Una de las grandes herencias que la administración federal de Enrique Peña Nieto deja es la Reforma Energética: el cambio constitucional que llegó con promesas de modernidad y beneficios para los mexicanos, pero que ahora se ha convertido en algo que sólo dará frutos “a largo plazo”. En 2016, la Reforma Energética volteó a ver a Chiapas, concretamente a una parte del corredor Zoque, donde se detectaron 12 pozos que fueron programados para licitarse en la Ronda 2.2 para la extracción de gas natural y aceite. Pero nadie reparó en la historia chiapaneca, que muestra que ahí las cosas son distintas al resto del país y entonces la licitación no ocurrió.
Los zoques pararon el proceso porque advirtieron desde el primer momento que se trataría, una vez más, de la imposición de proyectos que traerían despojo y contaminación. Por experiencia de décadas, ellos saben lo que significa un megaproyecto en sus tierras y por eso dijeron: “Ni ahora ni nunca”. Hoy están organizados y “en alerta permanente”. No quieren el desarrollo que “los de arriba” les prometen, porque saben que nunca llega… o por lo menos no para ellos.
Luego de un año de resistencia, los indígenas agradecen al Gobierno federal porque los unió y dicen que quieren ser “un solo zoque”. Ahora están organizados y hasta hermanados; cuidan su entorno de las grandes empresas y del gobierno, dos figuras que se aferran a imponerles un modelo económico que tiene en ellos la prueba de su fracaso.
“Desde los pueblos zoques vemos que son dos mundos los que se confrontan: los de arriba traen proyectos de muerte, mientras que los indígenas tienen proyectos de vida. A eso se enfocan los zoques. El movimiento es esperanzador porque lo que emerge son los pueblos indígenas de México diciendo que el modelo neoliberal, en México y el mundo, es devastador. No sólo están poniendo su cuerpo para defender el territorio que les pertenece, sino también están planteando alternativas a ese modelo devastador”, dice Fermín Ledesma, investigador del pueblo Zoque.
TERCERA DE UNA SERIE
Daniela Barragán
Tecpatán, Chiapas (SinEmbargo).-Ni la Presidencia de la República, ni la Secretaría de Energía (Sener) y ni la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) lo previeron. Sabían de los 12 pozos petroleros que están ubicados en la zona norte del estado de Chiapas y, como cualquier otro trámite, los programaron para su licitación en una de las rondas de la Reforma Energética.
Lo que ocurrió después, cuando los zoques –el pueblo indígena que habita la zona que se pretendía licitar– se enteraron de las intenciones gubernamentales, es algo que va con la naturaleza de ellos y de Chiapas en general: la de resistir y oponerse a lo que no quieren.
Así lo explican a SinEmbargo los mismos zoques, académicos y activistas, quienes coinciden en que la razón de oponerse es porque históricamente han vivido bajo un sistema de despojo que nunca les ha traído desarrollo. Y enfatizan el “nunca”.
Las cifras de pobreza en esa zona del país muestran que ni el petróleo ni la explotación de recursos naturales han funcionado para mejorar la calidad de vida de las personas. Por el contrario: acusan contaminación, desplazamientos forzados, violencia y más pobreza de la que ya tenían.
Son 84 mil 500 hectáreas que los zoques defienden de los proyectos de la Reforma Energética, que a la vez se traducen en una inversión de más de 300 mil millones de dólares. Pero las actividades extractivas no se limitan a los hidrocarburos: hay 12 concesiones mineras en 70 mil hectáreas, la ampliación de la Presa Chicoasén, un proyecto geotérmico sobre 15 mil hectáreas –que abarca las poblaciones de Francisco León, Chapultenango y Ostuacán… y una represa en San Antonio Poyanó, Ocotepec.
Se cree que Chiapas es una gran bodega de recursos naturales de los que se puede disponer, pero las autoridades no han entendido que Chiapas es distinto. Son los propios indígenas y campesinos los que con su movilización van a parar lo que no quieren, porque además es también una oposición al desarrollo económico que a través de actividades extractivas busca generar sólo ganancias, cuando el efecto puede considerarse nulo: ahí sigue la pobreza estancada.
