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Los hijos de la comida chatarra (y de décadas de apatía oficial) hoy ocupan los hospitales del país

El Piñero

Ciudad de México.- A pesar de la diversidad de frutas y verduras, y la calidad de los alimentos originarios de México, los mexicanos llevan años de mala alimentación, lo cual ha originado una epidemia de enfermedades crónicas que durante esta pandemia aumenta la letalidad del COVID-19. Los pacientes con coronavirus o neumonía atípica, y que además padecen obesidad o diabetes, son alimentados por sondas inducidas por la nariz, comparte en entrevista con SinEmbargo, Yuritzi Luna, nutrióloga clínica del Hospital Juárez de México de la Secretaría de Salud.

“Damos nutrición por una sonda nasogástrica o nasoyeyunal porque los pacientes están sedados en una unidad de cuidados intensivos y no pueden comer”, dijo.

Desde finales de febrero cuando se detectó el primer caso de COVID-19 en el país y empezaron a llegar al Hospital Juárez, no ha habido un día en que no se hayan atendido pacientes con este tipo de alimentación.

En el país hay 96 millones de niños y adultos con sobrepeso u obesidad, y 8.6 millones mayores de 20 años padecen diabetes ante la falta de clara información nutricional y oferta de chatarra, de acuerdo con cifras oficiales.

Las comorbilidades asociadas a las cientas de defunciones por COVID-19 han sido la hipertensión (43 por ciento), la diabetes (37 por ciento) y la obesidad (32 por ciento), hasta el 17 de abril con 546 muertes, el último dato desglosado por la Secretaría de Salud. La diabetes es, de hecho, la segunda causa de muerte en el país después de enfermedades en el corazón, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, 2018).

Para los pacientes en terapia intensiva del Hospital Juárez con diabetes, hipertensión y coronavirus, se busca controlar los niveles de glucosa. “Contamos con fórmulas especiales y específicas para este tipo de pacientes críticos, que es como los podríamos definir cuando se encuentran en cuidados intensivos”, detalló Luna.

A lo largo de estas semanas de atención, la nutrióloga clínica ha observado que muchos de estos pacientes no saben que tienen síndrome metabólico y mucho menos diabetes. Entonces chequean sus signos vitales, se le toma la glucosa y se contrasta su peso ideal con el presentado.

–¿Cómo es el desarrollo de las personas con enfermedades crónicas y que han llegado al Hospital Juárez a ser atendidos por COVID-19?

–Estoy en la Unidad Metabólica y nosotros atendemos a los pacientes y los alimentamos artificialmente a través de sondas nasogástricas y nasoyeyunales, principalmente ahora a los pacientes de COVID-19, que tenemos un número importante.

Relacionándolo con el área donde estoy, que es Nutrición, tenemos que ir sacando varios puntos. Primero, se están presentando más hombres. De cada tres personas, dos son hombres y una mujer. Las edades son menores a 46, cercanos a 26 años; o sea que son jóvenes.

Como características, la primera es que la mayoría de ellos tiene obesidad. Es decir, un índice de masa corporal mayor a 30. Entre 30 y 35, o bien obesidades extremas, que son pesos mayores a los 100 kilos.

El hecho de que tengan obesidad y que dentro de sus antecedente sean fumadores también los pone en riesgo. También que tengan hábitos de ingesta alcohólica, diabetes o síndrome metabólico. Recordemos que muchas veces los pacientes no se diagnostican con diabetes, ni ellos mismos los saben, y sin embargo presentan todos los índices de un síndrome metabólico, como acantosis nigricans (es decir que tienen el cuello manchado o las ingles con un pigmento más oscuro de lo normal). Otro indicador es que tienen la cintura mayor a 80 centímetros.

El hecho de ser mexicanos nos lleva a tener mayor riesgo a padecer resistencia a los carbohidratos o síndrome metabólico. Entonces muchos de estos pacientes tienen estas características y no saben que tienen ni síndrome metabólico y mucho menos en algunos casos diabetes. Por eso es se están complicando. Hasta que llegan al hospital y se están cuantificando los valores de sus glucosas en los diferentes turnos de enfermería es donde te das cuenta que están con diabetes o con esta resistencia.

