PIÑADERO| Editorial
Loma Bonita, Oaxaca. – Quienes conocían a Luciano Sánchez antes de convertirse en presidente municipal lo calificaban como un hombre bueno, tranquilo, humilde, bonachón. Y quizá, así lo siga siendo, no hay duda, pero en los terrenos de la política y gobernanza, es distinto.
Muchos creyeron que en sus manos la presidencia municipal tomaría buen rumbo, siguiendo al pie de la letra la sagrada enseñanza de su mentor, jefe e impulsor, Felipe Reyes Álvarez. Pero algo no va bien, todo parece caminar en una inercia equivocada, con dislates, excesos, ocurrencias y negligencias.
Luciano, el hombre bueno de familia, creyente y temeroso de Dios, es un ciudadano que fue alcanzado por el poder del hombre y su política en la tierra que, de manera inesperada, lo encumbró para hacerlo administrador de los recursos del Pueblo, de su pueblo.
En lo que va de su mandato –octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo y abril— Luciano sigue en la curva de aprendizaje, intentando conocer los vericuetos de su gobierno, de una administración con amplias deficiencias derivadas de malas decisiones.
Inició, como se ha documentado en El Piñero, rompiendo relaciones con personas muy cercanas a Felipe Reyes, a quienes las cambió e, incluso, expulsó de su gobierno, entre ellos: Ricardo Mortera, a quien le quitó obras públicas para mandarlo a la dirección de agua potable; a Magdaleno Vázquez, a quien quitó de la dirección de Desarrollo Social para enviarlo como enlace con las Comunidades; y a Raúl Castro Brenis a quien, de tajo, lo expulsó del Ayuntamiento luego de la regañiza que le dio su esposa, la “primera dama”, Rosalía León.
A esto se le suma el grosero destino que le ha dado a los recursos públicos. Pues mientras existen obras inconclusas y abandonadas, así como programas sociales suspendidos y, algunos, inexistentes, que fueron promesa de campaña, como vales para la luz, el gas y medicinas, el dinero del erario se ha destinado para otros fines como, por ejemplo, comprar Iphones para el Cabildo.
Y, por si fuera poco, permitió que su esposa, la primera dama, Rosalía León, conductora del programa Amanecer con Cristo, realizara actividades relativas a la función pública –sin tener cargo público— y le permitiera usar las oficinas de Presidencia para hacer “amorosos” y muy divertidos Tiktoks.
Ahora, con pleno conocimiento de los negocios atrás de la obra pública, ha iniciado, junto con un “viejo lobo de mar” como Héctor Alemán –hechura de Frumencio Pulido— la entrega de las obras públicas a constructoras foráneas y a determinados locales con razones sociales fuera de Loma Bonita y la región de la Cuenca del Papaloapan.
Se entiende que, como primerizo, novato en la política y administración pública, Luciano puede tener errores y con seis meses de gobierno se podría pedir al pueblo tolerancia, pero, sobre todo, paciencia. Sin embargo, paciencia es lo que menos tiene un pueblo con amplias necesidades y carencias.
Se espera que aquel hombre bueno, humilde y bonachón se reencuentre consigo mismo. Que en la política y gobernanza aplique su creencia de hacer bien al prójimo. De llevar al terreno de los hechos aquellas alabanzas de solidaridad, de amor, de condescendencia. Que practique el humanismo y evite la toxicidad y los excesos que provocan los recursos públicos. Que se arrepienta de sus malas decisiones y enderece el camino. Que se evalúe. Y que entienda que su paso es efímero. Y que el pueblo lo juzgará.