En la zona se tienen detectados 150 pozos petroleros y 12 están en ejidos zoques, pero ellos advierten que el estar aquí, en estas tierras, desde hace 2 mil 500 años, les da derecho a decidir cómo quieren vivir. Y sentencian: “estas son tierras a las que no van a entrar”.
Este es un caso más de territorio que se busca arrebatar a campesinos pobres con el discurso de desarrollo. Y otra vez es Chiapas. Otra vez los indígenas, resistiendo en medio de la pobreza y de un sistema que no comprende su visión de la vida, de bienestar y de respeto su entorno.
Los zoques son una comunidad que está asentada en el noroccidente de Chiapas y están ahí desde hace 2 mil 500 años. A partir de la colonización del siglo XVI fue una de las comunidades más explotadas y padeció hambruna, reducción de territorios y de su población a causa de enfermedades y trabajos forzados.
Esta es la primera vez que todos los zoques se organizan. Los 12 pozos impactan a nueve de sus municipios: Tecpatán, Francisco León, Ostuacán, Chapultenango, Ixtacomitán, Pichucalco, Solosuchiapa, Sunuapa e Ixtapangajoya. En total, son 26 municipios en los que habitan zoques y, de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), hay 1 millón 400 mil 614 habitantes en el corredor zoque y el 60 por ciento viven en pobreza.
Organizados en el Movimiento Indígena del Pueblo Creyente Zoque en Defensa de la Vida y la Tierra (Zodevite), este pueblo tuvo la fortuna y el tino de organizarse desde el inicio y ese fue el factor clave para detener la Reforma.
Es ya un año de organización y se inició aquí en Tecpatán, un Ayuntamiento con una cabecera municipal que no opera porque fue incendiada en medio de las protestas.
Este municipio es sede de la asamblea del Zodevite del mes de junio. Los puntos de reunión se van rotando para que todos tengan la oportunidad de recibir la información y además, les ha funcionado visitarse. Dicen que es una forma de compartir la comunión cristiana y conocer sus lugares. Las reuniones se hacen cada mes y siempre, en cada una de ellas, se discuten tareas y soluciones de corto y largo plazos.
Estas asambleas se iniciaron hace dos años. Son de análisis, de información porque no se tiene, es poca la que llega sobre los hidrocarburos, la minería, todo lo que tenga que ver con megaproyectos.
Tienen ya un comité de defensa territorial que vigilan que no entren empresas porque “pueden hacerlo en cualquier momento”.
Asisten cerca de 100 personas porque es viernes y no pudieron venir todos. Cuando es en sábado se juntan hasta 300 personas. Empieza a las 12 de la tarde, hay propuestas, se escuchan, recalcan la importancia de defender el uso de suelo de las tierras.
Son hombres y mujeres y el tema gira alrededor del ¿qué vamos a hacer?, dejando de lado el desencanto que pueda haber en el resto del país sobre la organización popular.
En la asamblea, que duró cerca de cinco horas con una pausa de 15 minutos para tomar pozol blanco, hay frases como éstas: “Piensan que nosotros ya no valemos”, “A todos nos interesa el bienestar de todos”, “Llevar información para ayudarnos mutuamente”, “No es nada fácil enfrentarse a los monstruos”, “Tenemos la oportunidad de estar unidos”, “Ser un solo zoque”. Uno dice por ahí: “Mejor sería organizarnos como Chiapas”.
Se está entre la esperanza y el desasosiego, pero mientras en otras partes del país surge la pregunta: “¿para qué?”, aquí se discuten sobre “¿qué hay que hacer?”.
RAZONES DE LOS ZOQUES… Y DE CHIAPAS
“El extractivismo actual, como modelo impuesto por el sistema capitalista en su fase neoliberal, es en esencia la continuidad del saqueo histórico de recursos o bienes de la naturaleza que impone el mundo occidental al sur del planeta […] y trastoca las raíces culturales-históricas de pueblos y comunidades indígenas y agrarias”, explica Antonino Gracía, García, investigador y académico de la Universidad Autónoma de Chapingo.
