•Margarito Alfaro y Pedro Cruz fueron asesinados la madrugada del 24 de marzo en medio de un enfrentamiento para derrocar a Pascual Lagunes, dueño del sindicato de la empresa Tubos de Acero de México (TAMSA)
- Los dos eran hermanos de lucha y hoy son recordados por sus compañeros que les reconocen el esfuerzo para derrocar al cacique
- Sus historias, marcadas por la miseria y el desempleo al que los condenó Pascual Lagunes, pues los despidió por no compartir sus ideas y no agachar la cabeza ante los abusos
- Sus familias piden que ahora que se acerca la justicia, no olviden a las víctimas que ofrendaron la vida, convencidos de que morían luchando
Ignacio Carvajal García
blog.expediente.mx para El Piñero de la Cuenca
Veracruz,-Margarito y Pedro compartían el mismo sueño: ver tras las rejas a Pascual Lagunes Ochoa, conseguir democracia para el sindicato de la empresa Tubos de Acero de México (TAMSA) y que Pascual Lagunes fuera juzgado por sus fechorías, entre ellas, haberlos despedido injustificadamente, y sin liquidación.
Aunque la Fiscalía General del estado detuvo al líder Pascual Lagunes, y ya lo mantienen en una celda en el penalito de Playa Linda, Margarito y Pedro ya no pudieron festejar este primer paso camino a la justicia tan anhelada.
Ambos murieron la noche del 24 de marzo, asesinados por las balas disparadas por armas que presuntamente, según los señalamientos de la Fiscalía, eran empuñadas por Pascual Lagunes y sus colaboradores.
Además de los disparos, hubo pedradas y palazos para liberar el edificio del sindicato, tomado horas antes por las huestes disidentes de “El Profe”, José Carlos Guevara Moreno, quien había instruido a sus seguidores a tomar el edifico porque él ya era el líder, según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social del gobierno federal.
Los cuerpos de Margarito Domínguez, de 59 años, y de Pedro Cruz Maldonado, de 45, quedaron tendidos la madrugada del enfrentamiento, el más cruento en la historia inmediata por el conflicto sindical entre Pascual Lagunes y El Profe. Doce personas más, entre ellos periodistas, terminaron hospitalizadas.
Ángeles Mercedes Cruz Valencia, hija de Pedro Cruz Maldonado, cuenta que su padre ingresó a trabajar, por primera vez, a TAMSA a los 21 años, ocho años después, a él a muchos más los despiden por la devaluación del peso.
Entonces, Pedro Cruz y su familia se mudaron al DF, en donde realizó diversos oficios para salir adelante.
De vuelta en Veracruz, en el 99, consiguió entrar a TAMSA de nueva cuenta, ya era líder Pascual Lagunes y ejercía el poder a su antojo, lo cual no le gustó a Pedro Cruz y se agregó a la disidencia. Siempre que podía, ejercía su libertad de expresión dando a conocer lo que a su parecer, estaba mal en el sindicato.
Poco a poco lo fueron aislando, y en diciembre de 2013, tuvo que faltar por primera vez a su trabajo ante la amenaza de que si se paraba por ahí, sería golpeado por pascualistas.
Horas antes de esa amenaza, su nombre, y el de 250 obreros disidentes más, había sido leído en voz alta en el sindicato tamsero, ubicado en el Infornavit Casas TAMSA, catalogados como traidores a la empresa y al sindicato; pero, lo peor, a Pascual Lagunes, ese grupo de obreros recibieron el despido sin derecho a liquidación.
El día de esa purga, Pascual afirmó que le daba mucha “pena” tomar esa decisión, pero no le quedaba de otra, “ellos se lo buscaron, no pensaron en sus familias”, así reprochaba y lanzaba el escarmiento a quienes se habían alzado en su contra, y ahora militaban en las filas de El Profe. Pascual puso a Dios como testigo de la benevolencia de su corazón antes de llegar al extremo de echarlos a la calle.
“Mi padre, cuando regresó a TAMSA por segunda vez, comenzó a darse cuenta de muchas cosas. Él ingresó de nuevo muy contento e ilusionado por la noticia, estaba más que feliz, pero al paso del tiempo se percató que le descontaban muchas cosas en su nómina y el sindicato no hacía nada, le tenían miedo al señor Pascual” relató su hija vía telefónica.
Antes de ser echado, Pedro Cruz ingresó al movimiento disiente, y lo pagó caro, primero el despido, sin liquidación, y luego el asesinato.
“Recuerdo que nos decía, hija, si me voy a morir, que sea luchando, y mi papi, pobrecito, así murió”, relata la joven hija del obrero.
Pedro Cruz era taxista, así se venía ganando la vida desde el 2013, al quedar en la calle, su esposa también tuvo que ingresar a trabajar para mantener el hogar. Siguió militando en la disidencia con la esperanza de recuperar la liquidación arrebatada por Pascual Lagunes.
El día de su muerte todavía alcanzó mandar un mensaje de audio vía redes sociales a su esposa: “Nos dijo que estaba en la lucha, que habían tomado el sindicato y que faltaba poco, ya poco, para conseguir la justicia, que iba apoyar a sus compañeros, y ya después nos avisaron que lo habían matado”.
Margarito Alfaro Domínguez, la segunda víctima, laboró 22 años en TAMSA, despedido injustamente, sin liquidación ni el seguro de vida que en la década de los 80’s, el sindicato hizo que los obreros compraran y que les descontaran, y al final nunca se lo pagaron a nadie.
Este seguro de vida, incluso es el gran origen de la disidencia contra Pascual Lagunes, las primeras revueltas las encabezó el exlíder Bartolo Guevara, quien terminó echado del sindicato en medio de señalamientos de corrupción y ha pisado la cárcel en más de tres ocasiones por diversos delitos. Bartolo Guevara es tío y promotor de El Profe y en los corrillos de TAMSA, se comenta que Bartolo Guevara resultó mucho peor líder por haber vendido inmuebles del sindicato sin rendir cuentas, por lo cual es ampliamente criticado por el sector obrero.
Margarito Alfaro formaba parte de una generación de obreros de TAMSA mucho mayor a los que hoy militan con Pascual Lagunes, son conocidos como “los viejitos”, quienes viven con la esperanza de recuperar el recurso del ahorro.
Angélica Alfaro, hija del finado, relata que su padre estimaba que por ese seguro Pascual y los suyos le habían quitado un millón y medio de pesos, fue así como él y muchos más quienes se sumaron a la resistencia.
“Ese era su motivo para luchar, tener ese dinero que era de él, decía, por el cual había luchado” dice la hija, quien recuerda que al ser despedido, se vieron en complicaciones económicas. Para llevar el gasto, Margarito se metió a trabajar de vigilante, así por muchos años laboró más de 12 horas diarias y hasta le pagó la escuela a sus dos hijas, tema que siempre le enorgullecía cuando hablaba con sus compañeros de lucha.
En ese esfuerzo se sumó la esposa, laborando en trabajos domésticos. Margarito llegó a tener dos empleos para poder sostener la casa y sacar adelante a las dos hijas.
“Muchos años pasó anhelando recupera ahorro y esa noche estaba muy feliz porque se acercaba la hora de la justicia; peor: lo mataron, murió en la lucha”, relató.