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Los Priistas soñadores de Veracruz; cada sábado complotan

El Piñero

Luis Velázquez Escenarios

Veracruz.-19 de julio de 20107 Uno. Tricolores se reintegran

Hay un grupo de priistas soñadores. Ellos piensan y sienten que reintegrándose podrían, digamos, reconquistar la plaza Veracruz. Igual que Manuel Gómez Morín, el fundador del PAN, hacen brecha. Con humildad, han decidido empezar de cero. Haciendo, digamos, camino al andar.

Cada fin de semana, el sábado, se están reuniendo en la noche. Son, por lo pronto, unos cien. Una especie de alianza generacional, donde caben todos, viejitos y jóvenes.

Entre ellos, discuten sobre los grandes debates locales y nacionales. Trepan al cuadrilátero ideológico y se dicen todo y de todos. Luego, como miembros de una tribu, se perdonan entre sí, y se abrazan, y continúan soñando.

El alma de todos ellos es Armando López Rosado, ex presidente municipal de Boca del Río en el siglo pasado. Un veterano electoral que pertenece a las viejas guardias agraristas, mejor dicho, de pescadores.

En un tiempo, antes de Cristo, perteneció al clan del ex cacique Ramón Ferrari Pardiño, el ex secretario de Desarrollo Agropecuario del duartazgo en la mira de la yunicidad.

Luego, igual que otros, se deslindó. Tomó su camino. Buscó su luz propia. Y así continúa, empujando la carreta.

En la nostalgia, él cree que el PRI, igual que en el relato bíblico con los hombres, puede, debe, ha de resucitar.

Y más, en la parcela, el feudo, el territorio que antes fuera rojo y ahora es azul.

Ninguna relación tienen ellos con el llamado “G50” del puerto jarocho, donde, según ellos, eran cincuenta (los Marlon, los Díaz Diez, los Chopos, los “Chilitos rellenos”, los Arteaga, los Galindo, etcétera) y que se habrían multiplicado (dicen ellos) a cien militantes

para ganar la presidencia municipal que hacia el final de los días y las noches quedara en manos de Fernando Yunes Márquez.

Incluso, en la leyenda real llegó a decirse que ellos, el “G50”, alardeaban de que en un principio eran 50, cuando en realidad sólo unos cuantos. La mayoría, activistas del café para despotricar contra el mundo a través de los medios.

Ellos, los boqueños, por el contrario, sienten que son reales. Y luchan, dicen, con total y absoluta libertad para recrear al partido tricolor en el tiempo adverso.

Que desean aprender a ser oposición…

 

Dos. Lejos de las tribus rojas

 

Por ahora, ningún vaso comunicante tienen con el PRI de Renato Alarcón. Tampoco con los senadores Pepe Yunes Zorrilla ni Héctor Yunes Landa, el par de precandidatos más fuertes a la candidatura a gobernador el año entrante, con todo y que el líder de la CNC, Juan Carlos Molina Palacios, levantara la mano para anotarse como el tercero.

Están abriendo la puerta a las juventudes priistas para que vean, primero, que no todos son iguales a Javier Duarte ni a los duartistas, incluido, quizá, Ramón Ferrari Pardiño y sus aliados y cómplices.

Y segundo, para que vean y aprendan que en el carril político el camino al estrellato pasa por muchos recovecos y que en la medida que entre todos se afiance un liderazgo social, las puertas se abren.

Por eso, nadie se reprocha entre ellos los errores y pecados cometidos. Miran para delante. Sueñan con el futuro, que es hoy, por ejemplo, cuando hacia finales de año se concite la rebatinga por las candidaturas a diputados locales y federales y senadores, y de ñapa, la gubernatura de 6 años y la presidencia de la república.

Cada sábado en la noche, y a puerta cerrada en el comité municipal del PRI, se congregan. Quizá alguna vez cambien de lugar, pues desde hace cuatro o cinco semanas buscan entre ellos caminos paralelos, razones para reencontrarse, motivos para estar juntos, sin aflojar el paso.

Y lo mejor, lejos de las tribus priistas. Nada que los Renatos Alarcón. Nada que los Érick Lagos. Nada que los Jorge Carvallo o los Motitas.

 

Tres. Apuestan a los jóvenes

 

En el grupo están apostando a los jóvenes a quienes guste, atraiga y sientan interés por la política y la administración pública.

Y más, como decía Aquel de los niños, “de ellos es el reino de los cielos” en un país donde seis de cada diez habitantes son menores de treinta años.

Los viejos del grupo, con su experiencia, les hacen ver y sentir en el debate interno que sólo el trabajo partidista permite llegar lejos, con todo y que desde hace un ratito (y para hablar únicamente de Veracruz) hay grupos de jóvenes que de pronto, zas, aparecen en el carril político y alcanzan cargos públicos deslumbrantes, con un solo objetivo: enriquecerse de manera brutal, soez y asquerosa.

Y como en otros casos, utilizan el recurso público para borracheras, drogas, mujeres y orgías, como ha denunciado la legisladora Cinthya Lobato de He Man.

Por desgracia, unas cuantas tribus han enlodado el quehacer público, como en el sexenio anterior los Érick Lagos, los Jorge Carvallo, los Édgar Spinoso, los Tarek Abdalá, los Adolfo Mota, etcétera, que llegaron jóvenes a la política y la miraron como una forma de latrocinio.

Pero la apuesta de todos es reproducir el modelo universal de Sócrates y Séneca de predicar en la plaza pública las ideas y los ideales, los principios y los valores, los atributos y las cualidades cívicas, ligadas a la más alta encomienda social.

Se trata, entonces, de una nueva mística. Un apostolado que tiene por delante, digamos, a “El peje” con su república amorosa, aquella donde predica el amor y el perdón para “la mafia del poder”.

Ellos, en contraparte, cacarean la política como un apostolado social.

De sus frutos y resultado ya se verá.

Pero cada sábado ellos se congregan alrededor de la fogata política para re/conocerse y ver si juntos resucitan al PRI noqueado en la lona desde cuando perdiera la gubernatura, la mayoría en el Poder Legislativo y la mayoría de presidencias municipales.

 

 

 

 

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