Luis Velázquez
28 de agosto de 2019
EMBARCADERO: Según el chamán, el peor mal emanado de la caja de Pandora es la soberbia… Y en el caso de los políticos, la soberbia alcanza la más alta dimensión… Y más, cuando tienen un cargo singular, con presupuesto propio, y personal, digamos, a su servicio… Pocos, excepcionales políticos, por ejemplo, resisten el tiradero de incienso de sus colaboradores, desde los segundos y los terceros y los cuartos en el cargo hasta las secretarias, los ayudantes, los escoltas y las barbies…
ROMPEOLAS: Ninguna historia, entre otras, retrata la soberbia política como la vida de la princesa Diana de Gales y el príncipe Carlos… Diana, por ejemplo, era de familia pobre, con padres divorciados, y a los 19 años edad maestra en un jardín de niños donde Carlos la conoció… Para entonces, Carlos y sus asesores le buscaban una esposa… Llevaba una lista de treinta mujeres con quienes había vivido un romance, pero sin cuajar… Y Diana fue una más… Carlos, de unos treinta años de edad, pero acostumbrado a que la mitad del mundo y la otra mitad le rindiera…
ASTILLEROS: En un dos por tres, Diana conquistó el mundo, por encima, lejos, lejísimos de Carlos y su madre, la reina, y su padre, Felipe, el príncipe… Bonita, bella, bellísima (preciosos ojos grandes azules, blanca la piel, cabellera larga, sonrisa fácil, sencilla, sencillísima), en las giras, Diana saludaba de mano a la población… Y daba un beso a las mujeres… Y primero se arrodillaba ante los niños y luego les regalaba flores y después un chocolate y de inmediato los cargaba y los besaba… En tanto, el príncipe Carlos y su madre, la reina, marcaban una raya de la audiencia y siempre, siempre, siempre, saludaban de lejos al pueblo, ellos, claro, dueños de la corona real y de palacios y de castillos y de reinos superiores…
ESCOLLERAS: En una gira, Diana y Carlos llegaron a un pueblo de Africa y los fotógrafos y reporteros, enviados especiales, se fueron con Diana saludando a la gente y abrazando a los niños… Y Carlos en el otro extremo de la fila, solito, sin ningún fotógrafo, sin ningún cronista… Entonces, el vocero oficial pidió a uno que otro fotógrafo y reportero que por favor, por favorcito, se pasaran al lado de Carlos… Insólito: ninguno le hizo caso… Diana era la noticia…
PLAZOLETA: Diana iba a los hospitales con niños con cáncer y a los hospitales con enfermos de VIH y con todos platicaba y sonreía por igual… Tomaba de la mano a los enfermos de Sida y los acariciaba… Y les preguntaba sobre sus vidas y si estaban bien atendidos… Y Carlos, el señor príncipe, permanecía afuera de los hospitales, porque para él y su madre y su padre era mucho más importante montar a caballo, jugar golf, tomar whisky y champagne con los ricos y poderosos y navegar en los siete mares… Así, con la sencillez más sincera y natural del mundo, Diana, la chica con padres divorciados, recursos limitados, pobre, maestra en un kínder, conquistó el mundo… Nada de soberbia, altivez, petulancia, engreimiento…
PALMERAS: Incluso, en las ruedas de prensa, saludaba a cada fotógrafo y reportero de mano… Y con las mujeres trabajadoras de la información platicaba más… Y contaba chistes y cosas de su vida y reía… Y les daba las 8 columnas… La historia de Diana en Netflix, por ejemplo, es más impactante que la Cartilla Moral para que los políticos y funcionarios públicos, como dice aquel, lleven “una vida virtuosa”, aun cuando la mayoría de ellos necesitan una trepanación…