En entrevista con SinEmbargo, el coordinador de posgrado de esa reconocida institución educativa enfatiza en que el despojo a los territorios indígenas y no indígenas en Chiapas no es un tema nuevo: en la época prehispánica, en el Soconusco, los aztecas cobraban tributo con cacao, es decir ya había un impuesto antes del año 1520. Luego, en la época colonial, las grandes fincas criollas y españolas siguieron bajo ese esquema de despojo, además de la propia Iglesia colonial, que tenía alrededor de 500 fincas en Chiapas. Después de la independencia de México, las empresas de Luis Hüller, un alemán nacionalizado estadounidense, deslindaron 1 millón 700 mil hectáreas; con Porfirio Díaz se da otro gran despojo de las grandes compañías madereras inglesas y estadounidenses que extraen grandes cantidades de selva, de caoba, cedro, maderas preciosas, las meten al Río Usumacinta y las cosechan o las sacan en el Río en Tenosique, Tabasco.
Otro capítulo se da en 1950, cuando se instala en Chiapas y Tabasco la Comisión de Cuenca Del Río Grijalva. Con esa comisión, que pertenecía a la extinta Secretaría de Recursos Hidráulicos del Gobierno federal, se instalan seis comisiones de cuencas, entre ellas las del Papaloapan, Tepalcatepec, la del Grijalba y con esa se construyen cuatro grandes hidroeléctricas de México: Raudales Malpaso, La Angostura, Chicoasén y Peñitas.
Con esas cuatro hidroeléctricas se despojó de 100 mil hectáreas a la población de Chiapas, la electricidad se mandó a Coatzacoalcos, Veracruz, para el desarrollo petrolero, a la Ciudad de México y a Monterrey, Nuevo León, para la industrialización.
En 1972, en la zona Zoque, y en el municipio de Reforma en particular, se hace un gran descubrimiento de dos pozos de extracción de gas natural. Son 20 campos activos que tienen actualmente 117 pozos que están explotándose desde 1972 y de ahí se extraen 44 mil 900 barriles de aceite diarios. Además, cada día, produce 296.2 millones de pies cúbicos de gas.
Y otra vez: la extracción gas y de aceite de la zona norte de Chiapas, dentro de la zona Zoque, tampoco se queda para el desarrollo de los chiapanecos.
“Hoy día, estos tres grandes rubros extractivos están presentes en Chiapas: hidrocarburos, minería a cielo abierto y presas hidroeléctricas […] Hay una concentración y no está bien planeada”, dice García García.
En los proyectos extractivos no hay una planeación a criterio de desarrollo local. Hay una planeación a criterio de extracción de recursos para beneficio de grupos empresariales muy fuertes a nivel internacional […] No hay un modelo de desarrollo local ni regional ni incluyente, que sea viable para la población local indígena y no indígena en los territorios”, agrega.
El doctor Antonino suelta el gran reto.
“¿Quién va a defender Chiapas? La población de Chiapas: la población indígena, que es la mayoría y las zonas rurales. Son los que están defendiendo los territorios. Chiapas es otro México y eso la parte gubernamental no lo ha entendido. ¿Cómo te explicas que después de 3 mil 500 años de existencia, los mayas de Chiapas –tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, etcétera– estén ahí? Resistieron toda la época prehispánica, toda la etapa colonial, toda la etapa post colonial, toda la etapa revolucionaria, toda la etapa del desarrollo nacional de 1950 a 1985 que los excluyó, y están resistiendo esta etapa neoliberal. ¿Cómo lo hacen? ¿Por qué no han desaparecido? Porque tienen una gran resistencia, una gran cohesión social, conocimiento de las relaciones sociales, culturales y ambientales de su entorno y sobre eso trabajan”.
Con el especialista coincide Libertad Díaz, de la organización Otros Mundos AC, en que los modelos de desarrollo que se quieren imponer en Chiapas no son para las comunidades, sino que se trata de un desarrollo económico que beneficia a las empresas y que se basa en la explotación de los bienes naturales de los territorios chiapanecos.
