Ricardo Thomas / The Huffingtonpost.
CDMX.- El combinado mexicano vuelve de Rusia con el corazón más frío que de costumbre. La Copa Confederaciones desnudó las carencias en un grupo que no corresponde con los altos anhelos de una afición ávida de gloria y que a cambió recibe decepciones de un núcleo indiferente con sus desplantes, varios de ellos dignos mirreyes futboleros.
El periodista Manuel Seyde, del periódico Excélsior, bautizó como “ratones verdes” a los seleccionados del combinado que tuvo una decepcionante gira en Europa previo al Mundial de Inglaterra 1966. Este estigma sigue vigente cinco décadas después y poco molesta a los actuales jugadores, quienes en muchos casos se refugian en el silencio de no brindar declaraciones o en sus redes sociales para no hacer frente a los cuestionamientos.
Entre el grupo que viajó a Rusia siguen vigentes ocho que estuvieron en aquella noche triste de San José (Costa Rica) el 16 de octubre de 2013, cuando una derrota 2-1 los dejaba en el umbral de no clasificar al Mundial de Brasil 2014, pero que gracias a un triunfo agónico de Estados Unidos ante Panamá les regaló el pase a una repesca contra Nueva Zelanda. Y a la postre la posibilidad de ganar el pase para volver a montar falsas ilusiones para los aficionados.
¿Cuántas veces hay que repetir una mentira para que se convierta en verdad?
Al interior de las estructuras del fútbol mexicano con sus voceros oficiales —y los no oficiales— hay fe de que el combinado tricolor cuenta con argumentos para trascender. Mientras la realidad abofetea con cada nueva oportunidad a esos fieles creyentes que aceptan esas postulaciones, más apoyadas en los intereses económicos que en los hechos. ¿Cuántas veces hay que repetir una mentira para que se convierta en verdad?
El “Tri” partió a Rusia con la consigna de mandar un sonoro mensaje, y con mucho eco, de que cuenta con la mejor generación de futbolistas mexicanos en la historia. Sin embargo, sus sombras se hacen más visibles cada vez que viene un nuevo tropiezo.
Las fiestas durante las concentraciones que conllevan multas; los vetos a la prensa ante los cuestionamientos sobre el rendimiento y la entrega; los mensajes inapropiados en redes sociales, como cuando se respaldó la agresión de Miguel Herrera al comentarista Christian Martinolli (que luego borraron), y ser asiduos miembros de la llamada “prensa del corazón” hacen a varios dignos del calificativo de “mirreyes tricolores”. Y entre ellos hay cabecillas que dan la bienvenida al club a los nuevos convocados.
Entre los regulares en los llamados hay varios con experiencia en rechazar la invitación, argumentado problemas personales, situación que ante el silencio oficial se llena ese hueco informativo con especulaciones, que luego salen a desmentir.
De esta generación se desprenden también jugadores de aquel conjunto que dirigió Luis Fernando Tena y que logró el máximo éxito en la historia del balompié nacional con el oro olímpico en Londres 2012, gloria que trascenderá el tiempo.
Cada vez sube más la presión mientras se acorta el camino que lleva a la Copa del Mundo de Rusia 2018.
Pero más allá de los combinados con límite de edad (la selección olímpica es Sub 23 con la posibilidad de tres refuerzos mayores) el techo de esta generación ha sido las coronas regionales de la Copa Oro (2009, 2011 y 2015), aunque en ese lapso fue Costa Rica la que celebró la ansiada clasificación a cuartos de final de un Mundial con su actuación en Brasil 2014. Mientras que el combinado tricolor volvió a quedarse fuera en el primer juego de eliminación directa, para ahogar su llanto entre los lamentos del #NoEraPenal tras la derrota contra Holanda.
El entrenador Juan Carlos Osorio reflejó el domingo su enorme frustración al final de la derrota 2-1 ante Portugal con airadas reclamaciones a los árbitros. Cada vez sube más la presión mientras se acorta el camino que lleva a la Copa del Mundo de Rusia 2018, en la que debe valorar detenidamente si el actual núcleo de jugadores —con los que en los años más recientes se ha fallado en el intento por trascender— son en verdad la solución o una parte muy enquistada del problema.
Está claro que de aquel estigma que salió de la boca y de la máquina de escribir de Seyde hace más de cinco décadas, hay algunos exfutbolistas, como el ahora comentarista Carlos Albert, a los que les duele llevar esa marca. Algo que parece que a los actuales seleccionados les tiene sin cuidado, mientras reciban el apapacho de sus amigos en los medios de comunicación.
Varios de los “mirreyes tricolores” ahora se refugiarán en la indiferencia ante los cuestionamientos —como hicieron después de empatar 1-1 en el Azteca ante Estados Unidos antes de viajar a Rusia— y volverán a las cubiertas de las revistas “del corazón”, donde parecen felices de salir al mostrar sus “envidiables” estilos de vida.
Aceptarán las entrevistas de sus amigos y en varios casos serán buenos reemplazos en sus clubes europeos… pero, ¿son ellos los indicados para que el fútbol mexicano acabe con su ayuno por trascender en un Mundial?