Por otro lado, estas características los llevan a padecer hipertensión. De entrada podríamos decir que es un paciente que ingresa sano, sin otra comorbilidad, pero se agravó por el COVID-19 y los hace más vulnerables, especialmente a los hombres.

¿En qué consiste la alimentación artificial a los pacientes con COVID-19 y por qué la requieren?

–Se llama nutrición enteral. Es decir, damos nutrición por una sonda nasogástrica o nasoyeyunal, porque los pacientes están sedados en una unidad de cuidados intensivos y no pueden comer. Como no pueden tener una ingesta por la boca, se recurre a alimentarlos por sondas. Ahí cubrimos todos sus requerimientos calóricos, proteicos principalmente, donde tienen también un aporte importante de Omegas 3, 6, 9, antioxidantes, y cubrimos su requerimiento nutricional para evitar que se desnutran.

La mayoría no llega desnutrido, eso es algo que se está observando, pero por el hecho de que no pueden alimentarse por la boca tenemos que recurrir a estos accesos no invasivos como son las sondas nasogástricas.

–Y en el caso particular de los diabéticos, ¿les están dando algo en especial?

–No es que tengan mayor atención, solo se busca que se controlen los niveles de glucosa. En parte sí tienen que ver los alimentos y el tipo de alimentación que se está manejando. En este tipo de nutrientes que nosotros damos por sondas, al menos aquí en el hospital las características es que tienen maltodextrinas, que es un tipo de carbohidrato que no permite que se te suban tanto los niveles de glucosa. También tiene un aporte equilibrado de sodio para los pacientes con hipertensión.

Esa parte está ‘hipermegacuidada’. Me siento afortunada de trabajar en un servicio de este tipo, porque contamos con fórmulas especiales y específicas para este tipo de pacientes críticos, que es como los podríamos definir cuando se encuentran en cuidados intensivos.

Hay 96 millones de mexicanos con sobrepeso y obesidad de los 130 millones de habitantes. Foto: Cuartoscuro.

–¿Han podido rastrear los antecedentes de estos pacientes como para confirmar que sus condiciones se deben a una mala alimentación?

–Nosotros preguntamos a los familiares dentro de los antecedentes heredofamiliares, cuáles son sus hábitos y costumbres. Por supuesto que se pregunta dentro del historial médico. Los pacientes en su mayoría ya están sedados por lo que no nos pueden contestar.

Sin embargo, ¿cómo puedes saber que este paciente está siendo vulnerable? Pues checas sus signos vitales y dentro de esto la toma de glucosa, de parámetros bioquímicos que nos indican si esta persona pudiera tener diabetes. Otro punto es la antropometría, es decir, el hecho de que yo vea a un paciente con su peso y su talla, que saque su peso ideal y tenga que recurrir a un peso ajustado para obesidad. Es decir, el hecho de hacer estas cifras matemáticas me llevan a hacer una clasificación rápida sobre si tiene o no obesidad.

Si tiene obesidad, ya es un indicador importante de que está en riesgo. Por supuesto, toda aquella persona que tiene sobrepeso y obesidad es producto de una mala alimentación no de ahora, sino de años. No estamos hablando de que 10 kilos se ganen en un año, son muchos hábitos, el tipo de cultura que tenemos aquí en México, que cada vez es mayor el consumo de alimentos ricos en carbohidratos o grasas.

Que la población no tiene una prevención. Si nosotros nos vamos a las encuestas de Ensanut (Inegi) ya nos reportan que uno de los índices mayores de la población mexicana es la obesidad. Ya ha estado presente y ahora se está agravando por esta situación que nosotros estamos presentando. No es que el virus nos haya venido a señalar a este grupo de pacientes con diabetes, hipertensión u obesidad, sino que se va complicando todo el caso.

Entonces la obesidad te va a traer como consecuencia un impacto no solo económico, sino en distintas enfermedades relacionadas con la propia obesidad. México tenía estas cifras elevadas ocupando el primer lugar en niños, el segundo lugar en adultos. Y que el 70 por ciento de la población mexicana [tenga] no es de un año, sino llevamos más de cinco años sufriendo de esta obesidad.

–Entonces no tenemos que quebrarnos la cabeza. Es por mala alimentación, ¿verdad?

