trujeque. Dueño del sindicato de la CFE en la región de Orizaba. Más de veinte años en el trono. En el duartazgo le secuestraron a una hija que por fortuna regresó a casa.

Jorge Wade. Propietario del sindicato de la sección 10 de Petroleros, con sede en Minatitlán. Su fortuna es incalculable. Uno de sus nietos, empleado en Pemex, fue secuestrado a la salida de un antro cuando tripulaba automóvil de lujo.

Ricardo Ditz Herlindo. Más de veinte años dueño del sindicato del Sutsem. El góber fogoso lo premió con una notaría pública en Tierra Blanca.

Ellos son los siete líderes emblemáticos de Veracruz, suertudos, aun cuando hay más, mucho más.

Honor y gloria para todos ellos.

 

Dos. Carlos Romero, el gurú

 

El jefe máximo, la figura simbólica a seguir y copiar, es Carlos Romero Deschamps, el dueño del sindicato petrolero.

Senador de la república, gracias a sus ahorritos, por ejemplo, es dueño de un yate para los fines de semana en tiempo de primavera.

Y dueño de un avión, en el que la fama pública registra que una de sus hijas pasea a su mascota, una perrita.

En el año 2000, Romero Deschamps y su tesorero, Aldana, su yerno, por cierto, fueron salvados de la cárcel por el director jurídico del CEN del PRI, Miguel Ángel Yunes Linares, acatando órdenes de su entonces jefe y amigo, Roberto Madrazo Pintado.

Y en aquella fecha PEMEX les había depositado ocho mil millones de pesos para la campaña presidencial de Francisco Labastida Ochoa y que con todo perdiera ante el panista Vicente Fox Quesada.

Ahora, entre los trascendidos han soltado que PEMEX entregó tan sólo este año cuarenta y cuatro millones de pesos al sindicato petrolero… para gastos, simple gastos, sin necesidad de rendir cuentas a Pemex ni a la secretaría de Hacienda ni a la Auditoría Superior de la Federación.

Tal cual desearían los siete líderes sindicales anotados en el apartado anterior.

Pero, bueno, con todo, ellos son los favoritos de la vida que tanto se emponzoña en un Veracruz que se ha vuelto estado migratorio a los campos agrícolas del Valle de San

Quintín y a Estados Unidos y ocupa el privilegiadísimo lugar número uno como productor y exportador de trabajadoras sexuales al resto de la nación.

 

Tres. Deberían ser inmortales…

 

Honor y gloria para nuestros siete líderes sindicales.

Más, mucho más merecen, porque cada día arriesgan la vida, el nombre y el prestigio defendiendo a la clase trabajadora.

Ellos han sacrificado a sus esposas e hijos para entregar el tiempo a los obreros, y aun cuando en unos casos han sido acusados de malos manejos son intrigas y envidias, pues está probado y comprobado que todos ellos son ángeles de la pureza, honestos, ferozmente honestos, “a prueba de bomba” y de chismes y dimes y diretes.

Debieran ser inmortales. Vida eterna. Jamás morir. Vivir siempre. Y con buena salud para seguir “tirando su espada en prenda” por los obreros que tanto fueron la utopía de Carlos Marx con su incumplida “dictadura del proletariado” que soñaba con descarrilar a “la dictadura de la burguesía”.

Ellos, con los caciques de Veracruz (Joaquín Guzmán Avilés, Ricardo García Guzmán, Mario Zepahua, Arturo Hérviz, Marcelo Montiel Montiel, etcétera, tantos que hay) forman una raza cósmica nacida para gobernar el mundo.

Ellos son la versión del siglo XXI en el Golfo de México del “cacique gordo de Cempoala”, el aliado de Hernán Cortés a quien en las tardes sus jóvenes esclavos y efebos abanicaban porque “las calles del poblado eran arroyos secos, piedras enormes que estallan bajo el sol” como cuenta Octavio Paz en su poema “El cántaro roto”.

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