Los bebés parpadean siete veces menos que los adultos, que necesitan hacerlo para proteger sus ojos.
En el momento en que llegamos al mundo, apenas pestañeamos. Prácticamente solo cerramos los ojos cuando nuestros padres nos echan en la cuna para dormir. ¿Pero por qué nos ocurre esto? Un estudio dado a conocer en la revista de la Asociación Americana de Neurología, The Annals of Neurology, se dedicó a cuantificar los parpadeos espontáneos de 269 niños y un total de 179 adultos. Y demostró que, mientras los bebés cierran los ojos menos de dos veces por minuto, los adolescentes y los adultos parpadean hasta quince veces en el mismo plazo.
Dado que el principal fin del pestañeo consiste en humedecer el ojo con lágrimas y eliminar cualquier suciedad o partícula de la superficie de la córnea, parece lógico pensar que los más pequeños necesitan menos protección, ya que pasan mucho tiempo en los brazos de Morfeo. Sin embargo, a medida que crecen y se van espabilando, la frecuencia del parpadeo aumenta, ya que necesitan lubricar mucho más sus ojos.
Por otra parte, como han demostrado ya los científicos, el parpadeo espontáneo está regulado por el sistema dopaminérgico, que al principio no está completamente desarrollado. Incluso, si se registra cuánto abrimos y cerramos los ojos, se puede tener una idea del nivel de actividad de la dopamina, la hormona del placer, en nuestra sesera. Además, en relación con esto, se ha comprobado que los ancianos que tienen un comportamiento muy estereotipado e inflexible parpadean menos que los que están más abiertos a las novedades, a vivir experiencias diferentes.
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con información de muyinteresante.es