–Así es, porque nosotros como mexicanos preferimos los refrescos negros, lo que es fritura, el alto consumo en carbohidratos. Es decir, a veces nosotros llegamos a consumir la cantidad de azúcar que necesitamos en dos o tres días en un solo día, en una sola mañana; no se diga los niños. Afortunadamente en las escuelas cada vez les restringen más estas bebidas azucaradas, pero ellos están tomando en el recreo el azúcar de todo el día. Ni hablar de lo que llega a comer a casa, en los dulces o la cena, con lo que se va acumulando mayor cantidad de azúcar que no necesita.

Eso es en el caso de un niño, en el caso de un adulto lo compensa no con dulces sino con refrescos.

–A nivel internacional, ¿dónde estamos parados en obesidad y diabetes y qué tan expuestos estamos ante el COVID-19 frente a otros países?

Es un hecho que la población mexicana está 100 por ciento vulnerable solo por el hecho de tener sobrepeso y obesidad. Eso no nos da un buen panorama a nivel mundial. Si nosotros checamos las encuestas en cuanto al mundo, podríamos definirlo como la ‘malnutrición’. Entre 2016 y 2025, si lo llevamos a proyección, México está dentro de los primeros lugares, como en el segundo o tercero de esta epidemia de obesidad.

De acuerdo con la encuesta Ensanut, la obesidad prevalece más en las mujeres. De 10 mexicanos, siete padecen sobrepeso y obesidad. En su mayoría, el 75 por ciento es mujer, el 69 hombres y se padece más en zonas rurales que en zonas urbanas.

Después de lo que estás viendo con estos pacientes, ¿qué crees que tengamos que empezar a hacer como país para sacudirnos la epidemia de enfermedades crónicas?

–Es evidente, y no quiero jactarme con ello, que necesitan la participación de más nutriólogos a nivel institucional. Es muy común que en México escuchemos sobre la participación del médico y la enfermera, pero nosotros somos un complemento de ellos, somos un equipo multidisciplinario y es importante que estemos presentes a nivel hospitalario, de clínicas, en escuelas y que sea mucha la participación generando menús, por ejemplo, para niños que tienen tiempo completo en las escuelas, para comedores industriales o de instituciones de Gobierno. Pero lamentablemente no está esa participación de nosotros.

Por otro lado, al no haber participación nuestra no hay quién pueda enseñarle a la población a comer, quién pueda orientar qué comer y adaptarnos. Tenemos maravillas de productos, frutas y verduras, que otros países no tienen. Y por desgracia esta variedad inmensa está sujeta a oferta y demanda. La oferta de ciertas frutas va siendo más cara debido a que no hay consumo, porque la población prefiere por malinformación consumir un refresco a una manzana, cuando es más elevado el costo de un refresco que de una manzana. Entonces desde ahí empezamos mal.

Es algo que quizás es chistoso para la población escuchar que en México es más caro comprar una ensalada que una hamburguesa, pero esa es la realidad. Cuando si tú haces una ensalada es super accesible. A esa situación nos enfrentamos: necesitamos orientar, educar a nuestra población mexicana y no hay mejor lugar que en las manos de un nutriólogo.

Cada uno tiene su función, el médico se apega a la patología y el tratamiento, la enfermera a los cuidados de signos vitales y atención, y nosotros de manera general podemos hacer promoción del buen comer y cuando estamos en el área clínica buscamos otras opciones para que la alimentación sea primordial y de calidad, sea un paciente sano o enfermo.

 –¿Es caro o difícil comer bien?

–Yo creo que está siendo más cara la ignorancia porque no es caro comer bien. Pensemos en la oferta que me está dando un mercado sobre ruedas o un super de un pescado. Pensemos en las uvas de Año Nuevo y todo eso que se encarece y se va al extremo por los costos. ¿Por qué pasa esto? Porque no hay una demanda constante de estos productos durante el año, por eso es que se encarecen en su mayoría, aunque México tiene la opción de esa producción porque su clima lo permite.

Entonces, como no hay tanta demanda de esos productos, en ciertas temporadas se encarecen y provoca que solo en ciertos tiempos se venda, pero también podemos hacer uso de calendarios de frutas y verduras y aprovechar lo que está más accesible por mes. Por ejemplo ahora usar las naranjas, las guayabas, las fresas de las que ahora es temporada y en otro tiempo nos salen más caras.

Con información de Sin Embargo: periodismo digital con rigor

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