“¿Desarrollo económico para quién? No vemos por dónde haya desarrollo, al contrario, creemos que generan división comunitaria, contaminación, desplazamiento. No hemos comprobado en dónde está el desarrollo que prometen las empresas o la inversión […] Chiapas no es una región misma. Cada región tiene sus propios aspectos, su propia diversidad, su complejidad y su historia y esto ha provocado que la gente comience a movilizarse. Tenemos ya muchos años con este modelo que en Chiapas ha sido muy ligado con la explotación del bosque, la explotación de cacao, de hule y ahora, recientemente, los proyectos estratégicos que tienen que ver con minerales, agua y energía”, señala.
Por su parte, Fermín Ledesma, investigador del pueblo Zoque, insiste en que en México no hay estudios que indiquen que si se pone un pozo petrolero cuáles son los efectos que tiene en la salud, ya que no hay estudios a pesar de que mucho del país se levantó con el petróleo.
“Lo que se plantea es que el modelo económico no puede seguir caminando sobre la extracción de hidrocarburos. Es lo que plantea el modelo económico. No se ha planteado bien la transición a otras energías y es sólo discurso la intención del desarrollo sustentable”, comenta.
Insiste en que el problema en México es que el sistema económico está planeado desde las empresas, desde lo neoliberal que plantea que la empresa es más eficiente y transparente que el gobierno y que sabe hacer bien las cosas. Entonces hay una privatización de todo y no hay una participación social ni comunitaria en la administración de los recursos.
“En el sur y sureste de México se ve la contradicción del desarrollo. Incluso a escala mundial. Hay pobreza, desigualdad, extracción de minerales. Chiapas está pobre porque ha servido para alimentar al centro y norte del país. Monterrey no se explica sin Chiapas, por ejemplo. Los indígenas se oponen a estos proyectos porque nunca les ha significado algo. Sólo engaño, promesas”, agrega.
LA RESISTENCIA NO ES FORTUITA
Chiapas cuenta con uno de los complejos procesadores de gas más grande del sureste en México: el Complejo Cactus, con una extensión de mil 822 kilómetros. Para 1978 la región petrolera de Chiapas, Tabasco y la Sonda de Campeche, proveía el 79 por ciento de la producción total del país, convirtiéndose consecuentemente en el centro principal de reservas.
De acuerdo con el Plan Quinquenal de Licitaciones para la Exploración y Extracción de Hidrocarburos 2015-2019, Chiapas está dentro de las 48 provincias geológicas donde está establecida la producción comercial de aceite y condensados.
De acuerdo con información de Otros Mundos, en 2015, Pemex cumplió 40 años de actividades extractivas de hidrocarburos en el norte de Chiapas, concretamente en los municipios de Reforma, Pichucalco, Juárez, Ostuacán y Sunuapa con un total de 129 pozos.
¿Qué ha significado Pemex para Chiapas?
Isaías Sánchez Sánchez, habitante de la localidad Nuevo Volcán Chichonal que fue reubicada tras la erupción del volcán, comenta que durante estos 36 años, Pemex nunca ha implementado en la comunidad, una campaña o brigada de salud médica, que mandara odontólogos, que estudiara su sangre; ninguna escuela, ningún pizarrón, una computadora. Para el cuidado del medio ambiente tampoco.
–Esos son apoyos sociales, pero hablando de acciones que reactiven la economía como ofrecer empleo, ¿han llegado a ofrecer algo?
–De empleos temporales o empleos de base, nunca, nunca en la vida desde que yo tengo uso y razón se ha tocado ese tema. Incluso toda la gente que trabaja es de Tabasco que viene a trabajar acá. Nosotros, nadie de la comunidad indígena de Chichonal, tiene alguna plaza o trabajo con el que pueda decir que es de Pemex o que pertenece a Pemex. Para nada. O que Pemex enviara a alguien y que a nosotros que vivimos cerca nos ofrezcan empleo, aunque sea temporal, donde ganemos 5 mil pesos mensuales o 10 mil. Algo para madres solteras o adultos. Jamás. Nadie tiene trabajo directo con Pemex.
