Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. La vida privada
El siguiente es un diálogo entre una mamá soltera y su hijo de 18 años.
Mamá:
–Hijo, revisé tu celular.
–¿Por qué, mamá? mi celular es vida privada
–¿Vida privada? ¡No, hijo, así tengas 40 años revisaré tu celular! ¡Eres mi hijo!
–Mamá, no te metas.
–Hijo, en tu celular hay unas fotos de una chica de tu edad con los senos de fuera.
–Sí, mamá, es mi compañera de escuela y esas fotos son la moda.
–¿Ah, sí? Pero está mal. Una mujer ha de respetarse.
–Mamá, no me regañes.
–¿Por qué no te de llamar la atención si eres mi hijo?
–Mamá, no me regañes. Ya tengo 18 años.
–¿Cuántos años dices que tienes?
–18 años.
–Cierto, ya no te puedo regañar a los 18 años. Pero como tienes 18 años te voy a dar una madriza.
–¡Mamá!
–Sí, una madriza… por contestarme así y andar trayendo fotos así en tu celular.
–Mamá, todos mis compañeros las traen.
–Allá ellos y sus madres. Tú eres mi hijo y debo cuidarte.
DOS. Entre la libertad y el libertinaje
La mamá:
–Hijo, ya tienes 18 años y hoy es sábado y te toca lavar tu ropa.
–Mamá, ese es tu trabajo.
–No, hijo, soy madre soltera, y a partir de hoy yo me lavo mi ropa y tú la tuya.
–Mamá…
–Además yo trabajo diez horas diarias y las diez horas te las pasas en la escuela y en la calle. Y no conozco a tus amigos. Y los quiero conocer.
–Pero, mamá…
–Desde hoy, esas son las reglas, hijo.
–Pero yo estudio…
–Sí, y vives aquí. Y aquí la sopita siempre está caliente y te compro la ropa y los zapatos y pago la colegiatura de la escuela y te doy tu domingo.
–…
–Además, lo dejo claro: mientras dependas de mí yo pongo las reglas. Te he dado mucha libertad.
–Mamá, ¿estás amargada?
–No me contestes así. Me respetas y punto. Y tu boleta de calificaciones anda muy baja. A partir del siguiente examen quiero, mínimo, ochos.
–¡Mamá pides demasiado!
–He sido demasiado tolerante. Yo traigo el dinero a casa y tú me traes ochos en la boleta.
–¿Y si fallo?
–Entonces, estudias o trabajas. Tú decide.
TRES. “No me chupo el dedo”
–Mamá, habrá una piyamada y me quedaré a dormir con mi amigo. Y regreso mañana.
–No, hijo, vas a la piyamada y a las doce de la noche voy por ti.
–Mamá, no me hagas quedar mal.
–Tienes permiso hasta las doce de la noche y punto.
–Mamá, las doce de la noche son como las doce del día.
–A las doce de la noche voy por ti.
–Mis amigos dicen que soy un aguafiestas.
–A los 18 años y una piyamada es una orgía con alcohol y mujeres.
–¡Mamá, no seas mal pensada!
–¡No, hijo, no me estoy chupando el dedo! ¡Yo también fui joven!
–Por eso eres mal pensada.
–¡No me faltes el respeto! ¡Ya te dije: te puedo dar un madrazo!
–Mamá, por favor, entiéndeme. Todos mis amigos ya están listos para la fiesta.
–Entiéndeme tú: eres mi único hijo y debo cuidarte.
–¡No desconfíes de mí!
–No, no, no. Confío en ti. Pero dudo mucho de las circunstancias. Y los amigos empinan.
–Entonces…
–Entonces, a las doce de la noche voy por ti a la casa del amigo donde estarás.
CUATRO. “Mamá, Dios no existe”
–Mamá, dos amigos de la escuela embarazaron a sus novias.
–Caray, sólo falta que tú también “salgas con tu domingo siete”.
–Yo uso condón.
–Pero los globitos se rompen.
–Soy muy cuidadoso.
–Acuérdate, más sabe el diablo por viejo que por diablo. ¡Ten mucho cuidado!
–Sí, mamá.
–¿Crees en el aborto?
–Sí, mamá, estoy de acuerdo con el aborto.
–¿Todavía crees en Dios?
–No, mamá, ya no creo en Dios.
–¿Ni en el cielo?
–Ni en el diablo ni en el infierno.
–Pues ahora sí estamos amolados. Te enseñé a creer en Dios y mira…
–Mamá, Dios no existe. ¿Tú lo has visto alguna vez?
–No lo he visto. Nadie lo ha visto. Pero todos lo hemos sentido. Y lo peor de la vida es andar sin fe, sin creencias, sin principios ni valores.
–Creo en el condón, mamá.
–Ahora sí, me decepcionas. Me declaro culpable. Te he dejado suelto mucho tiempo.
–Así son todos mis compañeros.
–¿Cuándo se jodieron todos ustedes, hijo? ¿Cuándo?
La mamá rompió a llorar…