–Pero sí tienen la contaminación
–Mucho. Lo que venimos sufriendo es el impacto ambiental, el oxígeno está dañado, día y noche estamos respirando plomo, gas crudo, azufre. Estamos muy contaminados de Pemex, muy dañados.
A unos cuantos kilómetros de la casa de Isaías se llega a un complejo de Pemex. El sonido de la tubería es abrazador al igual que el olor que desprende el desfogue.
Aquí en Nuevo Chichonal ni siquiera hay agua diario; hay poca, cada dos días. Las actividades de Pemex dañan los techos de lámina de las casas, tienen que cambiarlas seguido. Antes sí les daban láminas de asbesto cada cinco o diez años, y también alambre, pero ahora nada.
Los que conforman el movimiento zoque saben de todo esto: del ruido, el olor, el riesgo permanente y por eso se oponen. No es Pemex y los zoques. Son los zoques y su tierra y su resistencia. Sus decisiones.
RESISTIR COMO ALTERNATIVA
“Los pueblos zoques nunca se habían movilizado contra un proyecto o un modelo impuesto por el Estado. Durante la Reforma Agraria, en los 70 y 80, los pueblos zoques no tuvieron tantas movilizaciones a diferencia de los tzeltales, tzotziles y tojolabales en parte de la Selva Lacandona”, comenta Fermín.
Cuando habla de esto, lo hace con los ánimos de quien cuenta un proceso histórico, de hombres y mujeres que están interpelando una política del Estado mexicano, en este caso la Reforma Energética, que choca con la visión que tienen los zoques del mundo.
“El modelo de la Reforma Energética es un modelo desarrollista que trae grandes industrias y problemas de inseguridad, contaminación. El modo de vida de los zoques es comunitario, es ancestral y tiene otras lógicas incluso en el cuidado de la naturaleza. En esa perspectiva, es la primera vez que los zoques se unen en acción colectiva”, dice.
Armando Castellanos Juárez es zoque, miembro activo de Zodevite y cooperativista. Él habla de los suyos como una cultura milenaria que persiste hasta la fecha; que está en resistencia, defendiendo su tierra y su cultura.
Además de la defensa contra el extractivismo, él cuenta de qué tanto se ha ampliado la visión de los zoques: se trata ahora del rescate de sus culturas como una forma de resistir más, inculcando a las nuevas generaciones a esta lucha de nuestra cultura.
“Valoro que esta lucha nos hizo voltear a ver a nuestra cultura, comenzamos a rescatar nuestra vestimenta, nuestra forma de alimentarnos. Sabíamos que nuestros antepasados vivían más tiempo porque se alimentaban bien, sanamente, construyendo huertos familiares, sus verduras. Todo el alimento que ellos consumían lo producían sanamente. Nosotros contrarrestamos también haciendo lo nuestro y sabemos que ahí está incluida una economía solidaria: vamos a producir nuestros propios alimentos y no vamos a tener la necesidad de recurrir a esos alimentos que siempre nos han dañado”, narra.
Entonces el movimiento es también para eso, para ver de qué manera se pueden reencontrar los zoques.
La cooperativa que organizó cuenta ya con 200 productores de café agremiados.
“No es fácil, pero estamos persistiendo. La idea es de los zoques, de los productores y el café tiene un buen potencial y es una forma de resistir, produciendo y defendiendo nuestro territorio”, agrega.
Al final del recorrido por el corredor zoque cuenta sobre el café que produce, que se llama “Muzgo”:
“Musgo es lo que se da en las matas de café. Nosotros le pusimos con “z” porque es musgo de zoque. El logotipo tiene un círculo con puntos, que representa las zonas altas lluviosas y montañosas de nuestra región y está el sol opuesto. El búho para nosotros los zoques representa un protector del pueblo y es sabiduría”, dice Castellanos Juárez.
“Hay una lucha desde hace 500 años, fuerte, presente hoy en día. Va a seguir la lucha. No se va a parar. La prueba, hoy, está en los zoques… pero hay muchos ejemplos”, agrega, con una sonrisa, el académico de la Universidad Autónoma de Chapingo en San Cristóbal de las Casas.
http://www.sinembargo.mx/30-06-2018/3435283